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Editorial  |  09 junio de 2023  |  07:56 AM

Colegios del Quindío, asediados por el microtráfico

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El poco interés por el conocimiento, la adición a las redes sociales y a las drogas, la baja autoestima, la inestabilidad familiar y la poca o nula responsabilidad de muchos padres de familia, son entre otros los factores que vienen afectando la educación en los colegios oficiales de Armenia y el Quindío en donde la baja calidad de la educación aumenta de manera alarmante.

Estos factores alteran la atención de los niños y adolescentes, siendo el más grave el consumo de alucinógenos. No es el uso de fármacos para pacientes siquiátricos la principal causa que atenta contra los estudiantes como lo han priorizado las autoridades educativas. El problema es más profunda y grave.

Para nadie es un secreto que al interior de los establecimientos educativos el consumo de sicoactivos se ha disparado de manera preocupante. Existen en estos centros distribuidores de droga que llegan como estudiantes con la misión no solo de la distribución, sino el de poner en práctica mecanismo para que sus “compañeros” de aula y de colegio se conviertan en adictos, en compradores. La situación la han evidenciado maestros y directivos, que no poseen las herramientas necesarias para enfrentar a ese monstruo del microtráfico que además, sin pena ni gloria se pasea a la salida de los colegios para proteger su negocio y atentar contra los que se oponen o contra su regular competencia.

Lo peor es que el negocio tiene lamentables consecuencias. Profesores amenazados y estudiantes con alto grado de consumo, baja voluntad para el estudio y comportamientos inadecuados son el pan nuestro de cada día en las instituciones educativas. Esos muchachos “problema” rotan cada año o cada 6 meses de colegio en colegio como única alternativa de las instituciones educativas y acudientes para sacarlos de ese mundo en el que ingresaron sin darse cuenta, carentes de la protección de un Estado que continúa de espaldas a la Escuela.

En los colegios de Armenia hay enfrentamientos, peleas a diario, la mayoría originadas por la disputa de territorio. Es común encontrar a la salida de los colegios a jóvenes con vestimentas, caras y acciones que los identifican no solo como consumidores sino como distribuidores pertenecientes a bandas que operan en el sector educativo en el que hallan un gran potencial para el negocio de las drogas.

Estas bandas que operan en los colegios de Armenia y el Quindío tienen igualmente a su favor los celulares. Se valen de las redes sociales para meter de lleno en el negocio a los ingenuos adolescentes a través de juegos, citas, retos, desafíos, cizañas y toda clase de artimañas en las que mantienen a los estudiantes inmersos en un mundo en el que el estudio poco o nada importa.

A ello se agrega el desajuste de muchos de los hogares quindianos: padres separados, papá o mamá en el extranjero, es decir los llamados hijos huérfanos de padres vivos; o en la cárcel, desplazados, una gran cantidad de niños y adolescentes al cuidado de los abuelos que ya no tienen la suficiente fuerza para atenderlos, otro tanto provenientes de hogares sustitutos en los que cambian más de mamá que de ropa interior sin ningún reparo de sentimiento por parte de los entes encargados de ese programa, factores estos que son caldo de cultivo para las bandas delincuenciales.

Y hay más. Las instituciones educativas carecen de personal profesional para atender las “enfermedades sociales y por ende sicológicas” que padecen los estudiantes. Paradójicamente y sin ninguna lógica por cada institución educativa sólo hay una orientadora para atender dos o tres sedes educativas con más de 1.400 estudiantes.

El problema es más profundo y grave, como queda dicho. Armenia y el Quindío está en la estadística nacional como uno de los territorios en donde se presenta mayor consumo de estupefacientes. Ha habido un descuido total por parte de las últimas administraciones, tanto municipales como la departamental. El panorama es deprimente y más aún al no existir programas serios, políticas de Estado y no de gobierno para enfrentar este flagelo que está acabando con nuestros jóvenes, muchos de los cuales van a engrosar la población de habitantes de calle que también ha crecido de forma desmedida en la capital quindiana.

No son los tableros inteligentes, las tablets, los computadores o los promocionados programas de las secretarías de la TIC lo que se requiere en estos momentos en los colegios. Se requiere, urge la atención de las administraciones gubernamentales, de las alcaldías, de la gobernación, de las secretarías de educación. Es ya, es urgente la intervención de profesionales de la psicología, de programas que verdaderamente atiendan esta enfermedad que está carcomiendo, en nuestras narices, no solo el futuro de nuestros niños y adolescentes sino su ahora, su presente, y el de toda la sociedad.

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