Por Luis Fernando Jaramillo Arias

“El que no es de izquierda a los 20 años no tiene corazón, pero el que a los 40 lo sigue siendo, no tiene cerebro[1] ” Frase atribuida a Winston Churchill

La semana pasada escribí sobre la falta de confianza en la rama judicial, la más desacreditada de las instituciones colombianas. Hablé sobre los fallos rápidos que se imparten a cosas intrascendentes, sobre la compraventa comprobada de sentencias y sobre la impunidad. Me quedó faltando la penetración ideológica y la politización de la justicia. La verdadera Justicia tiene que ser Legítima, Justa y Apolítica. Los fallos deben proferirse en estricto derecho, pero los ciudadanos muchas veces no los vemos así. Aún en esas circunstancias, los demócratas los discutimos y hasta protestamos pacíficamente contra ellos, pero los acatamos.

Gustavo Petro llamaba hace un par de semanas a la desobediencia civil; ¡Qué contraste! Esta semana ante la noticia sobre Álvaro Uribe publicó: "Medida de aseguramiento contra Álvaro Uribe Vélez. Cualquiera que sea el desarrollo de ese proceso, Colombia debe respetar su justicia" y luego escribió que “la Corte Suprema debe ser protegida y respetada” ¿No fue el M19 el que quemó el Palacio de Justicia en 1985? ¿Para unas cosas sí y para otras no? ¿Con cara gana él y con sello perdemos nosotros? La coherencia no es la característica de Petro.

Durante mi juventud simpaticé con las ideas de izquierda. Me matriculé en la Universidad Nacional en Bogotá en la idea de hacer una carrera de Economía con sentido social y compañeros de extracción popular, ya siendo ingeniero de la Universidad de los Andes. Era la época en que varios de los que han sido dirigentes de las Farc, actuaban en la Nacional. Lo que hacían no era estudiar sino movilizar, protestar, “agudizar las contradicciones del sistema” para socavarlo. Promover la idea de la combinación de las formas de lucha, idealizar el régimen de Fidel Castro.

Saliendo de la Nacional un día, cambió mi vida por completo. Una turba en la que se encontraban algunos de mis compañeros estaba quemando un bus y pensé: “A mí no me educaron para destruir sino para construir; voy a trabajar por la equidad con coherencia y con el pragmatismo del libre mercado y el capitalismo social” ese día dejé de ser izquierdista.