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Editorial  |  22 mayo de 2018  |  12:00 AM

La mala hora del partido Liberal

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Pero si en lo local llueve en ese partido, en lo nacional no escampa.

En Armenia, el partido Liberal, otrora mayoritario y con figuras refulgentes, pasa por una mala hora. La presidenta del directorio departamental Luz Piedad Valencia está en la cárcel, aunque aún no está condenada por los delitos que se le imputan, igual sucede con el alcalde que los armenios liberales eligieron en los pasados comicios, el educador Carlos Mario Álvarez, que tampoco ha sido condenado, pero está preso en una cárcel de Pereira. Y qué decir de algunos antiguos militantes, destituidos y condenados por diversos delitos contra el patrimonio público.

Pero si en lo local llueve en ese partido, en lo nacional no escampa. Hay una desbandada absoluta de sus miembros y una falta de credibilidad por parte de los militantes, tanto que su candidato a la presidencia Humberto de la Calle, es casi el último en las encuestas, con menos del 2% de las preferencias ciudadanas.

Hace cerca de una década, los liberales visualizaron lo que se les venía encima, y les pidieron perdón a los colombianos por los grandes males que le han infligido. Cuando los liberales pidieron perdón lo hicieron también a nombre de los conservadores porque habían sido, históricamente, uno solo, todo hay que decirlo. Una subcultura política diferenciada pero complementaria, en términos del colombianista francés Pierre Gilhodés, dedicada al saqueo de los bienes públicos. Pero, ¿por qué, hace una década pidieron perdón, oficialmente, los miembros del partido Liberal?

Los liberales fueron incapaces de formar una nación. Se decidieron por el centralismo, de la mano de los conservadores, cuando había un país federalizado, incomunicado, con una tradición colonial de provincia y con un criollismo de intereses locales. No hubo nación, sino una colcha de retazos donde cada cacique se repartió la torta burocrática y el tesoro público, sin atender la sociedad, lo que fragmentó el poder y fomentó la corrupción.

Fueron incapaces de crear un mercado interno nacional, pues aplastaron la producción colombiana para favorecer a los grandes comerciantes importadores que nos convirtieron en un país consumista de bienes extranjeros y exportador de materias primas.

Cuando Jorge Eliécer Gaitán se dio cuenta de los errores de ese notablato y rompió con él, entonces lo quitaron del camino. Abortaron desde siempre la lógica política y adoptaron la lógica militar. El notablato se inventó la farsa del gobierno cívico-militar de Rojas Pinilla porque el asunto se le estaba saliendo de las manos. Y Rojas se les escurrió porque se dio cuenta del botín que había adentro y lo aprovechó para él y de paso lo quiso compartir con los pobres del país. Entonces lo bajaron y trece años después le robaron las elecciones presidenciales.

El Frente Nacional no fue nada más que la repartición equitativa del saqueo. Este esquema extinguió cualquier oposición, cualquier vigilancia sobre el Estado, prohibió alternativas políticas diferentes al rojo y al azul y mandó a la ilegalidad cualquier reclamo o protesta contra ellos, es decir, originó la subversión que ya tenía su germen como movimientos campesinos que se defendían de la violencia oficial.

El partido liberal y su compinche, el conservador, son culpables de la subversión armada que, por fortuna, está cerrando su ciclo con la firma de pacto de paz de este gobierno. Los liberales y los conservadores cerraron las posibilidades de riqueza a las clases medias que se quedaron sin oportunidades y no tuvieron más remedio que acudir al contrabando y luego al narcotráfico. Como dice William Ospina, si una sociedad niega las posibilidades legales en el marco de una democracia económica, quienes aspiran a la riqueza sólo tienen el camino de la ilegalidad.

Es decir, esa subcultura política colombiana es culpable del narcotráfico y por tanto de la violencia que genera. Y finalmente, el Frente Nacional fue el responsable del enorme empobrecimiento de la gente, del crecimiento de los cordones de miseria en las ciudades, trató a la gente como parias desalmados, como aquella chusma que hay que reprimir. Y entonces vino la respuesta: la delincuencia común, hija de la ignorancia, de la exclusión, de la pobreza y el resentimiento. Este caos de violencia actual, de pobreza y desesperación fue creado desde arriba por el liberalismo y su aliado el conservatismo.

Hace diez años el partido Liberal pidió perdón, pero siguió practicando el saqueo y la exclusión, con su compinche histórico, el partido Conservador. Ese mea culpa, ese pedir perdón no les dio resultados, por el contrario, lo que hoy vemos hacia esa colectividad es la indiferencia y el abandono a la bandera roja, y, por supuesto, también a la azul conservadora.

Estos dos partidos no podrán tener el poder directamente en estas elecciones, compartirán la torta, por cuenta de su arrodillamiento, de su histórica simpatía con la burocracia, los contratos, lo que ahora llaman ‘mermelada’. Su vocación de poder se perdió, porque se perdió su vocación de partido, como entidad de servicio al ciudadano. Otros serán los elegidos esta vez, de derecha o de izquierda, por ya no más partidos Liberal y Conservador, que languidecen miserablemente en el cenit de la historia colombiana.

 

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