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Columnistas  |  12 junio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Felipe Martínez

De los bajos ingresos a la pobreza multidimensional

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Felipe Martínez

Por Felipe Andrés Martínez Vera

Saber que en 2020 el 42.5% de los colombianos vivieron con menos de $11.057 al día es alarmante, incluso puede ayudarnos a entender la convulsión que vive hoy el país, pero no ayuda a tener una comprensión profunda del fenómeno ni a encontrar soluciones sostenibles social y económicamente. De hecho, restringir la pobreza a tener ingresos inferiores a un monto determinado ha hecho que la respuesta gubernamental se centre en el asistencialismo, mientras las causas del problema siguen desatendidas.

Aunque insuficiente, un primer paso hacia el entendimiento amplio de la pobreza y sus causas es la caracterización de la población afectada por esta. En Colombia, las cifras muestran que el tamaño del hogar, el número de hijos pequeños, el número de personas empleadas, así como el sexo, la edad, el nivel educativo y la situación laboral del jefe del hogar, influyen sobre la incidencia de la pobreza. El 46.7% de los hogares con jefatura femenina son pobres, proporción que se reduce al 40.1% en los hogares cuyo jefe es hombre. La situación laboral del jefe del hogar y el número de personan que trabajan tiene un efecto mucho más marcado, aunque no concluyente. El 69.1% de los hogares en los que el jefe se encuentra desempleado son pobres, mientras que en los hogares cuyo jefe tiene empleo, la cifra se reduce al 38.7%. Finalmente, es importante resaltar que la pobreza afecta el 32.1% de los hogares en los que dos o más personas trabajan, el 47.9% de los hogares donde solo trabaja una persona y el 62.4% de los hogares en que ninguno de sus miembros labora.

Estas cifras muestran claramente que tener un trabajo no es garantía de no ser pobre, y obligan a reflexionar sobre ¿por qué son pobres familias en las que dos o más personas trabajan? ¿es suficiente medir el desempleo, o es necesario empezar a adentrarnos en las mediciones de empleo digno o decente? ¿qué características demográficas o educativas limitan el acceso de una gran parte de la población a un empleo bien remunerado?

Conscientes de estas y otras limitaciones de la pobreza monetaria, un grupo de investigadores del PNUD y la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford, desarrollaron el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM). Este índice, incluye en la medición de la pobreza una serie de elementos que limitan el desarrollo de las capacidades de los individuos y afectan su bien-estar. Esta nueva forma de abordar la pobreza le quita peso a las consecuencias del problema y permite un mayor acercamiento a sus causas, por lo que las mediciones de pobreza multidimensional terminan siendo más útiles para el diseño y seguimiento de políticas públicas.

En 2011, el DNP adapto la metodología para el cálculo del IPM a la realidad colombiana. Para el país se priorizaron 15 indicadores que se agrupan en 5 dimensiones: Condiciones educativas del hogar, Condiciones de la niñez y la juventud, Trabajo, Salud y Acceso a servicios públicos domiciliarios y condiciones de la vivienda. Un hogar se considera en pobreza multidimensional si presenta privaciones en por lo menos 5 de los 15 indicadores.

En 2019, último año para el que se tienen resultados de la aplicación del IPM, el 17.5% de los colombianos estaban en pobreza multidimensional. Las regiones más afectadas fueron la caribe y la pacífica (sin incluir Valle), donde la incidencia de esta problemática llego al 28.1% y 26.3%, respectivamente. Bogotá fue la región menos afectada.

Los indicadores con mayor proporción de hogares en privación fueron Trabajo informal (72.7%), Bajo logro educativo (44.5%), Rezago escolar (27.4%) y Desempleo de larga duración (12.1%). Es decir, en Colombia la pobreza multidimensional está determinada principalmente por la precariedad del mercado laboral y los bajos niveles educativos de las personas.

Así pues, al unir las cifras sobre pobreza monetaria y pobreza multidimensional es claro que la reducir la incidencia de esta requiere un enorme esfuerzo en la cualificación del capital humano y la dignificación del mercado laboral. Elevar los niveles educativos y de formación para el trabajo de la población hará que más personas puedan desarrollar sus capacidades y aspirar a un empleo o mejorar sus ingresos, pero esto no es suficiente, es necesario también que los empleadores se hagan conscientes de la importancia de la dignidad de sus colaboradores. Solo así podremos encaminar el país en la senda del desarrollo humano y sostenible.

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