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Editorial  |  13 noviembre de 2017  |  12:00 AM

Agoniza el D. Quindío, una divisa sin dolientes

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El Deportes Quindío fue una institución muy querida por los quindianos. Utilizamos el verbo en pasado porque su reputación ha sido mancillada por unos directivos que no se merecen tener entre sus bienes el nombre y el manejo de un patrimonio cultural y deportivo que tanto nos costó construir como identidad de la región.

Es una vergüenza lo que pasó con el equipo de fútbol profesional de nuestra tierra en los dos partidos de la serie de cuartos de final del torneo de ascenso. La humillación de 0-5 en Villavicencio, propinada por el equipo Llaneros, y la paliza que recibió en nuestro propio patio 1-3, destapó no solo las debilidades deportivas del onceno, sino las verdaderas intenciones de los directivos: dejar el equipo en la B, porque es más rentable económicamente, contra toda rentabilidad sensitiva de los hinchas y rompimiento total de la institución como parte de la identidad regional del Quindío.

Al señor Hernando Ángel, dueño del equipo, no le importa el Deportes Quindío, solo le interesan los pesos que se puede ganar, y como el capital siempre busca su mejor interés, el de Ángel está en mantener el equipo en la B, pues recibe el dinero de la Dimayor, el jugoso contrato de los derechos de transmisión de televisión y lo que pagan las empresas que mantienen publicidad en el estadio y en otras instancias donde participa el equipo.

Pero, además, obtiene grandes dividendos mostrando los muchachos del Valle del Cauca que juegan en este equipo, como una vitrina para vender sus derechos deportivos a otros oncenos del rentado colombiano. Miles de millones de pesos gana Ángel por estas vías, mientras lo que invierte en el equipo es mínimo. Los refuerzos del Deportes Quindío, en cada temporada, vienen de equipos de inferior condición deportiva, algunos también de propiedad del propio Ángel. La nómina de los cafeteros es, tal vez, la más chica de todos los equipos de la B, y, además, lo que paga por el uso del estadio Centenario en Armenia es una ‘bicoca’.

No le importa a este señor la taquilla, porque esos pesos que se recogen por entrada al estadio no representan absolutamente nada frente al jugoso negocio que se tiene con los miles de millones que recibe de la Dimayor, los derechos de transmisión de televisión y de la venta de jugadores. Y al no importarle la taquilla, pues es lógico que no le interesan los hinchas. Para Ángel los hinchas son un estorbo, lo que significa que no hay ni un ápice de amor por la divisa, por la camiseta quindiana, ni mucho menos por la identidad, la cultura y el deporte del Quindío.

Un equipo al que no le importan sus hinchas, que le tiene sin cuidado jugar en un estadio vacío, es un equipo sin alma, sin espíritu, sin la esencia del fútbol, que son aquellos que lo siguen y lo quieren. Para qué jugar fútbol profesional o en una liga si no se representa a nadie, o mejor dicho, no se quiere representar a nadie, como le pasa al Deportes Quindío. Un equipo que no quiere hinchada, que no hace nada para que esta se sienta feliz con los triunfos en el campo, es un equipo agónico, un cementerio donde se ha perdido la pasión, el ímpetu y el amor propio. Y eso es el Deportes Quindío, y lo seguirá siendo mientras esté en manos de Hernando Ángel.

Quien pierde, cada que el Deportes Quindío cae en el campo, en forma miserable y vergonzosa como en los dos partidos de la serie de cuartos de final, no es el señor Ángel, ni esos muchachos sin alma deportiva, sino los quindianos, que nos resignamos a la claudicación, a la muerte de una institución histórica y querendona del departamento, a manos de un comerciante foráneo y sin respeto por un nombre tan grande y trascendental como el del Quindío.

Rechazamos y condenamos la violencia en los estadios. Pero también es necesario mirar la psiquis de los hinchas del Deportes Quindío, heridos en su amor propio, que les obligó protagonizar los bochornosos actos en el estadio de Villavicencio cuando su escuadra fue humillada por el rival. La reacción de esos hinchas no fue contra Llaneros, el equipo ganador, sino contra la desidia y la falta de vergüenza de los nuestros. Como se diría en el viejo Código Penal, se actuó con ira e intenso dolor, por la humillación de la que fueron víctimas.

Agoniza nuestro equipo, en manos de un traficante de nuestras ilusiones y nuestra identidad, y, lo peor, sin dolientes.

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