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27 mayo de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cerámica del período correspondiente al Tesoro Quimbaya, otro conjunto arqueológico por valorar.

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Imagen informe especial

Por: Jorge Hernán Velásquez Restrepo y Roberto Restrepo Ramírez.

La cerámica, también llamada alfarería, o simplemente barro, ha estado ligada a todos los procesos sociales e históricos de la humanidad. Es muy importante destacar que en un sitio cercano a nuestra costa atlántica, llamado Puerto Hormiga, fue donde primero se tuvo noticia en toda América de la existencia de elementos de cerámica por parte de nuestros primeros pobladores, que databan de 3.000 años antes de Cristo. Estos descubrimientos, efectuados por Gerardo Reichel Dolmatoff y su esposa Alicia Dussan de Reichel en el año de 1962, pasaron a un segundo plano recientemente, cuando otros arqueólogos encontraron en San Jacinto, Departamento de Bolívar, elementos de cerámica más antiguos: 4.000 años antes de Cristo. Estos elementos de cerámica fueron utilizados principalmente con fines de almacenamiento de alimentos y no para cocinarlos, lo cual se hizo posteriormente, pero con un gran impacto en lo que fue la dieta alimentaria; y, conservándose de todas maneras nuestro liderazgo en todo el Continente, en cuanto al descubrimiento de la cerámica. La cerámica tuvo también otros usos, como este al que nos vamos a referir a continuación.

También corresponde, en el desarrollo de esta serie de escritos, hablar de la posible cerámica que hacia parte del hallazgo conocido como el Tesoro Quimbaya, pues con ello resaltaremos una vez más un conjunto de vasijas, desprovistos de pintura externa, pero que presenta incisiones y formas volubles que caracterizan frutas o también lo femenino.

Son las urnas funerarias, o mejor cinerarias. En ellas se depositaban los restos cremados de sus muertos y por tal circunstancia también están pletóricas de un simbolismo intrincado que tiene que ver fundamentalmente con la fertilidad o con el nuevo soplo de la existencia, propio de la creencia de las sociedades prehispánicas en el renacer.

Cuando se divulgó la noticia fabulosa del Tesoro Quimbaya, nunca se mencionó una reseña de su cerámica. Era costumbre ignorar tales evidencias -como las de piedra- ya que primaba sólo el atesoramiento de las piezas de metal. La tradición cerámica de estos pueblos se conoce regularmente como el marrón inciso y se destaca en esas urnas la pintura interna que presentaban sus tapas, una especie de cuenco de fina factura que alcanza a mostrar espirales como diseño resaltante.

Es interesante, con esto, conectar el diseño en forma de espiral con las prácticas chamánicas. Los indígenas del Vaupés, por ejemplo, marcan espirales en las paredes de sus malocas y también las dibujan en las arenas de sus ríos cuando realizan sus rituales en los que ingieren el yagé, enteógeno (y no alucinógeno) este que está asociado también al trance religioso. En el Quindío, algunos petroglifos (grabados en piedra) también presentan espirales, como lo muestran los diseños de tres sitios específicos. Ellos son la Piedra del Oro, entre Montenegro y Quimbaya, la piedra de San José, en Pueblo Tapao y la Piedra del Cacique en El Caimo.

Conocemos las urnas de este período temprano porque ya se han realizado algunas excavaciones arqueológicas controladas, sobre todo en el territorio antioqueño.

No obstante, si quisiéramos precisar una cerámica temprana en el Quindío, sólo nos bastaría visitar algunas muestras arqueológicas de este departamento, donde esos objetos se confunden con los objetos de barro más recientes.

El mejor caso de visualización de cerámica de la época del Tesoro Quimbaya se da en las visitas que realizamos en tres espacios culturales del Quindío, el Museo del Oro Quimbaya de Armenia, la Sala de Exhibición Arqueológica de la Universidad del Quindío en el centro de la capital de este departamento, y la propia sala de la Casa de la Cultura de Quimbaya. Son pequeñas o medianas, generalmente, y lo que más sobresale en su color café oscuro es la tipología fitomorfa, que a veces presenta rasgos humanos.

Este aspecto figurativo se asocia a la representación de la naturaleza circundante, pero también su apariencia está vinculada a la frugalidad de su medio, y mucho más expedito, a propiciar la semilla fértil de la esencia humana. También se menciona en ellas el mensaje que asocia su forma a constituirse ellas como el “útero del muerto”. Igual situación de carácter simbólico se encierra en otras urnas funerarias.

Se cree que estas urnas estaban ubicadas en las cámaras de entierro. Por lo que conocemos de la tradición oral, pudieron ser grandes espacios subterráneos, recordándonos ellos también su similitud con los hipogeos de la región caucana de Tierradentro.

El desconocimiento de la importancia simbólica y ceremonial de aquellas vasijas se traduce en la época del Tesoro Quimbaya en ignorar por completo la vinculación de tales vasijas al ceremonial que pudo haberse dado en aquella época. Una muestra de ello es que la mayoría de objetos de cerámica que acompañaron la primera exhibición del Tesoro Quimbaya en España, pertenecieron a ese período posterior y corresponden a urnas (o ánforas) con pintura externa, vasijas ceremonial y domésticas y uno de los motivos de este último poblamiento, el famoso retablo que representa un hombre sentado en su banquito chamánico.

Las vasijas de barro de la época del Tesoro Quimbaya, que nunca se conocieron pero que, referenciadas en punto comparativo con las piezas de oro, representan ellos el aspecto mágico religioso del devenir de aquellos protagonistas.

Las tenemos en nuestro territorio exhibidas, pero no nos apropiamos del conocimiento que ellas transmiten. Algo importante es que proceden de la región donde fue encontrado el Tesoro Quimbaya. Por tal razón, las pocas que están exhibidas en las vitrinas de la Casa de la Cultura de Quimbaya -y que pertenecieron a don Argemiro Buitrago (el guaquero que mayor información tenía sobre ese evento del siglo XIX)- encierran muchos secretos que debemos interpretar sobre sus artífices.

Este es un capitulo que se debe explorar con cuidado para develar otros interesantes datos sobre la cultura precolombina que realizó las piezas de oro más bien elaboradas de América, pues eso representan estilísticamente los poporos y otros objetos del conjunto que, todos esperamos, regrese a Colombia.

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