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Editorial  |  16 diciembre de 2017  |  07:37 AM

Navidad sin pólvora, por fin

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Nada mejor para el Quindío que empezar la celebración de Navidad sabiendo, por primera vez, que no hay niños quemados y que, en términos generales, solo una persona adulta ha resultado afectada con este flagelo de la pólvora como elemento de diversión.

Nuestros abuelos no habían podido concebir la fiesta de la Navidad y el Año Nuevo sin voladores, ni sirenas, ni chorrillos, y mucho menos sin papeletas explosivas. En casi todas las casas de los pueblos y, por supuesto en las fincas, era normal que el papá se apareciera en las noches de Navidad con una bolsa llena de esos explosivos, con la inocencia de quien no sabe a ciencia cierta de que eran un peligro.

Daban mucha alegría los volcanes y las velitas romanas, pero cuando uno de estos artefactos explotaba en las manos o en la cara, la tristeza no solo era para ese momento, sino para toda la vida. Tarde, muy tarde, el gobierno empezó a darse cuenta de que el problema era grave. Hace muy poco, tal vez bajo la primera administración del alcalde Antanas Mockus, una administración empezó a prohibir el uso de pólvora blanca, lo que fue copiado por otros alcaldes. Y más, tarde, hace apenas unos años, se prohibió todo el uso, en casi todos los municipios, dejándose solo para juegos pirotécnicos hechos por manos expertas.

Sin embargo, aún persiste en muchos pueblos y ciudades, especialmente en barrios de estratos medios y bajos, personas que no quieren abandonar esta tradición, y se oyen en las noches de diciembre retumbar las papeletas, los tacos, las sirenas y los voladores. Hoy, más allá de la represión y perseguir a los fabricantes, acciones que son muy importantes, es necesario insistir en la educación. No hay mejor vehículo para abandonar prácticas y costumbres dañinas que la educación.

Hemos insistido mucho en otros espacios en la necesidad de hacer campañas educativas contra el uso de la pólvora, desde los meses de octubre y noviembre en los establecimientos educativos. Dejarlo solo para el mes de diciembre es llegarle tarde al problema. Y utilizar solo la represión no es la mejor fórmula para escamotear la insana costumbre. Por eso, insistimos, aunque este año no se hayan registrado aún niños quemados, es necesario persistir en la educación como la mejor fórmula para sacar por siempre esta práctica. La pólvora hay que dejársela a los expertos en los bellos juegos pirotécnicos, apartados de las personas para evitar accidentes.

Este año han funcionado muy bien las campañas de la alcaldía de Armenia y de la gobernación del Quindío, como las de la Policía y algunos otros organismos públicos y privados. Esperamos que lo que nos resta de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, no tengamos que lamentarnos por personas quemadas.

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo no se deben malograr con el uso de pólvora, por el contrario, hay que aprovecharlas para recibir a los hijos ausentes, para rememorar los buenos años, para volvernos a enamorar de la esposa, de la familia, de los hijos, y gritar con entusiasmo, Feliz Navidad: que la paz inunde nuestro hogar, que nunca más la guerra, amiga de la pólvora, nos invada los espacios de la alegría y felicidad.

 

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