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Columnistas  |  18 febrero de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

La idiosincrasia de las ideas está en los actos.

Que se muera alguien es algo lógico y cotidiano; pero cuando uno se muere, sobra la cotidianidad y la lógica no existe.

Cada instante hay que convertirlo en algo positivo. En esto radica el secreto de la felicidad.

El orgullo no nos deja comprender que mientras estemos vivos somos muertos postergados.

Respecto a la gnoseología humana, cada quien debe ser, en la práctica, un gazapero del espíritu.

“Ser o no ser”. Como si fuese un espermatozoide en apuros.

La muerte es un simple resbalón que da la vida.

Como ejercicio de voluntad, engorda una hormiga y luego colócala en el hocico de un oso hormiguero.

La adoración es un derivado de la penumbra.

Por regla general, los dogmáticos son degenerados del espíritu.

¡Pero si por el ojo de una aguja, cabe la mirada de un camello!

El mundo es tuyo, eres carne suprema de tus huesos.

Cuando un hombre triunfa a nivel económico, se le aplaude con toda devoción. Mediocre manía de recrear los sentidos.

Reírnos con nuestra pareja matrimonial, luego de unos cuantos años de unión, nos convierte en héroes de la alegría.

Nuestra ignorancia hace del cuerpo el cauce del río eterno; hasta que el sol de la realidad evapora para siempre nuestro lecho existencial.

El día del juicio final, bebe tranquilo el jugo que queda en la nevera.

Tarde o temprano habrá un martes que nunca te ha de llegar.

Deja que la gota en la punta prosiga su camino, no toques la espina.

Hoy veo menos arrugas que ayer en cada rostro, del retrato de mis abuelos.

Sócrates acariciando el pelaje de su propio demonio.

Ruega a Belcebú que no te lean los moralistas de las esquinas del mundo, Senegal demoníaco.

Sitúa demonios y dioses, en el centro de tu corazón, confabúlate con el destino inmisericorde, que de alguna manera sacarás buena rebanada del pastel.

El trino del hermoso pájaro, posado en la mierda.

Cada rostro en busca de un rostro que rebase la máscara de sí mismo.

Ser imperecedero al investigar en la página en blanco la sombra de la página en blanco.

Llora lágrimas de cocodrilo sobre la cebolla que pica.

Humanízate antes de congratularse con el mico, que pavonea en lo profundo de tu ser.

La loca que abre su sombrilla entra en razón con la lluvia.

Me voy conmigo mismo, me llevo hasta la otra pisada de mi vida a brisa desperdigada.

El cero a la izquierda refracta, a manera de lágrima, la vida del mezquino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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