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Editorial  |  15 marzo de 2019  |  08:36 AM

El símbolo del Quindío

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El fundador del Jardín Botánico del Quindío Alberto Gómez Mejía nos propone una campaña para que los quindianos adoptemos como símbolo de nuestra identidad “ El Molinillo o Copachí, Magnolia hernandezzi, un árbol de enorme porte, que mereció la calificación de “magnificente” por el notable botánico Alwin Gentry[1], durante su visita al Quindío en 1990” Interesante propuesta que debería discutir la sociedad civil y el propio gobierno.

En verdad es necesario realizar un ejercicio público para escoger el símbolo del Quindío, lo pondría sobre el tapete la reflexión sobre la identidad y la cultura regional. Un tema que para algunos no deja de ser un capricho mental que puede revivir el nacionalismo, el chauvinismo o la xenofobia, pero que para otros representa la defensa de nuestras tradiciones, nuestra cultura y un estado mental hacia la pertenencia necesaria que debe tener cualquier localidad para defenderse de la globalización cultural y conservar los bienes naturales, culturales y materiales que mejoran las condiciones de vida del ciudadano.

Si perdemos nuestra identidad colectiva, nuestra cultura y nuestro sentido de pertenencia, estamos llamados a perderlo todo. A no importarnos nada, que es un poco lo que nos viene pasando en el Quindío. Por eso, sería bueno que las instituciones regionales se metieran en un ejercicio público para escoger el símbolo del Quindío, lo que nos pondría a reflexionar sobre ¿Quiénes somos?

En un concurso similar que hizo el proyecto Colombia es Pasión hace algunos años, se escogió como símbolo nacional el sombrero vueltiao, lo que configura a la Costa Atlántica colombiana como la región líder de la representación colombiana en el exterior. Porque como el sombrero, son famosos afuera del país el Carnaval de Barranquilla, el vallenato y Macondo, a través de Cien Años de Soledad, además de personajes como Gabriel García, Shaquira y Julio Mario Santodomingo.

En ese concurso, café fue el segundo símbolo escogido por los colombianos. Y allí, también se incluyeron (en una selección de cincuenta) el poporo quimbaya, la mula, la arepa, la orquídea Cattleya trianae, la empanada y la Palma de Cera del Quindío. Aun no se hablaba del Molinillo. Los que mencionamos que aparecen en el concurso referido están muy cercanos a nuestro imaginario colectivo de identidad. Y deberían de ser la base de la discusión, incluyendo, repetimos, el Molinillo, para que los ciudadanos voten por uno de ellos, y escojan el símbolo del Quindío. Y se podrían agregar más, por ejemplo el loro orejiamarillo, el barranquero, ese hermoso pájaro que mantiene al lado de su pareja en todas las cañadas de Armenia, la guadua, la torta de chócolo, la forcha y el sudado de pollo, para hablar solo de algunos.

El Quindío es una región que tiene una identidad y una cultura que apenas estamos empezando a reconocer y que corre el riesgo de desviarse del camino tras el enorme proceso de desplazamiento que se está presentando. Desplazados campesinos, indígenas, afro-colombianos y, sobre todo, nuevos ricos de dineros oscuros que se están apropiando de las tierras. Todos ellos vienen con sus imaginarios, sus costumbres y sus culturas a cuestas, lo que trastorna el proyecto de identidad local, o a lo mejor lo enriquecen, pero de todas formas lo cambian.

Los símbolos son importantes como ejercicio de identidad y de cultura local. Los ingleses son identificados por el té; los italianos por Leonardo Da Vinci; los españoles por El Quijote; los australianos por un canguro; los chinos por un dragón; los irlandeses por el trébol de cuatro hojas, y los norteamericanos por su arrogante bandera. Colombia escogió el sombrero vueltiao, lo que no representa nada para los quindianos, ni para los habitantes del Eje Cafetero.

Toda esta reflexión sólo tiene un propósito, que pensemos en nosotros mismos, que nos miremos hacia adentro, que nos queramos muchísimo más como quindianos, respetando a los demás colombianos. Por eso, acogemos la propuesta del fundador del Jardín Botánico, para que adoptemos un símbolo, como el Molinillo, un árbol que “llega a superar los 35 metros de altura y es propio del bosque de niebla. Dentro del fruto, de consistencia leñosa, que alcanza 16 centímetros de largo y 15 centímetros de diámetro, tiene una columna axial o “hueso” de madera, donde se hospedan las semillas de color rojo o naranja, muy apetecidas por las ardillas y los tucanes; este hueso con la implantación de un mango de madera es utilizado por los campesinos para batir el chocolate, de donde proviene el nombre popular del árbol como “Molinillo”. Produce flores blancas, muy bellas y olorosas, y hojas grandes de color verde oscuro. Ocurre únicamente en las dos cordilleras de la cuenca del Río Cauca, en Colombia, entre los 1700 y los 2600 metros de altura sobre el nivel del mar. Se han localizado ejemplares en los departamentos de Quindío, Risaralda, Caldas, norte del Valle y Antioquia”. El Quindío necesita un símbolo muy regional, no tan nacional como la palma de cera, o tan internacional como el café, y el árbol Molinillo sería perfecto.

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