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22 abril de 2018  |  10:40 AM |  Escrito por: Edición web

Quindío, un viaje por la cultura -Municipio de Quimbaya

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Imagen informe especial

Por Roberto Restrepo Ramírez y Henry Plazas Olaya

Dos viajeros de comisión y no de omisión. Eso nos trazamos en estas columnas o diarios de terreno- que regalaremos a nuestros lectores durante doce semanas. Tres meses que reflejarán en nuestras líneas el inmenso placer de recorrer un departamento como el Quindío, pequeño en extensión, pero grande en tesoros y rutas y posibilidades culturales para conocer a través de la práctica del turismo.

La primera visita la hicimos al municipio de Quimbaya, la tierra del farol, del agroturismo, de la cultura del oro del denominado Período Temprano, de los años viejos de la familia Ospina y de la arqueología. Cada una de estas facetas potencian a esta ciudad progresista como un destino permanente, que no solo es vía de tránsito a otro eje turístico (PANACA), sino que ella en sí misma encierra el mayor potencial: su gente.

Desde y hacia ese patrimonio humano se dirige nuestra mirada escrutadora. Nuestras profesiones nos han permitido durante muchos años entrar en conocimiento de las personas que protagonizan el devenir de sus regiones. Ahora, entraremos en contacto- y en encuentro- con sus realizaciones. Por eso, cuando llegamos a su parque principal, nuestros ojos se dirigieron hacia los testimonios que forjan a la gente como el principal objetivo: vendedores de todos los órdenes, adultos mayores y turistas se combinan en el agradable ajetreo que captamos en el entorno. Y también nos topamos con una interesante exposición en mogadores. Al detenernos frente a ellos, sus textos y buenas fotografías nos demuestran la importancia de aquellos oficios quimbayunos que han enaltecido a sus pobladores.

Debemos iniciar el recorrido y lo hacemos en un centro cultural, que a veces no es el objetivo de un recorrido convencional: su Casa de la Cultura. Es entendible que otros atractivos físicos capten el interés de propios y de visitantes. Pero, cuando ingresamos a sus instalaciones, luego de recorrer media cuadra bien acondicionada como peatonal, sabemos que hemos entrado a un depósito de interés arqueológico y bibliográfico de inocultable valía. Son su muestra arqueológica y su biblioteca extensa. En la primera se destacan, tras las vitrinas, gran cantidad de objetos de cerámica. Distinguimos tipos y estilos en ellos, que también diferencian los que hicieron los pueblos del Período Temprano y, las más comunes, las vasijas del Período Tardío, o el que cronológicamente correspondía al que encontraron los españoles en el momento del contacto con los amerindios (1540).

El factor humano vuelve a destacarse. Se trata de la mención biográfica de un quimbayuno recordado, don Argemiro Buitrago. De él se sabe que fue el guaquero que más información tenía sobre la colección de orfebrería prehispánica más famosa de América y que hoy es noticia mundial: el Tesoro Quimbaya. Se dice que este curtido quindiano tenía los datos exactos sobre la ubicación de las dos tumbas matecañeras donde se encontraron los poporos y otros ornamentos de oro en 1890, cuando fueron saqueadas.

Al morir don Argemiro, su familia determinó entregar las piezas arqueológicas que tenía en su casa, para que se exhiban en depósito en la Casa de la Cultura. Ello es, en esencia, el testimonio del Tesoro Quimbaya, porque dentro de tales ceramios se pueden ver las urnas funerarias pequeñas del Período Temprano (al que perteneció el Tesoro, 500 AC-600 DC), muy similares a las que probablemente se encontraron en los depósitos funerarios del siglo XIX. En ese entonces, no existía Quimbaya como ente administrativo, ya que era sólo Filandia su cabecera principal.

Salimos de la Casa de la Cultura, no sin antes apreciar información sobre el Festival de Velas y Faroles, el evento emblemático de Quimbaya.

Nos dirigimos al sector que constituye la vía carreteable hacia Alcalá (Valle). Allí encontramos otro aspecto arqueológico relevante. Se le llaman popularmente las “tumbas de cancel”, aunque los arqueólogos prefieren denominarlas “estructuras líticas”. Antes de llegar allí, exactamente en el hoy Instituto Quimbaya, admiramos una de las esculturas del maestro Mario Marín. Igual que el resto de representaciones, sus figuras artísticas destacan las piezas de oro prehispánicas del Período Temprano.

La historia de las estructuras arqueológicas del Instituto Quimbaya es singular. Es uno de los dos sitios de estas características que se encuentra en el Quindío. Son formaciones de piedra conformadas por grandes lajas trasladadas por los indígenas hace miles de años y dispuestas como lugares de orden ceremonial. No obstante su potencial turístico, este sitio está abandonado y sólo es testigo de la presencia humana (que es escasa porque nadie ingresa a conocerlo). Un gran mural de barranquismo que se encuentra al frente. Muchas preguntas nos deja la falta de interés ciudadana y oficial por conservar estos yacimientos arqueológicos.

Partimos hacia Armenia con muchas inquietudes e interrogantes, pero antes admiramos una de las dos obras artísticas que tiene Quimbaya: el Monumento a la Madre. La otra es el Cristo que engalana la parte frontal de su iglesia principal, llamada esa parroquia como Jesús, María y José. El artista que los levantó: Buenaventura Malagón.

 

Próxima entrega: Municipio de Filandia

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