La reivindicación de la mujer no debe interpretarse como una búsqueda de prelación en los escenarios de la sociedad sino en garantizar equidad y respeto por nuestra condición de seres humanos. Es comprender la preponderancia y contribución en el ámbito social, político, económico, cultural y ambiental.

Desde finales del siglo XIX, un movimiento comenzó a sentirse en el mundo, no como una protesta violenta sino como una necesidad de reivindicación humana a un género, que a pesar de ser coartado, no ha dejado de ser protagonista en la historia y el desarrollo de la sociedad.

Existen antecedentes de porqué en 1975, la asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, optó por declarar el 8 de marzo día de la Mujer, y que datan de finales de 1800 y comienzos de 1900. Fue a partir de aquellos años, que se dieron los primeros pasos para la consecución de un equilibrio de género, social y laboral, el que durante el siglo XX y las primeras décadas del XXI ha logrado avances en la reivindicación, lo cual no se debe interpretar no solo como una búsqueda de prelación de la mujer en escenarios de la sociedad, sino como el reconocimiento y valoración, ante todo, como seres humanos, lo que significa equidad y respeto, base de la convivencia y la justicia.

Normatividades como la ley de Cuotas, para igualar la representación femenina en altos cargos de los niveles de decisión de las diferentes ramas del poder público, han aportado, pero falta por hacer, porque el fondo es derrumbar prejuicios que permitan posicionar a las damas como protagonistas primordiales de la sociedad.

No obstante, poco contribuye a ello, las preocupantes cifras que se desvelan en los informes sobre violencia contra la mujer. El fin de semana, y según la secretaría de Integración Social, en Bogotá 20.000 mujeres denunciaron ser maltratadas en sus hogares, dato que se une a un documento periodístico de El Tiempo, del 25 de noviembre de 2018, dentro de la conmemoración del día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que consideró el panorama de los departamentos del Eje Cafetero: Caldas, Risaralda y Quindío, como “sombrío”.

A su vez, otros fenómenos golpean a las mujeres, como es el caso del desempleo, cuyas cifras de acuerdo con el último informe del Dane, publicado el pasado 28 de febrero, dan cuenta de un aumento de la población desocupada si se comparan los meses de enero de 2018 y 2019. Así, al comienzo de la presente vigencia, 298.000 personas adicionales se encontraban en desempleo, un ascenso a 3,1 millones de ciudadanos en esta condición, siendo 1,392 millones hombres y 1,785 millones mujeres, un aumento si comparamos los datos de enero de 2018, donde fueron discriminados en 1,261 millones hombres y 1,617 millones mujeres. El Dane agregó que la tasa de desempleo en enero de 2019 fue de 16,9% para la población femenina, lo que contrasta con el 9,8% de la masculina.

Este panorama es la preocupación de la bancada del partido político MIRA, que en el Legislativo ha impulsado la ley 1257 de 2008 para proteger a la mujer en caso de violencia y discriminación, y la ley 1496 de 2011, que busca la equidad salarial entre hombres y mujeres, normatividad que sigue siendo defendida en el Congreso de la República.

En tal sentido, buscamos salvaguardar e incluir en el Plan Nacional de Desarrollo, PND, 2018-2022, líneas como lo planteada la semana anterior en el debate de la Comisión VII del Senado, a la señora ministra de Trabajo, Alicia Arango, de asegurar la formalidad laboral, la generación de empleo digno y cerrar la brecha de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres. “En el mercado laboral colombiano existe la percepción de desigualdad, con un 50% de los encuestados que creen que las mujeres aún enfrentan barreras para avanzar en su carrera, siendo una de estas el salario”, reveló una encuesta realizada por la firma Hays y que fue publicada el miércoles por Portafolio.com

Para finalizar, en la conmemoración del día de la Mujer, mi compromiso como legisladora, además de integrante de una bancada inquieta con temas sensibles, es aportar para que en el PND queden integradas disposiciones que faciliten las condiciones para generar más empleo y trabajo formal, dar oportunidades reales para el emprendimiento y su consolidación en el tiempo, y encaminar esfuerzos para reconocer el papel central de las familias y de las mujeres en el ámbito social, político, económico, cultural y ambiental, elementos fundamentales para que se garantice ir más allá de una fecha y se asegure la valoración de la población femenina, como actora del crecimiento de la sociedad.