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Editorial  |  05 febrero de 2018  |  12:00 AM

Xenofobia contra venezolanos en el Quindío

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No olvidemos que Venezuela acogió a miles de colombianos en la crisis que vivió nuestro país.

No hay una manifestación pública ni declarada de xenofobia contra los venezolanos que han llegado al Quindío, que ya suman más de 500, legales e ilegales. Sin embargo, sí hemos escuchado voces aisladas, en la calle, en los cafés, que manifiestan inconformidad con aquellos venidos de la hermana patria venezolana.

Por ejemplo, una de las principales quejas es que muchos de ellos están ejerciendo trabajos ilegales, como la venta de estupefacientes en los barrios de Armenia y otros municipios. O que se han dedicado al ‘raponeo’ o al hurto o al robo, con la tolerancia de la Policía, tras las dificultades que está viviendo esta población.

Por estas razones, encuentran oposición a su estadía en el Quindío por parte de muchas personas, y piden a las autoridades controlar su ingreso a la región, o echarlos de esta tierra. Lo que hay que decir es que aquellos venezolanos que están en nuestro territorio, en gran medida están legales, pero además, muchos son hijos o nietos de colombianos. Y aquellos que hacen daño, son una minoría, muy pocos. Los demás, son personas que están trabajando en diferentes actividades, a falta de personal quindiano que no quiere laborar, especialmente si son horarios nocturnos, sábados, domingos y festivos, o trabajos en el campo.

No podemos estigmatizar a los venezolanos como malos, o como castro-chavistas, o como maduristas, por el solo hecho de estar huyendo de la difícil situación que vive su país. Por el contrario, debemos ‘ponernos en sus zapatos’ y tratar de ayudarlos, pues se trata de una cuestión de humanidad. Y si entre ellos hay delincuentes, pues denunciarlos ante la autoridad y que sea ella, la justicia, la que actúe.

No olvidemos que Venezuela acogió a miles de colombianos en la crisis que vivió nuestro país. En los años setenta y ochenta, incluso en los noventa del siglo XX, casi tres millones de colombianos pasaron la frontera y fueron recibidos como trabajadores en muchas empresas del vecino país. Muchos alcanzaron grandes cargos en el sector privado y público, y no pocos consiguieron fortunas trabajando en la hermana nación. Nos ayudaron cuando lo necesitamos.

Ahora, la situación es contraria, ellos necesitan de nuestra ayuda y debemos ponernos la mano en el corazón y ofrecerles, así sea por caridad, una mínima colaboración.

No los estigmaticemos ni utilicemos el viejo y odioso macartismo norteamericano para tratar de que los expulsen del país. Nada más grave para un ser humano que ser objeto de la xenofobia, esto es, el odio por ser extranjero. A muchos colombianos les ha pasado y les pasa en Estados Unidos, en Europa, en muchas partes del mundo. No lo hagamos nosotros con nuestros hermanos venezolanos.

 

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