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Editorial  |  20 octubre de 2023  |  07:45 PM

El sucio juego de las cifras

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A escasos 10 días de las elecciones regionales se disparan desde todos los flancos ataques desesperados, mas que estrategias diseñadas previamente para cada momento de la campaña. Es por eso que no es extraño observar que se revelen resultados de encuestas y que estos se repliquen, según la simpatía, con rimbombantes titulares como “tal candidato barre en su camino a…”, o que se publiquen en folletos o cuentas de redes digitales, en las cuales, de forma anónima, como es el arma de los cobardes, sucesos sin pruebas contundentes, todo como reflejo de un fenómeno que ha contaminado a la sociedad y que en la política es más evidente: la sucia campaña del ‘todo vale’ con tal de ganar.

Desde diciembre pasado, hablando del Quindío, los ciudadanos hemos sido bombardeados con resultados de encuestas y sondeos, que dejan un mal sabor de boca. La lucha del partido Liberal para designar a sus candidatos, especialmente a la gobernación, además de las pugnas en cuentas de redes sociales en las que ‘bodegas’ se movieron para posicionar a sus aspirantes entre la opinión pública, han pululado en los medios y los cafés del departamento, a donde acuden los más avezados ‘estrategas en marketing político’, quienes se atreven a vaticinar sin pudor alguno cuál será el ganador.

El penoso espectáculo del partido Liberal, que enfrentó a todas sus bases y que con una encuesta determinó entregarle el aval a un candidato que por tres periodos había agitado las banderas de otra colectividad en la Cámara de Representantes, solo se compara con el que se protagonizó hace cuatro años, también desde las huestes liberales, con la ‘tumbada’ del aval que le propinó el actual gobernador Roberto Jairo Jaramillo Cárdenas, al siempre ‘eterno’ candidato a todo, Jorge Ricardo Parra Sepúlveda, Parrita, a quien se le diluyó a escasos días de la inscripción su candidatura, la que hoy parece ser la más opcionada a quedarse con el edificio de la plaza Bolívar.

Bueno, eso es lo que dicen los resultados de la firma encuestadora WAA SAS, la misma que hace pocos meses revelaba que el más fuerte era el veterano Atilano Giraldo para que el partido Liberal enfrentara estas elecciones regionales en busca de mantener la gobernación del Quindío. Bien se dice que las encuestas son una fotografía del momento, pero cómo cambian esos momentos, si detallamos los registros de esta encuestadora, que justamente hay que mencionar está avalada por el Consejo Nacional Electoral, CNE.

Igual ha pasado con el tema de la alcaldía de Armenia, pues si bien se ha mantenido la preferencia de James Padilla, en los que vienen detrás sí que se han registrado cambios no tan coherentes: Unas veces el segundo fue Óscar Gómez, quien ni siquiera había anunciado su candidatura; en otras Stefany Gómez, en alguna hasta excluyeron precandidaturas, y ahora un silencioso Bryant Naranjo dejó atrás a los demás contendientes, siendo la sorpresa de esta nueva ‘fotografía’ que tomó la firma WAA.

El escenario parece calcado a lo que se vivió en las regionales de 2015, cuando a pocos días de las votaciones se inundó la ciudad con un material impreso que revelaba los resultados de la firma Investigar Lambda SAS, de Pereira, la cual daba como ganadores con más del 50% de los votos a la llave de Sandra Gómez a la gobernación y José Manuel Ríos Morales a la alcaldía de Armenia, en detrimento de la dupla del sacerdote Carlos Eduardo Osorio Buriticá y el docente Carlos Mario Álvarez Morales, quienes iban a tener una estruendosa derrota en las urnas. Ya todos saben cómo terminó la historia: Un cura y un filósofo que rompieron récord de votación con más de 125.000 y 70.000 votos, respectivamente, en una jornada que además contó con una participación cercana al 61% de los votantes habilitados para ejercer su derecho.

Y es que, en la última década, las encuestadoras han tenido sus años más insólitos, y no solo en Colombia sino en el mundo, pero sería en el Quindío donde sintieron el primer ‘batacazo’. Al año siguiente de la ‘barrida’, esa sí se podría ya catalogar porque sucedió, de los dos Carlos en las elecciones para autoridades locales del 25 de octubre de 2015 en jurisdicción quindiana, nadie daba un peso por el triunfo de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, como tampoco que los ciudadanos del Reino Unido en un referendo decidieran salir de la Unión Europea, y mucho menos que en el plebiscito -que fue en realidad un referéndum-, para que los colombianos aprobáramos o no los acuerdos de paz con las Farc ganara el ‘NO’, pues todas las encuestadoras del país daban una victoria contundente del ‘SÍ’.

