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Región  |  20 julio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Desmontan exitosos procesos de turismo comunitario en el PNNC

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Por Andrés Rivera Berrio

La Unidad Administrativa Especial Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNNC), precariamente dirigida por el recién nombrado Pedro Orlando Molano Pérez, ha empezado a desmontar exitosos procesos de Turismo Comunitario que se venían desarrollando desde hace un poco más de dos décadas.

En comunicado de la página oficial de PNNC se indica que, en el Santuario de Fauna y Flora Otún Quimbaya, en Pereira, la Asociación Comunitaria Yarumo Blanco ya no prestará los servicios ecoturísticos.

Esa escueta nota refleja la opinión de un grupo de funcionarios que, como ambientalistas, está de acuerdo con estos procesos, pero que se siente impotente ante la decisión de un director de Parques sin conocimiento e indolente ante los procesos comunitarios de conservación biológica y que ya dejó entrever que solo quiere a un privado prestando los servicios.

¿Es acaso la opción privada la mejor posibilidad de gestionar lo que en el capítulo III de nuestra constitución nacional está definido como un derecho colectivo y del ambiente?

Su predecesora llegó con la misma idea, pero en contravía de lo que anunciaba en su plan de gestión, desmontó las concesiones ecoturísticas privadas (salvo una, la de Tayrona que, dicho sea de paso, acabó con los siete procesos comunitarios que se tenían en ese parque). Esa directora, Julia Miranda, terminó modificando su plan de gestión porque las concesiones no eran viables ambientalmente, no contribuían a la conservación de las áreas, ni a la educación ambiental del visitante y la reconversión productiva de las comunidades locales.

Precisamente la primera en ser desmontada fue la del Santuario de Fauna y Flora Otún Quimbaya que contó siempre con una férrea oposición local y registró los peores indicadores de visita durante el tiempo en que operó. Es importante anotar que la del Parque Nacional Natural Los Nevados operaba bien, porque estaba a cargo de la caja de compensación de Caldas, y había logrado una destacada proyección social y de sostenibilidad en su gestión turística.

Los funcionarios de Parques y de las entidades que los han acompañado y que le han apostado con éxito a este proceso, con varios premios nacionales e internacionales, han visto en este director la arrogancia típica del funcionario público que está estrenando despacho sin saber nada del tema o que, claramente, parece estar cumpliendo los mandados de quienes lo designaron, los cuales tampoco saben del tema.

Qué difícil ser funcionario público en Colombia, donde los dirigentes subvaloran e ignoran el saber verdaderamente profesional de sus subalternos, en aras de imponer postulados políticos lejanos al espíritu legítimo de la gestión del bien público.

La Asociación Yarumo Blanco nació hace 10 años incorporando dos procesos comunitarios anteriores, Coomdema (grupo de adultos) que nació en 1998, y Soledad de Montaña (grupo de jóvenes) que nació en el 2000; o sea que la asociación realmente es un proceso que acumula más de 20 años en la gestión comunitaria hacia un verdadero turismo sostenible en áreas naturales protegidas, y que sirvió de inspiración a no menos de 30 procesos comunitarios similares a lo largo y ancho del país.

Sus miembros son en su mayoría personas con buen nivel de formación, al ser administradores turísticos o administradores ambientales, así como guías de turismo, formados en las universidades departamentales y por el SENA; además, conocedores de múltiples temáticas de conservación gracias a una intensa agenda de capacitación que sostenían cada año.

Unas 25 familias se quedan sin un buen empleo, o mejor, sin una verdadera empresa comunitaria.

De tiempo atrás venían pidiéndole a Parques Nacionales que realizaran acciones para desarrollar los atractivos del Santuario, como por ejemplo con la construcción de un puente de dosel, o desarrollando un centro de interpretación en la casona antigua de Villa Amparo, pero no recibieron acompañamiento a la idea, así como con el alquiler de bicicletas para ecorrecorridos por la carretera, las cuales compraron y luego les prohibieron ofrecer.

Realmente nunca recibieron apoyo ante los grupos de turistas extranjeros que, buscando observar aves, cruzaban por la carretera sin pagar tarifa de ingreso y solo pedían en el Santuario el servicio de baño y de comedor, sin contratar a los guías locales, buenos guías de aviturismo y de otras especialidades ambientales.

A cambio de estas y otras propuestas y de haberle dado glorias a Parques por sus política de turismo comunitario, la entidad decide no renovarles el contrato, aduciendo que Yarumo Blanco no aceptó los nuevos términos, cuando en realidad éstos fijaban metas más altas en ocupación y en tasas de transferencia a Parques, reflejando claramente la mezquina indolencia del director de Parques, para quien en su mente pareciera que no hubiera existido una pandemia, y unas fuertes protestas sociales, que aún mantienen postrado a todo el sector turístico en Colombia, a punto de quiebra, y que tiene en el Santuario Otún Quimbaya una restricción adicional con un aforo que no permite más de 60 personas al día… Cifra absolutamente inviable para una operación comercial exitosa y poco razonable desde los protocolos del Covid.

Fuera de eso, el director de Parques ha cerrado cualquier puerta para que sus funcionarios gestionen propuestas con entidades regionales como la caja de compensación departamental o la universidad pública, entidades muy prestantes con quienes se podrían realizar alianzas supremamente interesantes que aportarían muchísimo a la gestión ambiental en Pereira y en Colombia; ha dejado en claro que quiere un “privado” prestando los servicios ecoturísticos.

Es la necedad del capitalismo salvaje, ese mismo que el ambientalismo trata de contener para garantizar un futuro viable para todos.

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