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Editorial  |  19 octubre de 2017  |  12:00 AM

Salvar las abejas en el Quindío

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Recientemente se denunció en el Quindío el envenenamiento de decenas de panales de abejas, y la muerte de miles de ellas, especialmente en zonas como Calarcá y la cordillera del departamento. El sector apicultor ha sido enormemente golpeado por este fenómeno, que se le atribuye al uso de productos químicos en la agricultura.

De acuerdo con un informe del Colectivo Abejas Vivas, publicado ayer en varios diarios, en los últimos tres años han muerto en Colombia por envenenamientos masivos con agrotóxicos un 34 por ciento (15.677), del total (46.186) de colmenas reportadas hasta julio de 2017. “Esto significa que, de no regenerarlas, en 10 años no se contaría con abejas en Colombia, propiciando una catástrofe alimentaria y una crisis de salud en el país”. Y, como lo dijimos arriba, en el Quindío el problema se hace evidente.

Según la misma fuente, en los últimos 4 años, el gremio apicultor en el país ha sufrido pérdidas de aproximadamente $21.625 millones. Sin abejas, los cultivos de aguacates, kiwi, ahuyama, melón, pepino, tomate, berenjena, calabazo, café, cítricos, nueces y girasol, entre muchos otros, se verían gravemente afectados, pues ellas cumplen un papel de control biológico de plagas trascendental, por un lado, y una función de conservación de las plantas con su polinización.

Lo más grave de estas noticias es que estamos consumiendo miel contaminada con agroquímicos, en la medida en que las abejas buscan su sustento en las flores de plantas que han sido regadas con estos elementos. El porcentaje de mieles contaminadas es mayor en Norteamérica (86%), Asia (80%), y Europa (79%). América Latina (57%) y Oceanía (64%). No hay un estudio claro y preciso para Colombia, y menos para departamentos como el Quindío, esencialmente agrícola, donde el uso de agroquímicos es muy alto. Lo cierto, para nuestra región, es que los apicultores ven con desazón, desconcierto y pesar cómo se van muriendo sus abejas y se han ido acabando sus colmenas.

La misma organización, Colectivo de Abejas Vivas, presentó a la Cámara de Representantes un proyecto de ley, que busca proteger este sector agropecuario, pero muy especialmente la vida en general que depende de este pequeño animal. Se trata del proyecto de ley por medio de la cual se crean mecanismos para la defensa de polinizadores, fomento de la cría de abejas y desarrollo de la apicultura en Colombia".

“Este proyecto busca establecer políticas públicas que garanticen un ambiente sano para los polinizadores, la protección de la flora apícola y consolidar al sector como un componente estratégico para la seguridad y soberanía alimentaria del país y la conservación del ecosistema”. En otros términos, se busca convertir en política pública la defensa de las abejas, actividad que estaría a cargo del Ministerio de Agricultura.

No estamos seguros si un proyecto de ley puede salvar las abejas, pero algo es algo. Lo que en verdad debería de trabajar el Estado, en ayuda a la agricultura y al agricultor, es buscar alternativas biológicas para el control de plagas y detener el envenenamiento masivo de los campos. Los campesinos no son los responsables, pues las organizaciones, los gremios y el gobierno y hasta las universidades les dicen que controlen las plagas con fungicidas y pesticidas, con venenos, que parece es la alternativa más fácil, pero menos económica y más violenta contra la naturaleza y la vida.

No hay que olvidar, según nos lo recuerda el propio Colectivo de Abejas Vivas, que las abejas polinizan una tercera parte de lo que comemos y que el 84 por ciento de los cultivos necesitan a las abejas o a otros insectos para polinizarlos y aumentar su rendimiento y calidad.

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