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Editorial  |  15 diciembre de 2017  |  12:00 AM

En el Quindío, ‘Me alquilo para soñar’

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Arrancó la época vacacional más importante del año, que mañana se viste de Navidad.

Arrancó la época vacacional más importante del año, que mañana se viste de Navidad con el comienzo de las Novenas al Niño Dios, en el mundo católico en el que está inmerso nuestro país. Mucha gente se alista para venir al Eje Cafetero, y propiamente al departamento del Quindío, donde puede hallar una región mágica.

Mágica de verdad, porque en estos riscos de vientos del Quindío nació, mucho antes de la Segunda Guerra Mundial, Frau Roberta, la mujer que conoció Gabriel García Márquez en Viena y cuyo trabajo era soñar. Desde muy niña en su casa tienda de Filandia contaba sus sueños en ayunas. Sus interpretaciones salían siempre ciertas, por eso creció su reputación en el núcleo familiar más allá de la propensión supersticiosa que les endilgaba su aberrante religiosidad católica. Frau Roberta alzó vuelo para Austria con el ánimo de estudiar música, pero se quedó soñando en la antigua ciudad imperial.

Sin embargo, en el Quindío se quedó ese hilillo hechizado de soñar que Frau Roberta aprovechó tan bien y que viene del espíritu Quimbaya que ronda los bosques y los ríos, las calles y los parques, los caminos empedrados o cenagosos de las rutas ecológicas. Esa facultad de soñar viene también del Bosque de Niebla, donde un visitante se adentra por un camino con rumor de río y se topa con mirlas y colibríes, con zarigüeyas y guaguas mientras la niebla lo abraza con su gélida ternura.

Esa virtud de soñadores que tienen los quindianos viene de la Laguna del Encanto que se formó en el páramo como un lunar en el extenso valle de tundra y frailejones del Parque Nacional Natural de los Nevados. De las 1.200 especies de mariposas que irisan los cuerpos de los visitantes al Parque de las Mariposas donde otro soñador creó el Jardín Botánico del Quindío en el único bosque nativo tropical andino que se salvó del hacha y el cultivo del café. Nuestros sueños y nuestra magia proviene de los recodos de caminos aromados de café, de los meandros de sus ríos donde el viento arrulla los inmensos guaduales. Esa virtud soñadora baja de la montaña cargada de nidos y de pájaros, de quebradas cantarinas, de orquídeas y guayacanes que se extienden por numerosas rutas posibles para el turismo de aventura.

En el Quindío el verde de todos los tonos empalaga. Ese verde incita a soñar. Soñar con la esbeltez de las Palmas de Cera que en Cocora parecen puestas en el valle y en los riscos como alfileres en almohadilla, mientras que en la ruta a Toche, allá arriba siguiendo el Camino Nacional, están apretadas en el más singular bosque que mece el viento enredado en espumas blancas de neblina.

Si viene al Quindío, no deje de embrujarse con la reserva del Bosque del Ocaso en Quimbaya, cerca al río de La Vieja donde aturden los sonidos del mono aullador, o hacer un paseo a Los Chorros del río Santo Domingo donde la pureza del agua creó la lírica leyenda del baño soñador que asegura “que si una persona se mete en sus aguas se convierte irremediablemente en poeta”. O ir a las montañas de Córdoba y bañarse en las lagunas frías que forman las Tres Hermanas, cascadas entre 20 y 50 metros de altura que embellecen el paisaje quindiano. O recorrer el mítico Valle de Maravélez en La Tebaida donde la princesa Tulaima sigue esperando que nazca un árbol en su vientre aurífero de canoa.

Venga al Quindío y sueñe como una vez lo hizo, al pie de Danubio Azul, en la legendaria Viena, la quindiana Frau Roberta que se convirtió en uno de los cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez: ‘Me alquilo para soñar’.

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