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Editorial  |  19 enero de 2018  |  07:58 AM

El grave error del ELN

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El gobierno tiene la sartén por el mango para derrotarlos definitivamente.

El llamado Ejército de Liberación Nacional de Colombia es una guerrilla absolutamente equivocada, desde el comienzo de sus días en Cimitarra Santander, hasta sus últimos días en la mesa de negociación con el gobierno colombiano, en Quito, Ecuador. Equivocada, al comienzo, porque confundió los postulados del Cristianismo, que la animaron en sus primeros años, con la violencia, con la muerte y la guerra.

Y esa guerra la hizo y la sigue haciendo contra la infraestructura petrolera del país, con la creencia de que destruyendo oleoductos o torres de energía eléctrica, golpeaba al Estado, cuando lo que hacía y hace es un daño a la ciudadanía, al campesino y, especialmente, al medio ambiente. Su presencia en departamentos como Norte de Santander, Santander, Arauca, Chocó, Nariño y otros, ha sido nefasta, históricamente.

El gobierno y las circunstancias del país le dieron la oportunidad a sus dirigentes de acogerse a un proceso de paz, de negociar una reinserción a la vida civil, de hacer política con la palabra y no con las armas, lo que en un principio parecía ser aceptado, pero acaban de cometer el gravísimo error de romper la tregua y volver a sus crueles atentados.

Gravísimo error porque esta es una guerrilla diezmada, vieja, sin mayores recursos para la guerra, casi aniquilada, que no tiene ni tendrá mayores posibilidades de posicionarse políticamente ante los ciudadanos, por un lado, y mucho menos de alcanzar el poder por las armas. En ese sentido, lo mejor que había hecho era sentarse a conversar con el gobierno para empezar un proceso de terminación de ese conflicto, lo que han abortado los dirigentes de esa organización guerrillera, para mal del país, sí, pero mucho peor para ellos.

Es un grave error, sin duda, haberse salido de esos diálogos. El gobierno tiene la sartén por el mango para derrotarlos definitivamente, y todo parece que se va a actuar en ese sentido. El gobierno está poniendo al Ejército y a su fuerza pública en general donde actúa el ELN: Nariño, Chocó, Santanderes, Arauca, entre otros, para defender la institucionalidad y terminar el conflicto con este grupo, pero ya no de forma dialogada, sino militar, como ellos mismos lo quieren.

Cuando se pasa de los sesenta años de edad, como la mayoría de los dirigentes del ELN, las posibilidades de combatir disminuyen, como también las de dirigir el combate, y mucho más si este requiere líderes en los frentes de guerra. Y los elenos están viejos y cansados. Lo mejor para ellos, sin duda, es el diálogo y la terminación de la guerra por esta vía. Sin embargo, todo parece que no será así y persistirán en el error de la guerra, hasta la muerte.

Volver a la mesa, declarar un cese unilateral e indefinido de hostilidades, es lo único que los puede salvar de la muerte y el exterminio como personas y como movimiento. Pero debe de ser ya, porque el tiempo se agota y el país necesita defenderse, con toda su fuerza pública, de aquellos que prefieren la violencia y las armas, a las palabras.

 

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