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Columnistas  |  19 abril de 2018  |  09:25 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

La suplantación está de fiesta en Armenia y Pereira

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Aldemar Giraldo

Cuando una persona se hace pasar por otra con el fin de obtener un beneficio propio, se está cometiendo un delito de suplantación de identidad. Esta acción puede tener la intención de cometer otros hechos que ya constituyen delitos en sí mismos, pero también para la contratación de servicios de telefonía, para obtener una hipoteca o un crédito, para efectuar compras, tanto en tiendas físicas como a través de tiendas online, etc.

El delito al cual hago alusión se ha vuelto pan de cada día, gracias a la aparición de internet y hackers especializados, como también, al manejo imprudente de la información personal a través de las redes sociales, pero esto no debe asustarnos en Colombia, país en donde se suplantan fiscales y funcionarios públicos frente a las cámaras. Al principio me daba risa; ahora, estoy de ojo aguado y corazón acelerado.

Siempre he pensado que las empresas que venden servicios de telefonía, internet y televisión, fuera de ser compañías que amasan grandes capitales, hacen caso omiso de muchas medidas de seguridad al momento de vender sus ofertas y asignarles a sus proveedores "cuotas" verdaderamente inalcanzables; con tal de alcanzarlas ponen en peligro, no sólo la seguridad de sus clientes, sino la calidad de sus productos. Cuando los estímulos son para quienes más venden, cualquier cosa puede pasar.

Nos iban a abrochar, nuevamente, la cláusula de permanencia; la Comisión de Regulación de Comunicaciones- CRC- expresaba que era necesario estimular el aumento de la penetración del servicio del internet móvil en el país y el uso de la tecnología 4G y que para lograrlo era fundamental que los operadores móviles de red ataran el servicio de comunicación móvil con ofertas en la venta de celulares. Afortunadamente, nos dimos cuenta del juego oportunamente.

Como lo expresaba en mi anterior columna, "en nuestra tierra colombiana se presentan y se viven hechos reales, pero como sacados de la chistera de un mago o el bolsillo de un payaso que ameniza una fiesta infantil"; cómo es posible que en un mismo año, una dama que vive en Bogotá y quien es usuaria, en la misma ciudad, de Claro-Telmex y Tigo-Une aparezca, de la noche a la mañana, con nuevas obligaciones en Pereira, UNE y en Armenia, Claro-Telmex, sin haber solicitado allí servicio alguno; pero, la fantasía no para allí, está reportada como deudora morosa en la Centrales de Riesgo y ese informe negativo pone en tela de juicio su nombre y honra.

Algo más, al apelar en Armenia, la compañía, previo análisis de la información, concluye que un tercero ha suplantado su identidad y que la deuda no es responsabilidad de ella; sin embargo, en Pereira, Claro-Telmex señala que los soportes de venta son correctos y que no hay inconsistencias internas que hagan presumir fraude, de allí que se continuará con la gestión de cobro. ¿Será que Ivonne tiene el don de la ubicuidad y vuela, espiritualmente, desde Bogotá a Pereira y Armenia? ¿O será que alguien le ha comprado propiedades en la zona cafetera sin tener noticias de ello? ¿O será que vive en la capital y compra los servicios en ciudades distintas?

¿O será que las bases de datos de estos pulpos de la información son utilizadas por quien las necesite, así sea, para suplantar a los usuarios y cometer toda clase de ilícitos? Según esto, todos los días debemos preguntar en la Centrales de Riesgos y en Data Crédito, cuántas cuentas nuevas tenemos y qué deudas nos han regalado. Lógicamente, es urgente visitar la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos, todos los viernes, para saber cuánto ha crecido nuestro patrimonio y consultar las bases de datos de todos los juzgados y la Registraduría Civil para no pasar por ladrones sin conocimiento o vivos sepultados.

Como decía mi abuela: "Bueno es cilantro, pero no tanto".

 

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