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Editorial  |  20 diciembre de 2017  |  12:00 AM

La ruta De la Vieja

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¿Por qué no existe una ruta comercial y de pasajeros por el río De la Vieja? Este es un río de aguas con profundidad media, que bien podría tener en sus agua, entre La Tebaida y Cartago, por lo menos, rutas comerciales, de transporte de mercancías, pasajeros y, por supuesto, turística. Muchos de los productos del Quindío y parte del norte del valle podrían encontrar por allí una ruta más expedita y mucho más barata. Y también los pasajeros, en embarcaciones de bajo calado.

Hoy en día hay una ruta, que cubren varias empresas, de tipo turística, que se hace en balsas de guadua. Un recorrido en balsa por el río De la Vieja es volver cinco siglos atrás, cuando – según la leyenda- el capitán Miguel Muñoz, de las huestes de Don Sebastián de Benalcázar, se adentró en un río, afluente del Cauca, donde encontró una mujer “...llena de espesas rugas la pelleja, pero con tantas joyas su persona como si fuera moza fanfarrona...”. Según la descripción de Don Juan de Castellanos en sus Elegías de Varones Ilustres de Indias, la vieja era fea, pero atractiva por sus brazales, collares u orejeras “...cinta de oro batido le rodea el vientre, los ijares y caderas, los cuales joyas en ajenas manos pesaron ochocientos castellanos...” Don Miguel sintió pena de la vieja por llevar tan pesada carga “...con lástima de ver edad tan larga traer a cuestas tanta pesadumbre, más él no rehusó llevar la carga ni de subir con ella por la cumbre...” Desde entonces, el río se llama De la Vieja, que en la región se conoce más como el río La Vieja.

El recorrido se hace en una balsa rudimentaria pero fina, construida con guaduas amarradas a travesaños del mismo material, muy parecida a la balsa de oro de Los Muiscas. Los bogas no llevan remos porque la corriente suave arrastra la embarcación. Ellos manejan la balsa con largas y delgadas palancas de guadua que chocan contra el fondo del río. Todo como lo hacían los antiguos pobladores, los quindíos, pindanáes y quimbayas.

Esas baldas hacen doce kilómetros de río que se inician en Puerto Samaria en el municipio de Montenegro, pasan por Puerto Alejandría en Quimbaya (muchos nombres locales recorren parte de la historia bíblica) hasta llegar a Piedras de Moler en Cartago, Valle del Cauca. En esos doce kilómetros se pueden apreciar bosques nativos con flora andina tropical como guaduales, cámbulos, laureles, caracolíes, guamos, ceibas, balsos, carboneros, cauchos y zarcillos de monte, en donde anidan y trepan gavilanes, loros, garzas negras y blancas, barranquillos, garrapateros, guatines, osos hormigueros, ardillas, armadillos y boas.

A la hora del almuerzo, la balsa se arrima a una mole de piedras a orillas del río, y se sirve un fiambre de pollo con arroz, yuca y plátano, envuelto en hojas de biao que le deja a la comida una exquisitez inigualable. Los viajeros pueden visitar dos cascadas que se encuentran río abajo, entrándose en la montaña y que provienen de pequeños afluentes de La Vieja. Se trata de los saltos Yolima y Manaví donde se encuentran colibríes y monos aulladores. También se puede ir a la casa del Ermitaño, un hombre que vive solo hace muchos años y que produce en su cabaña un vino de palma chonta. Los turistas también pueden ir provistos de varas de pescar y aventurarse a capturar bocachichos, nicuros, jetudos, corronchos y una que otra sabaleta.

Qué bueno que el Río de La Vieja sirva para algo más que sacarle arena y  echarle inmundicias desde las ciudades que los circundan. Y qué interesante sería que

un macro-proyecto hiciera del río una vía de comunicación expedita, más allá de la turística, en aras de agrandar las alternativas de comunicación entre nuestros pueblos, sobre todo de la población campesina.

 

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