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Editorial  |  18 diciembre de 2017  |  07:18 AM

Frente al POT, inteligencia compartida

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El Decreto 064 de 2013 que derogó el alcalde de Armenia la semana pasada en aras de la Protección del Paisaje Cultural Cafetero y para evitar un colapso de la prestación en los servicios públicos de alcantarillado y acueducto en la ciudad, había nacido por la necesidad de equilibrar las cargas en la altura de las edificaciones en la capital quindiana.

El POT aprobado por el concejo en el 2009 había autorizado alturas de 3,5 y hasta 15 pisos. Esto quiere decir que se podían hacer, en unas zonas determinadas, edificaciones de tres pisos, en otras, de cinco pisos, y en otras de hasta 15 pisos, es decir, de cualquier altura pero no pasarse de 15 pisos.

Esa medida, por supuesto, detuvo el crecimiento de la ciudad, y muchos lotes quedaron frenados, sin poderse edificar porque no era rentable. Para darle equidad a este desequilibrio, se autorizó, mediante el Decreto 064 de 2013, lo que se llamó el aprovechamiento urbanístico adicional, que no era otra cosa que autorizar más pisos y que quienes lo quisieran hacer le pagaran al municipio ese aprovechamiento, claro está, siguiendo todas las normas sismo-resistentes y respetando las rondas hídricas de retiro de 15 metros.

¿Dónde estuvo el problema? En que esa autorización se dio sin hacer un estudio de riesgo en la ciudad, sin tener una microzonificación sísmica, sin analizar a fondo el perímetro sanitario y la proyección real del crecimiento que se necesitaba en servicios de acueducto y alcantarillado. Por eso, la ciudad parecía desbordarse por todo lado, con grandes edificaciones cuyas conexiones de agua residuales y agua potable se han ido agotando.

Sin embargo, la decisión de derogar el Decreto 064 no consultó a la comunidad, ni al sector empresarial de la construcción que ha resultado altamente afectado, pues muchos lotes de terreno que se habían adquirido contando con las autorizaciones de aprovechamiento adicional, quedarán parados en su proyección urbanística. Algunos constructores, contando con la vigencia de la norma, habían vendido casas y apartamentos sobre planos, lo que ahora los mete en camisas de once varas. Y, por supuesto, regresa al punto de desequilibrio económico el negocio de la construcción. A unos pocos los favorece, a una gran mayoría los podría quebrar.

La medida de derogar el Decreto 064 no es mala ni es buena per se, sino que debió consultarse con los afectados, en este caso con la comunidad de la industria de la construcción, por un lado, y con aquellos compradores de bienes inmuebles, casas y apartamentos, en planos, que empiezan a ver su inversión en peligro. Hay que cuidar el medio ambiente, sí, hay que tratar de ser prudentes con el uso del perímetro sanitario, sí, pero también es necesario mirar el desarrollo económico y urbanístico de la ciudad con sensatez.

Ni los constructores, ni los compradores de casas y apartamentos tienen la culpa de que el municipio carezca de estudios serios de densidad poblacional que respondan al crecimiento urbano, lo que ha puesto en dificultades a la ciudad para autorizar mayores índices de edificabilidad y aprovechamientos urbanísticos adicionales. Y como ellos no son los responsables, no tienen por qué pagar los ‘platos rotos’ de las malas decisiones del gobierno pasado, en el que el doctor Carlos Mario Álvarez fue actor principalísimo.

La ciudad va a tener un retroceso en crecimiento urbanístico por lo menos de cinco o seis años, mientras se hacen esos estudios. Vamos a quedar rezagados con relación a Pereira y Manizales, y no vamos a poder aprovechar, debidamente, la gran oportunidad que nos va a dar la apertura de la doble calzada Cajamarca-Calarcá y el denominado Túnel de La Línea, previsto para el 2019. Vamos a ser un departamento de paso para Risaralda y Caldas.

Hay que buscar una solución con los afectados, los constructores, y no tomar determinaciones unilaterales. Los constructores no solo tiene sus puntos de vista, sino que proponen soluciones que son viables. Hay que escucharlos, no puede el alcalde enconcharse y oír solo una parte del conflicto, porque esto puede traer problemas mucho más difíciles. Inteligencia compartida, dice en todas partes el alcalde, pues la industria de la construcción, como los ambientalistas, también tiene inteligencia para compartir.

De manera que no nos enconchemos, es hora de hablar. Nada mejor que el diálogo para solucionar problemas, y este, es uno de los más grandes que enfrenta ahora la ciudad. Hay que defender el paisaje, los relictos boscosos, hacer prevención del riesgo, analizar el perímetro sanitario, sí señores, estamos de acuerdo, pero con la sensatez que nos puede traer la visión ‘compartida’, la de todos, y no solo la de un solo lado del problema.

 

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