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Editorial  |  27 enero de 2018  |  01:02 AM

El terremoto, la iglesia y el tejido social

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Es una lástima que, 19 años después, tengamos que seguir lamentándonos de los problemas sociales.

Uno de los actores principales en la atención del desastre y la reconstrucción de la ciudad y el departamento frente al terremoto del 25 de enero de 1999 fue la iglesia Católica. Hubo por lo menos tres instituciones de este carácter que trabajaron sin descanso en la emergencia, como Cáritas Internacional y el mismo Episcopado colombiano.

Por eso, casi ninguno con los sacerdotes que trabajaron en esta emergencia y en la reconstrucción para conocer los problemas que suscitó este fenómeno y los que quedaron, que no se pudieron resolver por parte del gobierno, ni de las ong que actuaron en el proceso, son ajenos a los resultados que tenemos hoy.

Por tal motivo, convenimos completamente con el llamado a la sociedad, al gobierno y a las organizaciones civiles que hizo el administrador diocesano de Armenia monseñor Carlos Arturo Quintero, en la homilía que se cumplió el pasado jueves en el cementerio Jardines de Armenia en homenaje a las víctimas del terremoto del 25 de enero de 1999.

Monseñor Quintero sostuvo que en Armenia y el Quindío, durante el proceso de reconstrucción, después del terremoto y en esos 19 años, han sucedido cosas muy lindas, vías, calles, arquitectura, la gente se amaña en Armenia, porque aquí encuentran un lugar apacible y tranquilo con relación al resto del país y de América Latina, según dijo. “Pero, cuando yo miro hacia la tierra me doy cuenta del microtráfico, la inseguridad que subsiste en la región, ocupamos los primeros lugares en suicidios, las niñas a temprana edad embarazándose, niños y niñas con una vida sexual activa a temprana edad, indigencia, corrupción, deshonestidad, veo la desconfianza entre nosotros”, sostuvo el prelado de la iglesia Católica en el Quindío, para significar la cantidad de problemas que tiene este territorio.

Y gran parte de estos problemas nos lo generó el terremoto, pues muy a pesar de la reconstrucción física, de vías, edificios, hospitales, escuelas, etc., no hubo una verdadera reconstrucción del tejido social. Armenia y el Quindío son otros en términos sociales después de la tragedia, pues la inseguridad, la drogadicción y la delincuencia en general aumentaron, como consecuencia del debilitamiento en el trabajo de la reconstrucción de ese tejido social.

Por ejemplo, se abortaron completamente los proyectos de reconstrucción económica. Incluso, se le cambió el nombre al Fondo de la Reconstrucción Social y Económica del Eje Cafetero, quitándole la palabra Económica, para evitar hacer inversiones que permitieran una reconstrucción en ese sentido. Y, ahí estuvo la gran falla.

No logramos recuperar las micro y famiempresas, ni las pequeñas ni medianas, miramos con recelo este tipo de trabajo sin contemplar con inteligencia que cuando se logra reactivar el sector empresarial, se reactiva el empleo y este logra recuperar socialmente el tejido que se ha perdido.

Es una lástima que, 19 años después, tengamos que seguir lamentándonos de los problemas sociales generados por el terremoto, y no haya quien asuma con entereza, así sea tarde, la reconstrucción de ese tejido social, a través de la recuperación económica y empresarial.

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