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Editorial  |  07 mayo de 2018  |  12:00 AM

Elecciones: una historia sin resolver

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Rogamos, hacemos votos para que no se repita la historia de Gaitán.

Para muchas personas adultas en Colombia, en estas elecciones de mayo de 2018 están vigentes la mayoría de elementos de hace 70 años, en la confrontación liberal-conservadora por el poder que tuvo el infortunio de la muerte del líder Jorge Eliécer Gaitán. Pero también la discusión sin fin de la izquierda entre los militantes del Moir y el Partido Comunista, que fue tan popular en la década del setenta del siglo pasado.

El Laureano Gómez de 1948 está presente ahora en la figura de Álvaro Uribe Vélez, ambos detrás de sus candidatos, aquel a la sombra de Ospina Pérez, y el de hoy a la de Iván Duque. Los colores de sus banderas tienen algunos parecidos, donde resalta el azul, un poco más desteñido el de hoy. Y, las ideas, son iguales: Estados y religión juntos, defensa de la familia y de la institucionalidad decimonónica, militarismo como defensa y propiedad privada para proteger los grandes terratenientes y propietarios del capital.

El Jorge Eliécer Gaitán de 1948 tiene unos enormes parecidos con el Gustavo Petro de hoy. No en lo físico, por supuesto, pero sí en las ideas que movía en su pueblo. Derrotar la oligarquía, cerrar la brecha de la desigualdad y del ingreso económico, apoyar el acuerdo de paz, educación gratuita, reforma agraria integral, darles tierra a muchos más campesinos, en fin.

Y como hace 70 años, ambos contrincantes hablan del peligro de ser asesinados, de las amenazas que se ciernen por la polarización política. En el lado de centro político liberal estuvo, en las elecciones de 1946, Gabriel Turbay, cuya disidencia provocó la pérdida de las elecciones de ese año. Ahí está pintado el Humberto de la Calle de hoy, o si se quiere, Sergio Fajardo.

Por el lado de la izquierda, el fenómeno del distanciamiento de las dos principales líneas, vuelve a tener vigencia. Cuando creíamos en la reunificación a partir de la creación del Polo Democrático, resultó que los líderes no se aguantaron, no se soportaron, no tuvieron la suficiente capacidad de tolerancia para vivir en la diferencia, y se abrieron. Así, el Moir de los años setenta, volvió a su posición radical, y se quedó con el candidato Fajardo, mientras que los comunistas, en su mayoría, se decidieron con Petro, es decir, otra vez divididos.

Todo esto lo que indica es que esa historia política, que ha generado tanto dolor en el país, no se ha resuelto. Mientras la mayoría de los países de América Latina y, por supuesto, de Europa, superaron estas diferencias y conflictos de las ideologías y pudieron pasar la página de la violencia y de la polarización, en Colombia aún sigue vigente.

Rogamos, hacemos votos para que no se repita la historia de Gaitán y, por lo menos esta vez, la civilidad prime sobre la barbarie. Que gane cualquiera, que la preferencia de la gente, así sea equivocada, se respete, y que las diferencias se diriman en el diálogo y el entendimiento, pero jamás, otra vez, en la guerra. Esta historia se tiene que resolver, esta vez en el respeto y la tolerancia, para mirar una Colombia nueva, distinta, con un horizonte esperanzador.

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