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Editorial  |  14 agosto de 2018  |  12:00 AM

…la encumbrada cometa, pide, pide…

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Agosto volvió a hacer el mes de la alegría, de la niñez y de la familia.

Agosto volvió a hacer el mes de la alegría, de la niñez y de la familia. De la familia y de la niñez porque el fin de semana como nunca se vio a los quindianos compartiendo con sus hijos en diferentes puntos del departamento, la agradable sensación de elevar una cometa.

“El viento es un delincuente que se escapó de su jaula…” dice Alberto Cortez en esa linda canción en la que evoca la niñez. Y tiene razón, el viento es un delincuente, un delincuente ‘bueno’ que cuando se trata de elevar cometas juega con el hilo que de ella pende al igual que con su armazón de barrilete, triángulo, o ave, se lo lleva a las alturas pidiendo hilo y ensanchando el corazón de niño, del viejo, del adulto o de la mujer que lo sostiene, o simplemente dejando de soplar para que la cometa caiga lentamente o en picada acelerando una vaga alegría de desconcierto. El viento es un delincuente porque en muchas ocasiones tira fuerte y se lleva la cometa, se la roba, dejando sobre todo en el niño la sensación que seguirá ganando altura hasta perderse en el azul infinito.

El cielo, a lo largo de la autopista del Café que comunica a Armenia con los municipios de Circasia, Salento y Filandia de vistió de colores en el fin de semana, de los colores de las cientos de cometas de múltiples formas y tamaños. Un costado de la carretera sirvió para parquear los automóviles cuyos conductores buscaron los pequeños cerros, no importó que el sitio fuera propiedad privada, para con sus familias echar a volar sus cometas y con ellas sus sueños.

Los adultos y los viejos, experimentados en el arte, enseñaban a sus hijos las prácticas para que la cometa cogiera fuerza, para que no se cayera, pero al igual que ellos disfrutaron de la sensación de elevarla, la angustia de no tener el hilo suficiente para ganarle la partida al viento y deslumbrar el alma del niño que a su lado gozaba de asombro con la altura de su cometa, y de la alegría de ese niño que se lleva dentro y que aún le vibra el corazón cuando la cometa, acosada por el viento, le pide hilo.

El fiambre de arroz, papas saladas o ‘chorriadas’, pollo, huevo duro, arepa y gaseosa complementó la jornada caracterizada por la unión familiar.

Un panorama diferente nos trae agosto con sus vientos, la integración de la familia quindiana se ve reflejada alrededor de los vientos que con fuerza pegan en las montañas del departamento Verde de Colombia.

Las cometas tienen el extraño don de despertar los sentimientos y las ilusiones y como la canción Cuatro líneas para el cielo, ese hermoso tango en el que se cuenta la historia de un niño que se roba un ovillo de hilo para elevar su cometa blanca y enviarle una carta a su madre muerta que está en el cielo, las cometas en el cielo azul del Quindío despiertan la esperanza de un departamento unido con diferentes hilos pero con la misma consigna, con la misma carta, ganar la altura de la concordia, de la sana convivencia y del progreso que todos los habitantes de este hermoso Paisaje Cultural Cafetero merecemos.

 

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