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Columnistas  |  25 mayo de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Manuel Gómez Sabogal

Oportunistas, débiles y mediocres

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Manuel Gómez Sabogal

En las mañanas, leo diferentes periódicos online. Noticias, editoriales, notas culturales y además, algunos comentarios de lectores en diferentes artículos, editoriales o columnas.

De pronto, mirando notas en un texto cualquiera, encontré una frase escrita como una opinión y la cual decía así:

“….Y lo peor con el silencio y complicidad de sus débiles y mediocres periodistas”

Claro que faltó la palabra oportunistas. Aquellos que llegan en paracaídas y se convierten en periodistas de la noche a la mañana, después de trasegar por otros caminos sin éxito.

La frase me impactó, después de leer el texto correspondiente y notar que el lector estaba en lo cierto, pues muchos de esos periodistas son como camaleones de marca mayor a quienes les importa asistir a las ruedas de prensa a las cuales son invitados y si no lo son, porque se volvieron periodistas, gracias al oportunismo que los hizo llegar a saborear las mieles del llamado periodismo, sentándose a manteles con los demás y bautizados periodistas porque sí, porque llegaron un día de la mano de alguien y al día siguiente ya eran consumados elementos del periodismo nacional, sin producir una nota siquiera, sin conocer una máquina de escribir o un computador.

Además, se sienten estrellas y asisten a ruedas de prensa donde ni preguntan, ni responden, pero se mezclan entre todos y aparecen en todas partes. Allá llegan, porque les interesa saludar de mano a quienes son los jefes de la manada, quienes ni los conocen o sí son reconocidos, porque son asistentes a desayunos, almuerzos, comidas o eventos organizados con invitación a bordo y son los primeros en compartir fotos con el jefe, convertidos en “débiles y mediocres periodistas”, porque eso son.

Al día siguiente o posterior, van al despacho del jefe y sin pedir cita alguna, entran como Pedro por su casa y no importa si el jefe está ocupado. Allá llegan. Les puede hacer una seña y van donde los envían con la señal imaginaria para que reciban un contrato de publicidad o el comercial en la emisora o el programa de televisión. Lo demás es carpintería.

Otros, inexpertos ellos, deben acudir a llenar una serie de requisitos para participar en una licitación para un contrato pequeño. Les dan un listado como de mercado, salen con el mismo y van haciendo chulitos a medida que cumplen con la tarea.

Después de unos días de recorrer diversos sitios, vuelven, entregan los papeles, las copias de las copias, les dicen que remitan los mismos documentos al correo que se les indica y entonces deben ir a escanear y envían por correo los mismos documentos. Días después, cuando vuelven a averiguar cómo les fue, les dicen: “lo sentimos, pero en otra ocasión será”. Es decir, perdieron la licitación, porque no alcanzaron el puntaje requerido aunque tuvieron todo en regla. Otro les ganó. Y quien ganó, llegó faltando dos minutos para el cierre de la licitación, con papeles en mano. Quienes perdieron se fueron preguntándose: ¿Qué hicimos mal?

Mientras tanto, los camaleones, sin tantas vueltas, van cada mes o una sola vez y reclaman su dinero o mejor, el resultado de su jugoso contrato.

Así, pasan días, meses y años, comiendo del mismo plato. Cuando sucede algo inesperado, algo que nunca se imaginaron, porque no les interesó en lo mínimo, se vuelven periodistas serios e intensos. Graban, revisan, preguntan, hacen sondeos, es decir, se convierten en periodistas truculentos y ávidos de carne fresca, perdón, noticia fresca. Escudriñan, revisan, preguntan, interrogan, analizan lo que nunca vieron, porque no quisieron o se hicieron los locos.

Ahora, pontifican, escriben y ni se asustan o se aterran. Les parece casi que normal y la noticia no merece un extra, porque es una noticia más del día. Así mismo, no confirman, ni van a las fuentes, ni confrontan y sus noticias van directo a las redes como gran primicia….

Además, algunos de esos oportunistas, débiles y mediocres se dedican a juzgar y en el peor de los casos, a condenar a quienes fueron sus jefes o amigos, sin recurrir a pruebas contundentes. No, lo hacen en corrillos de amigos, que no se sabe si son amigos o con los de su profesión que tampoco sabemos de qué profesión hacen parte.

¡Qué vergüenza! El irrespeto y el morbo de ciertos periodistas, hacen que sienta tristeza por esa clase de periodismo amarillista que se maneja. Oyentes, rating, noticias que quieren hacer aparecer como estremecedoras, pero que en realidad son reflejo de un miedo a ser periodistas

Muchos de ellos saben, casi que a ciencia cierta, qué ocurrió, ha sucedido o acontece alrededor. Simplemente, se sienten cómodos en la tranquilidad de su oficio y prefieren saludar, asistir a las ruedas de prensa donde hay desayuno o almuerzo de trabajo y dejan pasar la noticia, porque no investigan, escudriñan, revisan.

Luego, atacan como leones a quienes les dieron contratos y mucho más, sin reparar en daño alguno. Son así. Les importa señalar, juzgar y condenar.

Otros, muy pocos, analizan, revisan, escriben, pero no juzgan ni condenan. Esperan que los jueces, la justicia sea la que decida si condena o libera. Son escasos, pero objetivos

Aquellos que juzgan y condenan sin razón alguna, simplemente, están preparados para recibir a los próximos jefes, porque son así como los conocemos, oportunistas, débiles y mediocres….

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