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Editorial  |  23 febrero de 2018  |  12:08 AM

Calidad del café del Quindío y turismo

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Hemos dicho muchas veces en este espacio, y en otros del Quindío, que nuestro departamento tiene básicamente dos atractivos turísticos: café y paisaje. Y en ellos se conjuga el llamado Paisaje Cultural Cafetero. La gente viene al Quindío buscando el café, esa bebida universal que se pide en todas partes y que provoca sensaciones maravillosas al paladar, a la digestión y al ánimo del espíritu humano.

Y aquí, no solo se halla el cultivo, sino todo el proceso, desde la semilla hasta la taza, o hasta el lugar de embarque para el consumo en  Estados Unidos y en Europa. Hoy en el Quindío hay diversidad de sitios para ver este proceso, en los denominados tour del café. Pero, además de enseñarles a los visitantes lo que es una planta, cómo se siembra, cómo se cuida, cómo se cosecha, y cómo se beneficia hasta obtener la taza humeante y aromática, también se da cuenta de la cultura que queda inmersa en toda esta agroindustria: la arquitectura, los trebejos, la gastronomía, los vestidos, los transportes, en fin, todo aquellos que hace parte de esta tradición del Quindío, pero muy especialmente el cultivador, el recolector, la cosechera, el ser humano que están detrás de esa taza de café. Y, como ñapa, el paisaje.

Por eso, estamos obligados a cuidar, mucho más que antes, la calidad de esta taza de café. Somos, sin duda, uno de los departamentos con más experiencia y conocimiento en el proceso de café, a pesar de no ser ya el mayor productor. Fuimos los primeros en Colombia por preocuparnos por la taza, y hace unos 15 años estamos experimentado en este asunto específico, para detectar la calidad en cada sorbo y no solo en la vista del grano verde, en la ‘elba’, como lo hacíamos antes, ingenuamente.

Y en este saber y en esta experiencia, tenemos que ofrecer un café de calidad, en taza, a los visitantes. Y esa debería de ser una preocupación de todo el mundo aquí en el Quindío, no solo de los promotores y gestores turísticos, sino de las instituciones públicas y privadas y hasta de cada hogar y cada finca.

El Quindío produce un excelente café, cafés especiales con varias certificaciones mundiales, cafés orgánicos y cafés normales, pero que persisten en su buena calidad. El hecho de que haya cafés producidos a grandes alturas sobre el nivel del mar, en otras regiones del país, que se destacan en el concierto mundial, no significa que el del Quindío haya disminuido su calidad. La gran mayoría de los cafés de carácter industrial en el Quindío y los cafés artesanales de las fincas son elaborados con granos seleccionados, tal vez los mejores de la producción de cada sitio. Los cafés de baja calidad o las pasillas van a un mercado diferente al café en taza del Quindío. Ese mercado diferente es aquel de las tostadoras para supermercados populares de cadena, cuya calidad sí es muy baja y, por lógica, su precio es muy precario.

De manera que los quindianos debemos seguir pensando en el café como elemento sustancial del turismo, y en ese sentido es necesario trabajar y crecer en ofrecer una buena taza, de café nuestro, que es excelente, para enamorar al visitante, para halagarlo con el aroma y el sabor. Por eso, cada vez más fincas de la región debieran de producir su café, con toda la tradición y con la técnica de convertir este grano maravilloso en una taza de bebida exquisita. No hay que olvidar que en el Quindío somos café, por tradición, y paisaje, por naturaleza.

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