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Editorial  |  12 abril de 2021  |  12:00 AM

EL QUINDIANO PONE LA CARA

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Una columna publicada por EL QUINDIANO, esta semana, titulada: Indigencia Cultural, y firmada por Manuela Caro, desató una tormenta de críticas de aquellos a los que se refiere la columna y sus más cercanos amigos. Leyendo todas las críticas, caemos en la cuenta que lo que molestó no fue lo que se dijo, sino el seudónimo que rubricó la columna y la foto que se utilizó, tomada de Internet. Aprovecharon muchas personas ese error del seudónimo y el uso, inapropiado, lo reconozco, de una foto, para echar a rodar una andanada contra el director de EL QUINDIANO, tildándolo con todo tipo de epítetos e improperios, que se originan en las animadversiones que generan las publicaciones que hemos hecho, con total y absoluto respaldo documental, de la corrupción que ha rodeado, en los últimos diez años, a las administraciones públicas, con los dineros de la cultura, logrando, para ello, ‘utilizar’ a varios de los cultores de la región.

Lo primero que debo de decir es que el escrito es una Columna de Opinión, cuya responsabilidad absoluta es de quien la escribió. La dirección del periódico respeta profundamente la opinión de los columnistas y siempre les decimos que aquí no hay ningún tema vedado. La libertad de opinión es uno de nuestros más grandes principios.

Es mi deber explicar que esa columna llegó a nuestro diario enviada por un reconocido profesor de varias universidades del departamento, una persona de gran solvencia intelectual que, en forma permanente nos colabora enviando columnas de amigos de su misma condición y altura intelectual. Como es lógico, preguntamos por la columnista y nos dieron sus buenas referencias, una de ellas, que es una aventajada estudiante universitaria. Por eso la publicamos.

Desatada la polémica en redes, la columnista me llamó muy preocupada y asustada. Me dijo que había utilizado un seudónimo, el nombre de su abuela, por temores a retaliaciones. Y que había cogido una foto de Internet, que simplemente le había gustado, sin caer en la cuenta en el error que cometía. Le pedí que pusiera el nombre verdadero de ella en la columna y me dijo que ahora tenía mucho más miedo y temor que antes. Yo, personalmente respeto profundamente los miedos de cada quien. Por eso, decidimos ‘bajar’ de nuestro portal la columna, porque no quiso firmarla con su nombre verdadero.

En otros términos, quien escribió la columna es una personal de carne y hueso, real, que vive en Armenia y conoce los detalles de la corrupción en el sector cultural del Quindío. Ese supuesto perfil falso no lo creó el director de EL QUINDIANO, porque como todo el mundo sabe en el Quindío, Miguel Ángel Rojas Arias no se esconde para escribir ni denunciar algo, siempre ponemos nuestro nombre y hasta nuestro número de cédula, lo que nos viene granjeando amenazas de muerte y lo que en el pasado nos granjeó varios atentados contra nuestra vida.

Quiero, eso sí, pedir disculpas, por no habernos percatado del uso de un nombre distinto al real, por parte de esta columnista. Seguros estábamos que lo que habíamos recibido del amigo profesor universitario era con un nombre y una foto real. No doy los nombres de las dos personas implicadas por prudencia, pero les aseguro que tengo todas las evidencias para demostrar, ante cualquier órgano de control, que lo que digo es la verdad.

Finalmente, quiero, eso sí, decirles a todos los seguidores de EL QUINDIANO, que los cometarios, las maledicencias y hasta las amenazas que hemos recibido, no nos van a amilanar. Este periódico seguirá siendo un faro de libertad de expresión, de investigación, de denuncia permanente de la corrupción, de defensa de lo público y lo colectivo, amante de la historia, la literatura, la identidad regional y el sentido de pertenencia por todo lo quindiano.

 

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