El anuncio de la candidatura presidencial de Rodrigo Londoño Echeverri, conocido como Timochenko, y quien fuera el máximo jefe de la extinta guerrilla de las Farc, ha provocado un sentimiento de rechazo casi generalizado en todo el país.

Nadie se imagina que una persona que protagonizó, al mando de este grupo armado, las atrocidades más grandes conocidas en los años de guerra: masacres, toma de pueblos con policías y soldados muertos, secuestros, extorsiones, violaciones a mujeres, cultivo, producción y comercialización de cocaína entre otras, pueda ser elegido presidente de los colombianos.

La decisión de mostrar sus candidatos a presidente de la República, a Senado y Cámara de Representantes, por parte de la Farc, es una estrategia publicitaria, para medir, ante la opinión pública, el grado de aceptación o no. Lo hicieron apenas se les notificó la personería jurídica como partido político a su recién creado movimiento: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.

Y decimos que estrategia publicitaria porque aún esos nombres no están inscritos como candidatos, es decir, no están aceptados como tal. Otros candidatos no tendrían problemas, pero los de la Farc, sí. Hay que esperar que se depure el tema de la Justicia Especial para la Paz. Estos señores candidatos de la Farc tienen que someterse a esa justicia y aún no se sabe si pueden ser elegidos al tiempo que son juzgados por la JEP, o si tendrán que serlo después de pagar sus condenas. Sin que haya una definición de esta naturaleza, es imposible decir ahora que ya van a competir en las próximas elecciones.

La otra posibilidad que existe es que en desarrollo de ese sometimiento a la JEP, algunos de ellos no diga toda la verdad y, por decisión de los jueces, salgan de esta jurisdicción judicial y queden en la justicia ordinaria, que puede suceder, como ya sucedió en el proceso pasado con los militantes de las Autodefensa Unidas de Colombia, las AUC y, por tanto, reciban una condena penal de muchos años en prisión.

De manera que decir ahora que son los candidatos para presidente y Congreso de la República en las elecciones del 2018, no deja de ser una estrategia publicitaria, un aprovechamiento de los medios de comunicación en Colombia que están prestos a difundir todo aquello que provenga de este movimiento, sin entrar en detalles como los arriba enunciados.

Lo cierto es que la Farc se ha dado cuenta que el país no la quiere, que sus militantes hacen parte de ese núcleo político que la nación detesta. Contra la Farc votarán los que dijeron NO en el plebiscito por la paz, pero también la inmensa mayoría de los que dijeron SÍ. Lo harán al unísono aunque solo eso los identifique y a los primeros les siga pareciendo malo el acuerdo de paz y a los segundo les parezca bueno y razonable.

Para los segundos lo importante era tener un acuerdo de paz que le pusiera fin a la guerra, teniendo la firme convicción de que jamás votarían por uno de los miembros de ese grupo que hacía la paz, para ser presidente o congresista de Colombia. Para los primeros, la paz es importante, pero no en las condiciones que se negoció, dándoles la oportunidad a los guerrilleros de ser candidatos a presidente o congresistas, como si ellos fueran a votar por estos.

Seguramente que la Farc va a tener congresistas, los que están en el acuerdo, en este primer período 2018-2022, y concejales y alcaldes, no creemos que gobernadores. Pero, en las elecciones siguientes, 2022-2026, cuando ya no tengan la ventaja de un número mínimo de congresistas por el acuerdo, la cosa será muy distinta para ellos.

Aunque, en política nunca se sabe, la incertidumbre casi siempre está presente, lo que dicen hoy las encuestas y las conversaciones de los colombianos en todos los rincones del país, a la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común no la quiere casi nadie y, por tanto, le será muy difícil conseguir votos, así tenga, como dicen que tiene, muchas caletas de dólares para comprar sufragios.