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Columnistas  |  18 junio de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Manuel Gómez Sabogal

Abuelo, a veces es bueno andar con un viejito

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Manuel Gómez Sabogal

El cine es una de las pasiones de Isabella. Le encantan los muñequitos y heredé ese gusto. Como todos los abuelos. Porque cada vez que un niño desea ir al cine, el abuelo es el invitado a pagar película, crispetas y gaseosa.

Antes del cine y como este comienza dos horas más tarde, ella prefiere entrar a una sala grande donde hay diferentes juegos, los cuales disfruta como todos los niños que allí hay. Encuentra los carros chocones y me debo subir a uno, ella a otro, porque es feliz chocando mi carro. Ríe con ganas cada vez que lo hace.

Después, jugar en el futbolín para ganar el partido. No pierde. Sabe cómo jugar y enredarme con una sonrisa para quedar 7 – 3 o en el peor de los casos, 7 – 0-

Terminada esa hora y media de diversión, vamos al cine. No hay por donde pasar. Dos inmensas colas nos impiden llegar a parte alguna, pues una va a la taquilla y otra a la entrada.

Me mira como diciendo: - ¿Qué hacemos? Y yo reviso, busco un amigo, pero nada. No hay cómo llegar a la taquilla.

De pronto, se me ilumina la mente y leo, allá al fondo: “Taquilla prioritaria. Mayores de 60 años, embarazadas”.

Le tomo la mano y le digo con disimulo que vamos a llegar más rápido que todos. Una niña muy cortés nos atiende.

Buenas tardes.

Por favor, dos boletas.

Con mucho gusto.

Ahí entra Isabella a preguntar:

Perdón, señorita, ¿Por qué a mi abuelo lo atiende por aquí?

Porque esta es una taquilla para personas como su abuelito.

Abuelo, a veces es bueno andar con un viejito

Y nos entramos al cine.

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