• JUEVES,  25 ABRIL DE 2024

Columnistas  |  17 marzo de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Daniel Zarta

Colombia 2018 – 2019

0 Comentarios


Daniel Zarta

En Colombia, los años 2018 y 2019 serán recordados por los próximos historiadores, analistas políticos, sociales, culturales y en general por toda la opinión pública; sólo resaltaré lo que ya muchos han mencionadoel Estado se encuentra en tal situación de crisis, motivada por la homogénea gubernamentalidad durante décadas, que el desgaste es notorio para la mayoría de la población en un momento dado. Debo aclarar que hace ya muchos años, para muchos analistas de la cosa pública, el Estado colombiano se encuentra sometido y gestionado con prácticas que no inciden en su verdadero desarrollo, la estructura de poder se deslegitimó y se acomodó a los intereses de sectores que no buscan generar utilidad social.

El análisis de la cosa pública no es sencillo, solo hago una consideración general realmente consciente de lo que estamos decidiendo los colombianos en estos dos años. El mejor camino para alguien que planteé la solución de una problemática, es aquel que se sitúa en ella, analizando lo que pudo ocasionarla, planteando lo que puede hacerse para superarla paulatinamente. Es imperativo ser muy consciente de que ese planteamiento no cause otras problemáticas y de quien pueda tener la visión de cómo podría a largo plazo desaparecerla. Allí está la esencia de una política pública, mitigar en el mayor porcentaje posible una problemática compleja.

Hoy Colombia ha elegido un congreso que en su mayoría ha jugado al pragmatismo mercantil, tú me das, yo te doy, -de hecho- causaba mucha curiosidad escuchar a los candidatos al Congreso diciendo que iban a gestionar recursos para sus regiones y que por eso debían ser elegidos, que alguien experto me corrija, pero la esencia de un congresista es básicamente legislar y realizar control político. El clientelismo se naturalizó de tal manera, que los candidatos planteaban abiertamente ser parte de lo que hoy se denomina mermelada. No es extraño, pues el clientelismo y la corrupción han sido vistos como fenómenos normales en el imaginario colectivo, ahí está lo complejo de generar el cambio para Colombia, ahí radica lo histórico de que la sociedad colombiana pueda elegir la mejor opción en las próximas elecciones presidenciales -y ojo-, en las elecciones locales.

Ante eso, lo que planteo con toda convicción y abierto a toda crítica constructiva, es que solo un candidato y su movimiento han logrado interpretar de forma sensata, tres cuestionamientos importantes: ¿En dónde estamos?, ¿por qué estamos ahí? y ¿como mitigamos esa problemática? Construyendo así, las bases para un cambio profundo y paulatino en el Estado colombiano que sane las heridas más profundas que presenta en estos momentos. En la actualidad, ninguna fuerza alternativa tendrá mayoría en el Congreso, unidas apenas lograrían llegar al 30%, lo que no permitiría el consenso necesario para promover y hacer cumplir las leyes de manera efectiva. La mayoría del congreso, está acostumbrado a llegar al capitolio -apalancado por los votos conseguidos-, a reclamar “supuestos derechos electorales”, como forma de convalidar la contratación de las regiones (sin importar cuál sea), acostumbrados a pedir o exigir instituciones públicas enteras, para repartir puestos a X o Y grupo político, beneficiando a los más cercanos amigos. Que los ciudadanos entiendan ese contexto y lo rechacen es el primer paso que debemos dar.

Luego, la propuesta de cambio debe dirigirse hacia el empoderamiento del ejecutivo, que se desligue realmente del legislativo y que logre incidir en sus territorios por medio de la generación de utilidad social a base de políticas públicas con enfoque territorial. Estaría explicado entonces, que así como las elecciones del presente año son trascendentales, las elecciones del próximo año serían la materialización de una propuesta que entendió sus limitaciones y pretende aprovechar lo que tiene por insumos. Si el gasto público se dirige hacia la generación de bienestar, estaría generando por naturaleza conciencia y allí dejaría de ser gasto y pasaría a convertirse en inversión, al parecer los que han tenido el poder durante años, estaban concentrados en el gasto público, sin entender que lo realmente importante es hacer inversión pública, estoy pensando de que fue por falta de visión, sería aún más morboso demostrar que entendían dicha diferencia y decidieron ignorarla.

Sería ridículo decir que este pequeño artículo desenrede por completo la problemática colombiana, lo que pongo a consideración, es que en un país que ha sido sometido a la violencia en todas sus formas, debe darse la oportunidad de generar en sus habitantes una relación real entre Estado-ciudadano, y no aquella relación paternalista de querer que el Estado subsidie los servicios básicos de toda la población y digo paternalista porque una sociedad madura entiende que la relación debe ser recíproca, donde confluyen conscientemente, derechos y deberes. Una propuesta que estimule al colombiano a ser parte de la solución sin despertar la polarización de clases, o de actores del conflicto, o de grupos de poder, o de cualquier entorno socio-político que lleve a la confrontación, es una propuesta que entendió la importancia de liderar bajo los conceptos de eficiencia y eficacia. Es una propuesta que le apuesta a que el ejecutivo genere inversión pública, por consiguiente utilidad social y por último conciencia.

 

PUBLICIDAD

Comenta este artículo

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net