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Cultura  |  11 abril de 2021  |  01:24 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de la tía Clara: Locas en dos familias bien de Manizales

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Por El Flaco Jiménez

Mientras tomábamos aguardiente Amarillo en el corredor de la finca, la tía Clara me contó los chismes de cuando ella era joven y bella. Los tiempos en que Manizales era un caserío con dos mil quinientos habitantes y otros tantos marranos.

— ¿En qué familia íbamos sobrino?

—En la familia Flores tía.

—Ah sí. Los Flores que yo conocí tuvieron dos hijos muy raros, eran mellizos y los internaron en Sancancio.

— ¿Estaban locos tía?

—No mijo, eran locas.

La tía soltó la lengua y me contó que esos Flores, de origen asturiano, vinieron en el tercer viaje de Colón y eran amigos personales de Juan de la Cosa y de Pinzón, pero sobre todo, De la cosa.

Parece que descendían en línea curva de Carlota Primera de Hayabajo, muy cercana a la Corte Inglesa y al Corte Inglés de Madrid, en cuya esquina comerciaba con las cosas de Hayabajo. Era impulsadora y sus hijos llegaron impulsados a la Nueva Granada debido a pequeños desacuerdos con la justicia española.

El primer Flores que llegó a Manizales fue Don Escolástico Flores que casó con doña Anatolia del Rincón, de origen blanco y noble también, pues sus antepasados fueron Carlos Tercero El Atenido y La Culichupada Clotilde de Aquitania.

Ese matrimonio Flores del Rincón solo tuvo hijas hembras, lo cual se consideraba una desgracia o un castigo del cielo, cuando en realidad se debía a que Anatolia tenía la matriz caliente, según dijo don Escolástico que era más machista que el obispo de Jericó, el de las siete palabras.

Rosa, Magnolia y Heliconia Flores del Rincón eran las mayorcitas y solo servían de adorno. Luego vinieron Begonia, la bigotuda, que era partera; Margarita, la patiapartada, curandera; Petunia, la rodillijunta, yerbatera; Gardenia, la Morronga, que no hacía nada, y Hortensia, la lengüilarga, que hacia empanadas. Las más famosas por su hermosura y aroma fueron Dalia, Catleya, Azucena y Violeta, y las menores eran muy apetecidas por sus arepas, de chócolo, sobre todo Jazmín, Clavellina, Camelia, Amapola, Bromelia y Lavanda.

Cuando ya habían perdido la esperanza, vinieron por fin los hombres, Narciso y Jacinto, mellizos, que apenas tuvieron alientos de caminar empezaron a ponerse los tacones de las hermanas y por eso los guardaron en Sancansio.

—Don Eufrasio Ángel también tuvo un hijo muy raro —siguió diciendo la tía mientras se aplicaba otro amarillo doble.

Eufrasio era un hombre riquísimo, de pelo en pecho y remolino en la salida para Neira. No tenía modales ni cortesía. Era brusco y más feo que un carro por debajo, aunque decía que era descendiente de Felipe el Hermoso, o sea que también era creído.

Sufría el ricachón por falta de heredero que manejara sus fincas y ensayó con muchas mujeres, además de la propia. En nueve veredas de Manizales tuvo concubinas, pero ninguna le dio hijos. Les echaba la culpa a ellas, pero él era quien tenía la pólvora mojada, aunque nadie se atrevía a decírselo porque además de rico y creído, era bravo y matarife.

Y también era tacaño, de esos que no dan ni del cuerpo. Con decirle sobrino que en Navidad compró una tela rosada horrible y pasada de moda, 27 metros compró, pues al por mayor le salía más barata y le regaló tres metros de esa tela a cada una de sus nueve mujeres.

Y cuando esas mujeres subieron a la misa de gallo el 24 de diciembre, todas iban vestidas con la misma tela rosada y así supimos que eran las concubinas de Eufrasio Ángel.

Esos Ángel venían de Angelopolis (como es lógico) aunque Eufrasio se creía Ángel de los del cielo mismo. La verdad es que sí tenía sangre azul por parte de un cacharrero español que descendía de un hijo bastardo que tuvo Felipe el Hermoso con Juana La Loca.

Por fin su legítima esposa parió un hijo varón. La gente puso en duda la paternidad de Eufrasio y lo llamaban cornudo (a sus espaldas naturalmente), pero 12 años después, cuando vieron al joven Eugenio caminar por la calle, quedaron boquiabiertos:

Este muchacho era sin lugar a dudas de la dinastía Ángel. Se le notaban de lejos los genes españoles de Felipe y de Juana, pues al igual que Felipe era hermoso y lo mismo que Juana, era loca.

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