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Columnistas  |  20 mayo de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Culpar tanto al hombre que habla con maldad, como a quien obra con maldad al escuchar.

Gracias a Dios yo existo, me dijo el discurrir de la incertidumbre.

Epitafio: Ah, que fatalidad, por fin me tocó vivir mi polvo eres.

¡Cuántas masturbaciones han salvado un mundo!

Una gran parte de la humanidad es un monumento viviente a la estolidez.

Soplo la hormiga que corre sobre mi piel; en mi corazón se rompe un mundo en mil sombras.

muerte es una tejedora que a su manera va deshilando nuestras ilusiones.

La fábrica de la pobreza es la industria que menos desempleo da.

Solo el hombre que ame la verdad puede descubrir a su Dios, oculto en la diestra de sus propias mentiras.

El hombre cuerdo es solo una tesis disyuntiva del loco.

Cuando me preguntan si creo en Dios, respondo: ¿Qué clase de ropa interior llevas puesta en estos momentos en que el vuelo del pájaro es viento visible?

El orgullo es siempre casual con la idiotez.

Para empezar a superar las dificultades, se necesita ser un gran visionario de todo cuanto ha sucedido.

Asumir nuestras posibilidades como una metáfora de la realidad.

En la indiferencia se halla con facilidad la epistemología de la violencia.

Nacer es solo una sugerencia de carne y huesos, para el hombre que aún no practica el milagro de haber nacido.

Somos hijos del deseo, de la ilusión, de la lascivia; y en ocasiones de una repulsión con mala suerte, es decir de un aborto frustrado.

El remedio para estar a todo instante felices, es permanecer asombrados de las maravillas que nos ofrece el instante de estar vivos.

La vulgaridad huele a materia fecal, espiritualizada por la estupidez humana.

Arreglar cuentas con la justicia divina. ¡Ah, contabilidad macondiana!

Ser precavido consiste en ahorrar el dinero exacto, con qué comprar algún día la ración personal de cianuro.

El cinismo es la menopausia del sarcasmo.

Aún sin morir, me es perogrullada morir.

¿Para qué preocuparnos por la extinción de los micos, si hay superpoblación humana?

El dolor físico me hace gritar sandeces contra mi mundo impío.

La poesía es una casa que no tiene puertas, solo ventanas sin muros.

La verdadera locura es el arte de ser fantástico.

Desde nuestro nacimiento la vida se disfraza de años. De todas estas máscaras, la más convincente es cuando se acomoda en un ser en estado moribundo.

Rojo en el rojo, mientras que el blanco hace perder la razón al siquiatra.

¿No habrá un Dios más omnipotente que me inspire a creer en Él?

Soy un prófugo del suicidio.

Sólo pido una palabra que dé sol a mi espíritu, para salvar este día de tormenta.

Vete a las cinco, vete a las seis, vete a la hora de las flores, vete en el tiempo del murciélago, vete en el momento del sonido del agua sobre el zinc, vete en el transcurso de la sombrilla cerrada, vete porque sí, vete porque no, a las tres en punto cuando ha de ocurrir la granizada.

Del punto y coma, del monólogo interior del Ulises de Joyce, para allá…

Más allá del bien y del mal, el hombre de ideologías inconclusas.

La eternidad se disgrega y vuelve espejismo el tiempo.

En estado agónico, escribir lo putrefacto de haber nacido.

Adelante del hombre, el tiempo llevando la osamenta de la vida a cuestas.

Erotismo, manantial para “beber” la carnalidad.

Nuestra democracia, es un bozal puesto en el hocico de la libertad.

Durante cada segundo que logremos sobrevivir en este mundo de violencia, podremos comprender que cumplimos un año más de vida.

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