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Editorial  |  20 mayo de 2018  |  12:00 AM

Rehagamos al Quindío

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Dentro de un año estaremos peor.

Dentro de un año estaremos peor. El detrimento socio económico es progresivo en el Quindío. Claro que hay algunos que no lo perciben: la dirigencia política.

El desempleo es de un 14,6%, casi seis puntos por encima del promedio nacional, y con tendencia a aumentar. En Armenia se calcula que hay 60.000 personas en edad productiva desempleadas, sin contar el subempleo que crece a borbollones. El PIB regional disminuirá, si nos atenemos a la compra de predios rurales en forma masiva por parte de capitales externos, pasando a pastos las tierras de café, plátano y frutales, por un lado, y al nulo crecimiento de la manufactura y la industria en la ciudad, por el otro. Es decir, no habrá crecimiento económico.

Las hectáreas de café sembradas en el Quindío disminuyeron en más de un 70%. El café era un generador de riqueza impresionante en el campo, en el comercio, en el transporte. Eso se acabó. El aparato productivo se murió, sin que nadie desde el Estado y la institucionalidad se anime a revivirlo. No es fácil. Son casi 100 años de historia en la producción de café que nos dejaron una cultura perezosa, paternalista y dependiente. Heredamos una clase dirigente con invalidez mental.

¿De qué vivimos los quindianos hoy? Tenemos una economía narcotizada que no hay que condenarla porque los discursos moralistas se hicieron añicos cuando la gente perdió el aparato productivo y la dirigencia no le ha respondido, pues mucho de ellos se aliaron con aquellos.

También vivimos de las divisas que envían nuestros familiares desde Estados Unidos, España o Japón. ¿No han notado las filas en las casas de cambios los comienzos de mes? A esto le añadimos los pocos granos de café que nos quedan y los racimos de plátano que todavía sembramos y cogemos con coraje. Y bueno, el turismo, que a decir verdad, es una actividad que genera muy poca riqueza agregada, por la estacionalidad de su empleo. El turismo apenas está empezando a ser lo que muchos quieren, una alternativa económica, pero aún falta mucho.

Esta dramática situación económica y social genera inseguridad. Muchas gentes pobres no tienen más remedio que salir a robar, a atracar, a matar para sobrevivir. Y las gentes ricas, en compañía del Estado, no tienen más remedio que salir a reprimir, a encarcelar, a defenderse. Pero, ¿Es ésta la solución? No señores. Además, sufrimos la horrenda noche de la corrupción política administrativa, con exalcaldes y alcalde en propiedad, en la cárcel. Y faltan muchos más por caer en esta cacería de corrupción.

Al Quindío hay que volverlo a hacer con la energía de los primeros colonos. Hay que pensarlo desde la producción científica de las universidades, desde sus tierras ubérrimas, desde la vocación industrial de Vicente A Giraldo, desde su ubicación geográfica en el centro del país y su cercanía al más importante puerto colombiano: Buenaventura.

Al Quindío hay que pensarlo con poco café, y sin grandes extensiones de pastos, hay que pensarlo con turismo, pero sobre todo, y muy especialmente con agroindustria, hay que pensarlo en la economía regional y nacional, pero también en el mercado mundial. Despidámonos del café como la gran alternativa que fue como principal motor de nuestra economía, despidámonos también de la actividad comercial como eje principal, pues debemos reconocer que somos una ciudad pequeña, sin capacidad de consumo para las grandes superficies comerciales.

Concentrémonos en la pequeña y mediana industria de productos del campo, en la agroindustria como la verdadera vocación y la mejor alternativa. Concentrémonos en un turismo internacional y no de olla, y creemos algo nuevo, un centro de pensamiento, de tecnologías avanzadas, de vanguardias científicas, aprovechando los saberes y los conocimientos acumulados, jubilados o enclaustrados en nuestras universidades. ¡Rehagamos al Quindío!

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