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Obituario  |  27 diciembre de 2019  |  12:37 AM |  Escrito por: Edición web

Murió el padre del barranquismo en el Quindío

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Efrén Fernández Varón fue un famoso arquero del equipo de Empresas Públicas de Armenia, entidad en la que laboraba como fontanero. En sus ratos libres, esculpía figuras en los barrancos de su casa en la calle 21 entre carreras 25 y 26, sector conocido como San José y el Bosque.  Jubilado de EPA se dedicó a esculpir figuras en barrancos de la ciudad, y dejó un poco más de veinte de ellos con su impronta escultórica. Este hombre murió en la madrugada de este martes y su velación se realiza desde las 6.p.m. de ayer en Jardines de Renacer. Sus exequias se realizan hoy 25 de diciembre a partir de las 3 de la tarde en la iglesia Catedral.

Efrén Fernández fue el creador dEl arte de esculpir en tierra en nuestra época. Esta técnica fue utilizadapor indígenas de América para plasmar ideas sobre la vida de las comunidades, en especial sobre las creencias sobrenaturales, los mitos y los rituales que eran costumbres entre la población precolombina. Pero el mundo moderno, el desarrollo urbanístico y sobre todo el avance de la industria de la construcción destruyeron todas aquellas manifestaciones artísticas y culturales plasmadas en los barrancos del Eje Cafetero.  

Es muy poco, casi nada, lo que se puede encontrar ahora y sólo quedan las leyendas de los colonizadores que vieron en muchos barrancos esculturas fenomenales. Este antiguo y perdido arte precolombino fue recuperado en Armenia a través de Efrén Fernández Varón, un tolimense que se enraizó en el Quindío y que denominó esta técnica de escultura mural sobre tierra como barranquismo.

El barranquismo es una técnica escultórica sobre tierra que se asoma a un espacio desde un barranco mirador. En ese barranco el artista, con palín y regatón en manos va elaborando figuras, casi todas características de las culturas precolombinas, que luego cubre con cemento y arena pasados por agua.  Lo que fuera en la antigüedad una forma de expresión indígena es hoy un importante hito del arte urbano en Armenia, creado por Fernández, quien acaba de fallecer a la edad de 82 años.

Efrén Fernández creía que Los Pijaos eran vigilantes, en las alturas de las montañas, mientras que los Quimbayas eran artistas, en el pie de monte y los valles. “...mientras estos desarrollaban las artes, los otros protegían fronteras y su legado cultural, que es lo que nos toca a nosotros rescatar...”, sostuvo el artista en una antigua entrevista con nosotros.

Los quindianos nos acostumbramos a ver el barranco y en él a un hombre de brazos fornidos labrando la tierra, sostenido por escaleras o andamios de guadua, ese era Efrén Fernández. Y, de pronto, en el día a día, el barranco se va moldeando y cuando menos se espera aparece la figura. “... Yo lo único que hago es quitarle la tierrita de encima porque estas figuras ya estaban ahí y en realidad están ahí porque es el pensamiento el que mueve al mundo, y al proyectar el pensamiento hacia la tierra lo que hago es plasmar lo que el pensamiento graba en las paredes, por eso a mí no se me hace difícil mostrar infinidad de cosas en un mural, por raras que sean. Me siento integrado a la tierra y a los elementos de la naturaleza. Soy una persona que, como mis antepasados, piensa que allí está Dios para que llueva, truene, relampagueé, haga sol. Estoy contento, satisfecho en todo momento, disfruto y pienso que eso está bien: necesito agua para que ablande el terreno y sol para que lo endurezca otra vez y forro la tierra con elementos de la tierra, agua, arena y cemento...”, explicaba el hombre desde su concepción de la vida.

Para el escultor estas figuras plasmadas en el barranquismo tienen vida propia. “... Por dentro de la obra hay cantidad de vida, muchos animalitos subsisten allí en la tierra y le dan fuerza a las obras, no es un metal frío, ni muerto, ni de cemento sino que es pura vida por dentro...”, decía.

Fontanero de EPA

Este hombre fue un obrero de fontanería de las Empresas Públicas de Armenia y las primeras obras las hizo en el patio de su casa. Rostros, siempre rostros de indígenas. Luego empezó a ser contratado para hacer obras en barrancos de instituciones con sus logotipos y filosofía. Después plasmó su pensamiento aborigen y su fama creció en la región. Muchas de sus obras han desaparecido por falta de mantenimiento o, como sucedió en el pasado con las representaciones indígenas, la civilización las arrasó para sembrarlas de cemento. Este tipo de arte necesita mucho mantenimiento porque se trata de tierra, un barranco labrado, al sol y al agua que fácilmente se va deteriorando.  Hoy, los gobiernos locales han adquirido mayor conciencia sobre la importancia de seguir haciendo este tipo de esculturas y darles el mantenimiento adecuado. 

¿Dónde están las esculturas? En cualquier parte, a la vuelta de cualquier esquina, donde haya un barranco.

“...Yo quería que Armenia tuviera algo qué mostrarle a la gente, algo raro, único, propio, que no fuera traído de ninguna parte. Una obra escultórica que asombrara a propios y a extraños y que la gente pudiera decir ‘en Colombia hay un pueblito donde nacen esculturas de la tierra’...”, sostenía el artista que nos ha dejado desde ayer.

 

 

 

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