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Columnistas  |  27 enero de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Aydeé Lizarazo Cubillos

A saldar la deuda social

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Aydeé Lizarazo Cubillos

Cerca de 1.200 víctimas, alrededor de 8.000 heridos y 731 personas desaparecidas son datos que se unen a un panorama desolador en esta conmemoración de los 20 años del sismo de 1999, puesto que la zona muestra alarmantes índices de problemas sociales, desencadenados luego del evento natural.

A pocas horas del sismo del 25 de enero de 1999, una serie de turbas descontroladas pretendieron sembrar el caos en el Eje, especialmente en Armenia, hecho que acrecentó el desconcierto e inseguridad en una zona que vio cómo la naturaleza removió los cimientos de una tierra y de su sociedad, ese lunes a la 1:19 de la tarde.

Quizás ese episodio, que fue atendido por la Fuerza Pública, evidenció que no solo las obras de material y concreto se vieran colapsadas por el terremoto, sino que más allá se vio rasgado el tejido social de un territorio que gozaba de un tranquilo ambiente y que a partir de ese caos comenzó a verse afectado por una serie de fenómenos sociales, los cuales ahora parecen haberse incrustado en su sociedad.

El seísmo de 6,2 en la escala de Ritcher partió la historia de la región, al generar primero un impacto en su gente, debido a que muchos vieron perecer a familiares, amigos, vecinos y coterráneos debajo de hierros retorcidos y escombros, y segundo al tener que comenzar de nuevo con la zozobra de temer por otra catástrofe y por la incertidumbre de cómo reconstruir la región en materia económica, física y social. Y fue en este último aspecto, donde está la más representativa deuda con el Eje Cafetero. Andrés Pastrana, presidente en ese momento de la historia, con celeridad despachó desde Armenia y con un equipo creó lo que se llamó el Fondo para Reconstrucción Social y Económica del Eje Cafetero, Forec.

Así, mientras las familias honraban la memoria, de acuerdo con datos de Eduardo José González, director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, de 1.185 víctimas fatales, de ellas 800 en Armenia; curaban y atendían a 8.523 heridos con graves y leves lesiones, en otro lugar un grupo pensaba cómo reconstruir las más de 45 mil edificaciones -según cifras del informe de El Tiempo del pasado 22 de enero, titulado ‘Las cifras que dejó el terremoto de Armenia hace 20 años’-, que colapsaron o se vieron averiadas por el sismo, y se diseñaba una estrategia para ejecutar los 1,6 billones de pesos que provinieron del gobierno nacional y de varias naciones, que se unieron en solidaridad con la gente cafetera golpeada por el terremoto.

La zona afectada por el evento cubrió municipios de los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y Valle del Cauca, y alrededor de 6.408 fincas cafeteras se vieron damnificadas. Para muchos, los resultados en materia de reconstrucción del Forec, a pesar de los desaciertos, son halagadores, debido a que los 1,6 billones de pesos se destinaron a subsidios de vivienda y construir o reedificar la infraestructura pública, lo que le dio una nueva cara a la región.

Sin embargo, antes del sismo la zona no estaba en el mapa de las estadísticas de cifras que demostraban graves sociales, lo cual ahora sí se observa: desempleo, violencia intrafamiliar, altos casos de suicidio, de consumo de sustancias psicoactivas, inseguridad, prostitución, entre otras, reflejan para la sociedad un revés de la estrategia que no aseguró la reconstrucción del núcleo de la sociedad, las familias y por consiguiente de su tejido social.

Por ello, estos 20 años de conmemoración deben ser la oportunidad para rendir recuerdo a las víctimas, solidarizarnos con sus familias y los damnificados, evocar a los cerca de 731 desaparecidos, así como expresar gratitud a las personas, organismos, instituciones y entidades cívicas que se sacrificaron para atender la tragedia. Y es el momento para asumir la responsabilidad como sociedad de pensar y actuar por una política pública estructurada desde lo social, con el fin de brindar mejores y más oportunidades de crecimiento humano, lo cual sane la herida social que dejó el terremoto.

Invito a que cimentemos el 'renacer de una región' de manera unida, en todos los frentes de la institucionalidad, entre ellos el gubernamental, cívico, religioso, académico, gremial y desde nuestro Legislativo, compromiso que es ineludible, y así saldar una deuda social, que urge ser subsanada.

PD: Como sociedad no podemos olvidar este evento natural, como tampoco a sus víctimas, sus familias, los damnificados y desaparecidos. No podemos, asimismo ignorar el sacrificio de los organismos de socorro, de los profesionales de la salud, de la Fuerza Pública, la solidaridad de la comunidad internacional y nacional. El dolor expresado por tan aciago suceso debe ser el impulso para avanzar y seguir con la tarea pendiente de reconstruir lo social de un territorio que posee innumerables potencialidades.

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