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Editorial  |  10 octubre de 2017  |  12:00 AM

Tumaco, crisis humanitaria sin repetición

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Lo que ha sucedido en Tumaco, donde 8 campesinos murieron y por lo menos 50 resultaron heridos tras un enfrentamiento de la fuerza pública con cultivadores de coca, no puede repetirse en esa parte del país, ni en ninguna otra. El drama se da porque el gobierno, en desarrollo de uno de los puntos del acuerdo de paz ha acelerado la misión de erradicación manual de la hoja de coca, encontrando una gran oposición en las zonas donde los campesinos no tienen otra opción económica de subsistencia.

Los policías que dispararon en Tumaco estaban allí defendiendo la vida de los erradicadores de las matas de coca contratados por el propio Estado. Y, de acuerdo con el gobierno, esos policías y esos erradicadores fueron atacados inicialmente por los campesinos dueños de los cultivos, a lo que la fuerza pública reaccionó.

Lo que se tienen por el momento son versiones, encontradas, claro está, de un lado y del otro. La pregunta que se debe hacer la gente es: ¿los policías dispararon porque sí, sin ningún motivo, solo por odio contra los campesinos por ser sembradores de coca? No lo creemos. Esos disparos, a los que nos oponemos rotundamente, no vinieron por una simple gana de apretar el gatillo, o por incomodar a alguien.

El uso de la fuerza tuvo que haber estado motivado por un hecho grave y peligroso. La policía argumenta que los cocaleros utilizaron tatucos, esto es, cilindros de gas que cuando estallan dejan esquirlas que provocan heridas a muchas personas a la redonda. Sin embargo, el vicedefensor del pueblo ha dicho que en su inspección no hallaron restos de este tipo de armas caseras y letales.

Por estas razones, es necesario que la situación quede muy clara. Porque, a decir verdad, la erradicación de cultivos de coca por parte de agentes del Estado, exaspera a los dueños de esos sembrados, toda vez que el producto es muy bien pago y las alternativas que ofrece el gobierno no son las mejores, con el agravante de la tramitología para obtener los auxilios y los créditos para dedicarse a otros cultivos.

Y, seguramente, detrás de estos campesinos están los dueños del gran negocio del narcotráfico, las bandas criminales, incluyendo a disidentes del desmovilizado grupo armado de las Farc. De manera que el problema en Tumaco no es de poca monta, es de una gran complejidad, en donde la Policía y el Estado en su afán de cumplir con el deber ser de la erradicación manual de cultivos de coca, está llevando la peor parte.

La claridad de los hechos de Tumaco es urgente e importante, pues de ella depende que en otros lugares colombianos se repita o no la misma situación, por cuenta del mismo programa. De manera que la protección de los campesinos y del proyecto de erradicación tendrá que tener la mayor atención del gobierno, si no quiere ver fracasado este proyecto y, de paso, ver tambalear los acuerdos de paz.

Nada justifica la muerte de campesinos o policías o cualquier colombiano en las circunstancia en que sucedieron los hechos de Tumaco, por eso, es necesaria llegar al fondo del asunto en la investigación, para que se les responda a los familiares de los muertos y heridos, por una parte, pero también para evitar nuevos hechos sangrientos detrás de este programa de erradicación de cultivos ilícitos.

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