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Región  |  01 abril de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

A voz en cuello un lustrabotas pidió ayuda en medio de la soledad por la cuarentena

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Desesperado por la falta de ingresos para llevar el sustento a su casa, un hombre interrumpió la calma de los habitantes en un sector del norte de Armenia al inicio de esta semana, después de la hora del almuerzo y cuando la gente se dedicaba al reposo en su aislamiento.

En forma intempestiva se escuchó que un individuo a voz en cuello pedía ayuda, se notaba la angustia en su mensaje “necesito trabajar, soy lustrabotas, permanezco en la Plaza de Bolívar y desde hace días no consigo un centavo, ayúdenme”, gritaba el hombre desde la vía pública haciendo llegar su voz hasta los últimos pisos de los edificios en la calle segunda de Armenia.

En forma inmediata los balcones de los apartamentos se llenaron de público mirando hacia abajo hasta observar al protagonista de un hecho inesperado en el sector.

Un sujeto de sombrero, saco y corbata miraba hacia arriba y se dirigía a este improvisado auditorio, tenía bajo su brazo la caja de lustrar zapatos y el butaquito propio de quienes se dedican a esta labor.

Rápidamente se despojó del tapabocas, se descubrió el rostro y se dirigió de frente a quienes lo observaron fijamente y sorprendidos, sabía que era la gran oportunidad para llamar la atención de quienes se dispusieron a escucharlo en lo alto de los edificios, pedía que le dieran trabajo, que hacía días no recibía ingresos por el oficio que ejercía en la Plaza de Bolívar.

La presión del entorno a raíz del Coronavirus hizo que este individuo se destacara en el momento y que moviera a la solidaridad de los vecinos del lugar hasta alcanzar el triunfo.

Luego del primer impacto de la imagen que llegaba desde el suelo, algunos retornaron al interior de sus viviendas para tomar monedas y enviarle en las canastillas amarradas a una cuerda, que se usan en las viviendas altas para evitar bajar y subir escalas.

Entre tanto, un vecino sacó un par de zapatos y le puso oficio al desesperado embellecedor de calzado, quien emocionado se ocupó en lo que mejor sabe hacer, hasta entregar la obra y recibir la paga.

La mayoría de habitantes de los edificios esperaron en sus ventanas hasta el final de la historia, cuando el embellecedor se paró de su butaco, al tiempo que entregó la obra, agradeció a su espontaneo empleador y permaneció en el andén mirando hacia arriba y con un ademán de agradecimiento se despidió de quienes lo socorrieron en un momento de tanta necesidad.

En esta ley de la selva en donde no todos sobreviven a una situación tan compleja de la historia de la humanidad, tanto la actitud del hombre desesperado como la de sus observadores, alcanzó una reacción positiva y un final esperanzador.

Las preocupaciones del hombre se fueron calmando a medida que recibió el apoyo de quienes lo escucharon y entendieron, finalmente logró retornar a su casa más tranquilo y esperanzado.

Son muchas las situaciones diarias que ponen al ser humano al límite, como en este caso en el que un ciudadano grita en una solitaria calle de Armenia pidiendo ayuda en medio de su angustia por la falta de dinero para cubrir sus necesidades y las de su familia.

Gracias a la ansiedad el hombre ha podido sobrevivir y alcanzar muchos de sus objetivos, en este caso el protagonista tomo su caja de embetunar, el sillín y salió caminando con la satisfacción del logro alcanzado.

Según el psicólogo y psicoterapeuta estadounidense Rollo May, “La ansiedad no puede evitarse, pero sí reducirse. La cuestión en el manejo de la ansiedad consiste en reducirla a niveles normales y en utilizar luego esa ansiedad normal como estímulo para aumentar la propia percepción, la vigilancia y las ganas de vivir”.

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