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Editorial  |  27 febrero de 2018  |  12:07 AM

El peligro de los extremos y los saqueadores

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No nos dejemos atemorizar, ni convencer por el miedo.

Tres circunstancias nos deben poner en máxima alerta en el país. La primera, el ataque en Armenia y otras ciudades al candidato de la izquierda radical Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, antigua guerrilla de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, más conocido como Timochenko. Esos ataques y demostraciones de odio y violencia, son la evidencia de que existen fuerzas que quieren que ese grupo que ahora se ha acogido a un acuerdo de paz, regrese a las montañas y siga su guerra, lo que le convendría a un sector político de Colombia.

La segunda circunstancia son los insultos y manifestaciones de odio contra el expresidente y actual senador de la República Álvaro Uribe, en hechos sucedidos en universidades, como la de Los Andes, y en ciudades como Tunja, en los últimos días. También esos insultos dicen a las claras que existe un grupo poblacional que rechaza la extrema derecha, como en el caso de Timochenko hay grupos que rechazan la extrema izquierda.

Una y otra circunstancia podrían calificarse como expresiones de libertad de opinión frente a los candidatos en las presentes elecciones, pero en ambas primó más que la opinión, el odio y hasta la violencia. Los radicalismos de derecha y de izquierda en plena función, lo que pone en peligro la tranquilidad del país. Porque de esos insultos y expresiones de odio contra Uribe y contra Timochenko pueden surgir grupos que actúen mucho más adentro, contra la integridad de los simpatizantes, y azuzar una nueva guerra, después de tantas que hemos soportado.

A esa llamarada de odios y expresiones de violencia, se le suma una tercera circunstancia, una bocanada de combustible: las hordas de saqueadores de supermercados y almacenes que vimos hace apenas una semana en Calarcá, en Espinal, en barrios populares de Bogotá, en Fusagasugá, Melgar, entre otras ciudades colombianas. Es posible que estos grupos hayan actuado espontáneamente, por hambre, por desespero en medio de la pobreza, pero también es factible que lo hayan hecho ‘manejados’ por personas con intereses en el desorden y en provocar miedo entre la población para que se vote en las próximas elecciones por una ‘mano dura’ pro-militar, de derecha o de izquierda.

Combinadas todas estas circunstancias, esto es, los insultos y ataques a los candidatos de la extrema izquierda y la extrema derecha y las hordas de saqueadores, nos dejan una sensación de país que se sale de madre, que en cualquier momento puede explotar en una guerra civil o en una dictadura militar con el pretexto de controlar con la fuerza los desmanes de unos y de otros. Hay un peligro latente que debemos analizar. Pero lo más importante, no podemos dejarnos convencer y llevar del miedo. Nada peor para un país que una confrontación entre facciones políticas en las urbes, y menos cuando estamos terminado una guerra de 60 años con las Farc y podemos terminarla también con el Eln.

Los partidos políticos y la sociedad civil, el Ejército y la Policía, los alcaldes y gobernadores, deben de actuar con absoluta y total transparencia y tranquilidad, para frenar una y otra circunstancia y borrar del panorama nacional y regional cualquier intento de explosión social. Y eso se consigue con educación, primero, con promoción y apoyo cultural, pero también con una fuerte intervención social: empleo, salud y bienestar. La fuerza y la represión son necesarias, pero no son lo primordial, ni lo esencial.

Repetimos, no nos dejemos atemorizar, ni convencer por el miedo. Es necesario luchar por la democracia, que se construye con justicia y equidad social. Si no nos comprometemos con esto último, los extremos y las hordas de saqueadores hambrientos nos pueden sorprender.

 

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