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Editorial  |  29 diciembre de 2017  |  12:22 AM

Gobernador, ni bien, ni mal

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No es conveniente para ningún analista atreverse a hacer balances de las administraciones municipales o departamentales en el primer año de gobierno, pues es apenas el arranque, las primeras de cambio como se dice en el argot ciclístico y los resultados de lo que prometió en su campaña electoral aún no tienen tiempo de maduración.

Cosa distinta es cuando han trascurrido dos años, donde ya se pueden ver algunas realizaciones, pero también el criterio y la garra o no del nuevo gobernante, lo que orienta lo que va a ser en los próximos dos años, últimos de su mandato. Nos atrevemos hoy, pues a mirar el balance del gobernador del Quindío en estos dos primeros años.

Su primer año fue traumático porque le pusieron talanqueras, palos en la rueda para no dejarlo gobernar. No hay nada peor que quien pierde el poder quiera quedarse con él a punta de estorbos, maledicencias, politiquería y actuaciones indecorosas, corruptas, ilegales, como sucedió con la presentación de varias ordenanzas por parte de la exgobernadora Sandra Hurtado, dirigidas a lanzar torpedos a un gobierno que venía bien intencionado. Esos torpedos, frenaron por completo el gobierno del padre Carlos Eduardo Osorio Buriticá en el primer año.

Para el segundo, 2017, la cosa fue diferente. Sabemos que no tenía el gobierno suficientes recursos para acometer varios de sus programas y metas del Plan de Desarrollo, pero de alguna manera se ha puesto la camiseta al servicio de las causas pequeñas.

El gobernador ha recorrido el Quindío, sus municipios, sus barrios, sus veredas llevando un aliento, una voz de esperanza y la acción directa del gobierno con las comunidades más pobres. Una labor de pastor de la Iglesia, como lo que ha sido siempre el gobernador, buscando los más pobres y necesitados y creando fórmulas para sacarlos adelante, generando asociaciones y pequeños negocios para que las familias tengan y mantengan un sustento.

Ha tenido cuestionamientos serios por parte de los ciudadanos, como los millonarios contratos a los señores Fernando Medellín y Guillermo Casasbuenas, que, de alguna manera, el gobernador los ha justificado y con terquedad los mantiene en la administración como contratistas, a pesar de que no tienen ningún vínculo con el Quindío. Sin embargo, el mandatario puso en marcha la denominada urna de cristal y está por dar al servicio el salón donde cualquier ciudadano puede consultar todos los contratos y las empresas de toda índole pueden participar de todas las licitaciones. En materia de corrupción, hay que decirlo, no hay ningún escándalo que pueda enlodar la administración hasta el momento.

En realidad, son pocas las realizaciones hasta el momento, pues los esfuerzos para consolidar una inversión externa, extranjera, en el sector agropecuario y de las tecnologías en el Quindío no han tenido aún frutos positivos. No se ha pasado de los viajes al exterior, de las visitas de los expertos e inversionistas, de los anuncios y la retórica. Faltan dos años, esperamos que se concreten los negocios.

Las inversiones en obras públicas han sido, prácticamente, cero, excepto el arreglo de algunas escuelas y restaurantes escolares. No hay recursos, es la verdad. Solo se cuenta con algunas asignaciones del gobierno nacional, en la que se destacan los $60.000 millones para el aeropuerto El Edén; y las de regalías, que serán ejecutadas a partir del año entrante, como los $14.000 millones para el programa de Quindío bilingüe, o el plan de placa-huellas, entre otros.

En realidad, al gobierno departamental de Carlos Eduardo Osorio le tocaron las ‘vacas flacas’ del gobierno nacional, donde la disminución del presupuesto y el déficit fiscal no le permiten a la nación invertir en los territorios, como sí se hizo en el cuatrienio anterior.

Hay que rescatar la jornada única en colegios de algunos municipios donde se trabajan las escuelas musicales y de artes, como un verdadero ejemplo de lo que debe ser esta propuesta educativa. También el trabajo social con los ancianos y el rescate del hospital San Juan de Dios y el hospital Mental de Filandia.

No le ha ido muy bien al gobernador, pero tampoco podemos decir que le ha ido mal, especialmente, repetimos, por la puesta en marcha de la urna de cristal y una política de transparencia en el manejo de los dineros públicos. Arranca la segunda mitad de su gobierno, con experiencia y con la posibilidad de recursos provenientes del Sistema Nacional de Regalías, que no son tantos como en el cuatrienio pasado; además de los posibles recursos del crédito por $35.000, con los que se pueden hacer interesantes obras para el departamento, aunque no tanto como las necesidades de la región. Esperamos un mejor gobierno en estos dos años venideros.

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