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Editorial  |  05 octubre de 2017  |  12:00 AM

Cafeteros, de ricos a pedigüeños

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En los últimos meses, hemos visto al gerente de la Federación Nacional de Cafeteros  Roberto Vélez Vallejo haciendo lobby por el mundo del café, para que a los caficultores colombianos les paguen mejor su producto, aquel que sale directamente de cada finca. Y está pidiendo que el consumidor pague 5 centavos de dólar más por cada taza de café y que esos 5 centavos se los entreguen a los caficultores de nuestro país para que el precio sea más equitativo y justo para el productor directo.

Ayer lo hizo, según nos informa el líder cafetero del Quindío Fáber Buitrago, en el Coffe Global Platform, la Plataforma Global del Café, y de acuerdo con este corresponsal, el gerente Vélez Vallejo anunció una nueva era de sostenibilidad para el café. La idea es una defensa 'contundente' del ingreso que la industria debe ofrecerle al productor del grano, para que la actividad sea sostenible y rentable.
“No esperen que los cafeteros cuiden el medio ambiente, que no se preocupen por los temas sociales cuando el precio no les alcanza para vivir”, les dijo Vélez.  Y dice el dirigente gremial del Quindío que los argumentos de Vélez tuvieron mucha acogida ante el público de esta plataforma global del café. En el mismo sentido, el gerente de la Federación habló en Costa de Marfil ante la Organización Internacional del Café -OIC-, repitió el discurso del reciente Foro Mundial del Café en Medellín, pidiéndoles a los consumidores pagar un poquito más por su taza de café, con destino a los productores.
Y bueno, el mismo planteamiento lo hará el gerente Vélez este viernes ante la industria torrefactora y los comercializadores en Europa. Está bien que el gerente de la Federación haga este tipo de lobby, que ojalá tenga resultados positivos, porque la peor gestión es la que no se hace. Pero, para muchos, parece un papá pidiendo limosna, haciendo rogativas aquí y allá para que nos den cinco centavos, que sumados son mucha plata. Nos recuerda al padre García Herreros pidiendo platica por la televisión y bendiciendo a todo aquel, sin importar la procedencia del dinero, que le diera limosnas para sus pobrecitos de las urbes y los campos.
Pedir limosna no es malo, pero en un negocio serio, como ha sido para Colombia históricamente el negocio del café, no es lo más ortodoxo, ni lo más provechoso para el posicionamiento de un producto que requiere utilidades reales para subsistir. Cuando el panadero de la esquina pide limosna a sus clientes cuando les vende el pan, todo el mundo en el barrio dice, 'la panadería se va a quebrar'. Pedirles limosnas a los consumidores, a través de los tostadores y los comercializadores en el mundo, tampoco resulta una estrategia expedita, pues finalmente el consumidor puede dar los cinco centavos, pero el responsable de pagárselos al productor es el tostador y el comercializador. ¡Y vaya si lo harán!
De verdad que debemos de revaluar esa política de pedigüeños, ese mal consejo que nos dieron desde el exterior en el Foro Mundial de Medellín, pues con ella seguimos mostrando una visión de 'pobrecitos', de miserables que hay que mirar con conmiseración, sin poder superar la histórica connotación de tercermundistas. El mercado no perdona, y tiene unas reglas internas infranqueables, donde el capital busca su mayor interés, la ganancia. El mercado no tiene rostro humano, ni ambiental, ni ecológico, ni social,  se desarrolla en una escena salvaje donde gana el más fuerte. Y lo que hacemos pidiendo limosna es mostrarnos como los más débiles.
Es posible que esta estrategia de 'limosnear' resulte efectiva, pero no será permanente. Mejor sería revisar toda la cadena productiva y la estructura de la Federación, incluyendo las de los comités departamentales y municipales, y buscar rendirles cuentas, a través de un mejor precio, a los productores, que son la base de este negocio, porque sin grano cosechado no hay negocio.
La baja rentabilidad, el trabajo del cultivo a pérdida, no lo podemos reivindicar con los cinco centavos de más que nos daría el consumidor, sino haciendo una revolución real, verdadera, en un negocio que es súper rentable para toda la cadena, incluyendo la burocracia de la Federación, pero menos para los caficultores de base.

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