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Editorial  |  05 diciembre de 2017  |  05:57 AM

El aguacate hass en Cocora

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Es urgente pensar y repensar el asunto, desde la perspectiva ambiental.

Los ambientalistas y empresarios turísticos tienen razón cuando denuncian que la siembra de aguacate hass en el valle de Cocora no solo va a transformar este mítico paisaje del Quindío, sino que puede provocar una alta contaminación, que afectará el agua, que es la misma con que se alimentan los habitantes de Salento, Circasia, Armenia y La Tebaida, entre otros pobladores de este departamento. Y, de contera, pueden las fumigaciones sobre este cultivo provocar el envenenamiento de muchos animales, especialmente aves.

El paisaje se transforma con alguna regularidad. Hace 20.000 años esas montañas eran completamente diferentes. Estaban tapadas por nieve. No existía el valle de Cocora como tal. Ni tampoco los bosques, mucho menos los potreros. Eran enormes rocas nacidas en la orogenia de la cordillera Central, como un sistema que había surgido, hacía millones de años, emergido del propio y antiguo océano Pacífico. Era un lugar de desolación, frío y miedo, con muy pocos seres vivos, por las condiciones del clima.

Con el calentamiento, la llegada del conocido periodo de desglaciación en todo el mundo, hace unos 12.000 a 15.000 años, la nieve cedió y generó grandes avalanchas, que crearon el cañón y gran parte del valle, fenómeno que se puede observar en el recorrido del lugar donde se encuentran grandes rocas prehistóricas, que seguramente trajeron esos enormes y profundos deslizamientos. Y, por supuesto, mejoró la vida, surgió la gran diversidad que conocemos hoy. Es un paisaje muy parecido al que nos describe Gabriel García Márquez en Macondo, al inicio de la novela Cien años de soledad: “…Macondo era entonces un una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.

Muchos años después, en la era cristiana, cuando el mundo occidental se abalanzó sobre América, el científico Alexander Von Humboldt descubrió otro paisaje, donde predominaba el bosque y donde la Palma de Cera del Quindío sobresalía: ‘un bosque por encima del bosque’. En ese paisaje vivían los indígenas: tataquies, quindios y orobis, y no habían potreros, ni vacas ni caballos, ni grandes cultivos: predominaban el maíz y las frutas, casi silvestres.

El hombre del siglo XIX, a través de la Colonización del Quindío, creó el paisaje de hoy. Tumbó el bosque, incluyendo el de Palma de Cera, cultivó papa y generó los potreros que aún existen. No tumbó todas las palmas y así nació este paisaje de Cocora que parece una almohadilla con agujas clavadas, en el costurero de una señora de Armenia. Es el potrero, y no otra cosa lo que hace resaltar la palma.

Qué es mejor: ¿un paisaje potrero con unas pocas palmas de cera, o uno de árboles de aguacate con esas mismas palmas? Sin duda, la palma resalta, es vistosa en el potrero, porque se yergue sola, hiniesta, sin competencia en el mundo vegetal. Pero ese paisaje se va a morir, muy pronto, porque estos árboles no se reproducen en los potreros, por diferentes motivos.

El aguacate hass, a decir de los expertos tiene el problema de que es una planta que necesita varias fumigaciones al mes, lo que provoca, no solo el cambio del actual paisaje, sino la contaminación del agua y del aire. Pero, ¿cuál es la alternativa que se les puede ofrecer a los propietarios de estos predios? El hass es un buen negocio y, como agricultores, tienen el derecho de asumirlo.

¿Quiénes se benefician con el actual paisaje? Restaurantes, hoteles, hostales, el sector turístico en general. ¿Y los propietarios de los predios qué? Tomar la decisión de sembrar aguacate hass para ellos puede ser una preciosa vía de rentabilidad, en el libre albedrío y la libre empresa que consagra la ley y la Constitución colombiana.

Ahora bien, la zona está categorizada como Distrito Regional de Manejo Integrado. ¿Qué es integrado? Pues paisaje, conservación ambiental y otros usos agrícolas. Tendrá que el municipio de Salento, a través de su nuevo Plan de Ordenamiento Territorial, uno de los pocos que se han concluido a la fecha en el Quindío, entrar a analizar el uso de suelos para determinar si se puede o no sembrar aguacate hass.

Sin embargo, es urgente pensar y repensar el asunto, desde la perspectiva ambiental, mucho más allá del hermoso paisaje y de los intereses turísticos. Ahí está el agua de gran parte de los habitantes del Quindío. Ahí hay una gran diversidad biológica, que debemos proteger. Ahí está la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Natural Los Nevados.

De manera que, más allá de la transformación del paisaje que, como queda dicho, ya ha cambiado varias veces, hay que darle al problema una mirada ambiental, porque por encima de los intereses particulares de los cultivadores de aguacate, o papa, o pastos para ganadería, o empresas turísticas y gastronómicas, están los intereses colectivos de protección del agua para todo un pueblo.

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