Las ‘fotografías del momento’ se ‘velaron’ en esas ocasiones y las encuestadoras perdieron credibilidad. En los años siguientes, un casi desconocido senador, Iván Duque, le ganó la presidencia a quienes durante toda la campaña aparecían en los primeros puestos de todos los ejercicios: Gustavo Petro y Sergio Fajardo; y en 2022, un señor de la tercera edad, salido de los cabellos, Rodolfo Hernández, le pegó el mayor de los sustos, no solo a todos sus contrincantes a la presidencia, sino a él mismo, cuando fue el elegido para enfrentar a Petro en una segunda vuelta, hecho que lo obligó a esconderse y a la “campaña del cambio” a sacar todo su arsenal, y correr la línea ética, pues “todo vale” con tal de ganar.

Es de por más lamentable que el ejercicio democrático se haya ensuciado con las campañas negras, manipuladoras y deshonestas, lo que se suma a los financiamientos poco legales y transparentes, que por más controles, parece son inevitables en una sociedad que actúa con doble rasero: la condena del irregular hecho depende de quién lo protagonice.

Da grima escuchar los discursos o como llaman ahora, narrativas, de aspirantes con arrogantes actitudes de superioridad moral, administrativa, política e intelectual, señalando la ‘paja en el ojo ajeno’ sin siquiera percatarse de las ‘vigas’ en el propio, jactándose de ser los salvadores de esta región al repetir las líneas de unos programas gaseosos y que por décadas se ciñen a una simple y flaca maqueta: “soy el único candidato independiente que dará más educación, más empleo, más seguridad, más vías, más empresa, más turismo, más ayudas a los necesitados, más deporte…”, y claro “más impuestos, más corrupción”, porque nunca explican cómo lograrían tanta maravilla, sin tocarle el bolsillo a los ciudadanos.

Inquieta que pasan los años y las “narrativas” son las mismas, es decir que poco o nada se ha solucionado, por lo que aumenta la preocupación de que haya candidatos que no cuestionen los cuatro años de gestión de los actuales mandatarios del Quindío y Armenia, hecho que debió ser punto obligado en los debates porque si acudimos a los resultados de la misma firma encuestadora WAA SAS, tanto Jaramillo Cárdenas como Ríos Morales tienen una desaprobación del 80%, de acuerdo con la encuesta publicada a finales de agosto pasado.

Quizás por eso no es casual que el voto en blanco haya crecido como alternativa para el 20,3% de los quindianos, como también lo reveló la más reciente encuesta de WAA SAS, en el caso de gobernación, y de 16,5% para la alcaldía de Armenia. Lo siguiente no es un sucio juego de cifras. Ya en las elecciones de 2019 esta opción fue segunda en las votaciones a la alcaldía de Armenia con un 21,97%, por encima de la candidata Piedad Correal Rubiano que alcanzó un 18,38% de la votación y a solo unos puntos del ganador Ríos Morales que tuvo un 24,34% de los sufragios. Además, fue tercera para la gobernación con un 22,75%, muy cerca del porcentaje que alcanzó Álvaro Arias Velásquez, 22,89%, quien fue segundo detrás del ganador Jaramillo Cárdenas, que contabilizó 38,22% de las tarjetas válidas depositadas.

Y por ello, tampoco es raro que en la jornada de 2019 se haya bajado la participación de casi el 61% en 2015, a porcentajes de 50%, lo que permitió a los ganadores de gobernación y alcaldía de Armenia acceder al triunfo con la menor votación a dichos cargos de las dos últimas décadas. Así, Jaramillo Cárdenas en 2019 se eligió con 82.424 votos como gobernador, contra los 125.617 del cura Osorio en 2015, los 86.071 de Sandra Paola Hurtado Palacio en 2011, los 93.632 de Julio César López Espinosa en 2007 o la ya lejana elección de Amparo Arbeláez Escalante, hace 20 años, quien llegó a los 85.972 sufragios.

A su vez, Ríos Morales obtuvo en 2019, 29.131 votos, muy por debajo de su antecesor Carlos Mario que contabilizó 70.741 en 2015, o los 42.937 de Luz Piedad Valencia Franco en 2011, o los 55.438 que recibió Ana María Arango en 2007, o los 38.991 con los que alcanzó el primer cargo administrativo de Armenia en 2003, el actual prófugo de la justicia David Barros Vélez.

Este no es un sucio juego de cifras, sino que es la realidad de un departamento que grita no más corrupción, pero sigue eligiendo sin siquiera detenerse a analizar que con su voto hipoteca el presente y futuro de todos. El sucio juego de las cifras es el que aprovechan otros sin escrúpulos para intentar influir en las preferencias de los electores, mientras los datos de crecimiento y desarrollo de la región se desploman, y por tanto la calidad de vida de los quindianos decrece.

El sucio juego de las cifras es el costreñimiento electoral que ejercen varias administraciones y que es un secreto a voces pero que nadie se atreve a denunciar por miedo a perder su contrato. Y es el sucio juego de las cifras, el incontable dinero que se reparte y que no garantiza unas ‘Cuentas Claras’ en un ejercicio democrático, el cual se ve ‘pringado’ de asquientas actuaciones porque “todo vale con tal de ganar”.

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