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Editorial  |  18 mayo de 2021  |  02:05 PM

Mercados campesinos, una oportunidad única

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El paro nacional que completó 21 días le abrió el paso a una vieja y maravillosa actividad que se había extinguido en nuestro medio: los mercados campesinos cada ocho días. Hasta hace unos 80 años, los campesinos del Quindío venían por lo menos una vez a la semana a los pueblos para vender sus productos de pan coger: maíz, trigo, plátano, yuca, papa, hortalizas, frutas, panela, huevos, peces, pollo, queso, leche y otros más, provenientes de sus granjas, adjuntas a los cultivos de café. Eran toldos que con ayuda de las autoridades municipales se elevaban en las plazas principales, donde se establecían los campesinos con sus productos frescos para ofrecerlos a la población.

Esos mercados fueron reemplazados, en los años treinta y cuarenta del siglo pasado por las modernas plazas de mercado o galerías, más organizadas e higiénicas, donde llegaban los mismos productos, pero sin la original venta directa por parte del campesino. Este dejaba sus cosechas en manos de un comerciante, donde empezaban a encarecerse. Y, por supuesto, el cultivador recibía menos dineros por lo que había cosechado.

Luego llegó lo peor, ‘el bautizo’ de los productos que venían del campo por parte de los comerciantes de la plaza. Se trataba, una práctica que persiste, de ponerle un precio a ese producto apenas entraba a la plaza, y con ese precio bajo se quedaba en detrimento del ingreso del campesino. Muchas veces, el cultivador tuvo que vender muy por debajo de su costo de producción. Esto desmotivó al productor del campo y los bienes de pan coger, prácticamente desaparecieron de nuestras fincas.

Los mercados campesinos que se han realizado en las últimas tres semanas en el Quindío, en casi todos los municipios, nos muestran una oportunidad sin precedentes para volver a darle valor al producto cosechado por el campesino. Es necesario seguirlo incentivando, motivarlo, promocionarlo y patrocinarlo desde el gobierno. Y, evidentemente, organizarlo, para que funcione como un sistema eficiente.

Lo primero es dejarlo siempre un mismo día, ojalá los sábados, pues es el día más tradicional del mercado, y para el campesino es mucho más cómodo acudir al pueblo ese día con sus productos, para dejar el domingo como el día de su descanso. Se debe, de paso, ofrecer un transporte eficiente y barato para esos productos, y este es un deber del gobierno de cada municipio, lo que se puede hacer con las flotillas de yipaos que existen en cada localidad. En el mismo sentido se debe empezar a pensar en una cadena de frío, para la comercialización de productos lácteos y carnes, especialmente pollos y pescado.

Es necesario tener información confiable sobre las cosechas en cada vereda, con el propósito de rotar los productos y sus oferentes, para no caer en un problema de exceso de oferta y auspiciar la baja de precios, es decir, tratar de no hacer un mercado competitivo en términos del capitalismo salvaje, sino conservar la economía campesina como estrategia de equidad para vendedores y compradores.

Los gobiernos deben destinar una infraestructura mínima para la realización de esta actividad: un sitio cómodo y estable, los módulos de los vendedores, transporte adecuado, cadena de frío para lácteos y carnes, una tropa de aseo permanente y un grupo de funcionarios o contratistas dedicados a esta labor, desde el levantamiento de la información en cada vereda, la promoción de los cultivos y su llegada al sitio de venta, hasta la atención del campesino en su estadía en el pueblo.

También es recomendable empezar a recuperar cultivos perdidos en nuestra región, como la papa, el trigo, el propio maíz, y un importante número de verduras y frutas que son traídas de otras partes del país. Para eso sería muy importante recuperar las acciones y funciones de las antiguas Umatas de los municipios y darles mayor presupuesto a estas y a las secretarías de agricultura.

Es común oír decir que las crisis deben convertirse en oportunidades. Pues aquí, la crisis del paro nacional nos brinda una oportunidad única, de volver a los históricos y maravillosos mercados campesinos, como se ha hecho en estas tres semanas, con voluntad política de dejarlos y consolidarlos.

Es necesario, finalmente, despertar también el sentido solidario de los ciudadanos, para que acudan siempre a comprar los productos frescos del campo, cada sábado, para ayudar al campesino nuestro en su dura tarea, pero también para mejorar su propia dieta alimenticia.

No se trata de crear una antigua sociedad autárquica, pero sí un pueblo con seguridad alimentaria. Estamos seguros que esos mercados campesinos no van a generar una competencia importante a los supermercados y grandes superficies, pero sí se convertirán en una ayuda solidaria muy especial para el hombre que día a día, en la montaña, en medio del mejor aire y los vientos de risco del Quindío, trabaja la tierra para proporcionarnos vida a través de los alimentos que cultiva.

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