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Editorial  |  25 mayo de 2018  |  12:00 AM

Elecciones sin las Farc

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Pero con ella como elemento dinamizador de las ideologías de derecha y de izquierda en Colombia.

A tres días de las elecciones presidenciales, primera vuelta, hay una cosa absolutamente clara: Las antiguas Farc, acogidas a un acuerdo de paz con el gobierno y convertidas en partido político, no han sido ni han hecho nada de aquello que se les endilgó sobre su posible actuación en los comicios.

A los colombianos se les llenó de terror, con el acuerdo de paz, diciéndoles que con la firma de ese armisticio el jefe de la Farc, Timochenko, se convertía en el virtual presidente de Colombia. Ahora vemos que Timochenko, Rodrigo Londoño Echeverri, no es ni siquiera candidato, ni las Farc tienen aspirante a la presidencia de la República.

También se dijo que se tomarían el Congreso de la República, y quedó claro en las elecciones pasadas para esta corporación, que la Farc solo obtuvieron 50.000 votos y necesitaban mínimo 550.000 para lograr curules por esta vía. Se conformaron con los cinco puestos que por derecho les otorgó el acuerdo de paz.

Nos mostraron en las redes sociales presuntas caletas y caletas de dólares con lo que las Farc iban a comprar las elecciones. Todo eso resultó falso, montajes, por lo demás, burdos, que solo buscaron intimidar y producir miedo entre la población colombiana.

De manera que, como dijo ayer un informe de prensa, “la Farc, el partido político heredero de la antigua guerrilla, llega en silencio y envuelto en polémica a las primeras elecciones presidenciales colombianas, que se celebrarán el próximo domingo, tras la firma del acuerdo de paz con el Gobierno”. Y ese silencio se extiende a que, el movimiento no ha apoyado públicamente ninguna candidatura.

La Farc no solo llega en silencio a estas elecciones, sino con un sabor de derrota. Primero, porque el electorado colombiano no la acompañó; segundo, por la cantidad de exmilitantes acogidos al proceso y que han sido asesinados, así como por los incumplimientos del gobierno a lo pactado, y tercero, por la detención de uno de sus principales líderes, Jesús Santrich, acusado de narcotráfico después de la firma del acuerdo.

Es claro para los colombianos, sin necesidad de meterle terror a las gentes, que la Farc goza de un rechazo generalizado de la población, porque aún está en la retina ciudadana los secuestros, los asesinatos, los retenes en las carreteras, las extorsiones y las tomas sangrientas a pequeños pueblos apartados de la geografía nacional. No había necesidad de meterle miedo a la gente diciéndoles que Timochenko iba a ser presidente, para que el pueblo rechazara sus posiciones políticas.

El domingo se celebran las primeras elecciones presidenciales sin una guerrilla como las Farc como actor perturbador, en los últimos 60 años, lo que es muy positivo para la democracia. Sin embargo, es precisamente el acuerdo de paz con esta guerrilla lo que ha polarizado la contienda electoral que, sin duda, pasará a la historia por su connotación de los extremos, la derecha de Duque y la izquierda de Petro, que, seguramente, serán las dos tendencias que se disputarán, en segunda vuelta, la primera magistratura del Estado.

Elecciones sin la guerrilla de las Farc, pero con ella como elemento dinamizador de las ideologías de derecha y de izquierda en Colombia.

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