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Editorial  |  20 marzo de 2018  |  12:00 AM

Alba Stella Buitrago, una luchadora

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La vida de Alba Stella Buitrago Pérez merece, sin duda, muchas líneas, por haber sido tan prolija en hechos sociales, económicos y políticos para la ciudad y el departamento. Su vida privada como mujer y su inclinación lésbica no nos interesa demasiado, por el momento, para los análisis históricos de la sociedad política donde vivimos. Por eso, nos atenemos a su vida pública, la que cambió el rumbo de nuestra ciudad en momentos álgidos de la política territorial y nacional.

Se ha ido de este mundo Alba Stella Buitrago Pérez, a la edad de 63 años, no tan mayor, pero sí con todos los reconocimientos que los habitantes de una ciudad le pueden hacer a un ciudadano. Esos ciudadanos la hicieron dirigente de la Alianza Nacional Popular por su aguerrida posición, cuando apenas era una adolescente, en la batalla que el general Rojas Pinilla dio para reconquistar el poder en 1970, luego del debate electoral que ganaba ampliamente, pero que al día siguiente amaneció perdiendo, tras el compromiso que la clase política tradicional –Liberal-Conservadora- tenía de mantener el statu quo del llamado Frente Nacional.

Alba Stella venía de un sector popular, deprimido, del municipio de Pereira. En Armenia halló trabajo solo en oficios varios, hasta que el bicho de la política la tocó, y al lado de Ovidio Rincón Peláez, quien fuera elegido Senador de la República por la Anapo en 1968; y luego con Gustavo Duque Quintero, senador de esa misma colectividad en 1973, hizo sus  pinos. Se ufanaba se haber sido asistente personal del propio general Gustavo Rojas Pinilla.

Desde un comienzo su bandera principal fue la construcción de vivienda para los pobres de Armenia. Y con promesas de planes de vivienda y con muchos de estos terminados, logró llegar al concejo, no una, sino durante doce años. Y, entre liberales y conservadores elegidos, ella definía las mayorías, casi siempre al lado del Cacique Ancízar López López.

Su popularidad creció con los planes de vivienda, pues el Instituto de Crédito Territorial le fue entregado en el gobierno de César Gaviria a la propia dirigente nacional de la Anapo María Eugenia Rojas de Moreno. Y, por supuesto, la seccional fue de Alba Stella. Así, se presentó ya no como concejal, sino como candidata a la alcaldía, y la ciudadanía le dio ese reconocimiento, esa dignidad y la hizo alcaldesa por el voto popular. Para entonces, logró 12 concejales, de 17 que tenía el cabildo. Fue tan grande su poder que logró que uno de los suyos, Efrén Tovar Martínez, la sucediera en el cargo.

Era la madrina de cuanto niño naciera en los barrios que había ayudado a construir: Rojas Pinilla, etapas I, II y III; Villa Nohemi, Villa Sofía, Villa Carolina y La Patria. La gente la quería. Además de concejal y alcaldesa, el pueblo le dio dos reconocimientos más: salió elegida diputada del Quindío, y en 1999, senadora de la República, en la lista de Samuel Moreno Rojas, una suplencia que supo llevar con dignidad en los momentos en los que le tocó asumir la curul.

Criticada por periodistas y políticos por sus errores en la administración pública, que la llevaron a una condena de tipo penal; por los desaciertos en algunos de los planes de vivienda, donde no todo aquel que acarició la ilusión de una casa la obtuvo, Alba Stella Buitrago Pérez se convirtió en un referente político importante en la historia de Armenia. Ella fue la primera persona, y además mujer y sin títulos académicos, que le demostró a la encopetada clase política territorial que, viniendo de abajo, de los barrios populares, también era posible alcanzar los principales puestos de mando de la ciudad que, hasta entonces, estaban reservados a la pequeño burguesía cafetera del Quindío. Derrotó a los grandes del momento: Ancízar López, Lucelly García, Samuel Grisales, en el partido Liberal; pero también a los conservadores Silvio Ceballos y Juan Zuluaga Herrera.

Se fue una mujer que, a pesar de todos sus desaciertos, como todos los seres humanos, nos dejó una gran enseñanza: ser pobre no significa dejar de luchar por conquistar el poder, bajo la democracia, y con la convicción de servirle a la ciudad, pero sobre todo a los de su propia clase. Paz en su tumba, y loas a su vida.

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