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Columnistas  |  24 septiembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Roberto Estefan-Chehab

NO QUEME LAS NAVES

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Roberto Estefan-Chehab

Roberto Estefan Chehab

Nadie tiene un mundo psicológico idéntico, ni siquiera parecido y, los ritmos de las personas no siempre están en la sintonía ideal lo que no significa que todo ha sido una equivocación: es difícil asumir los momentos del otro cuando en su fluir amenazan con indiferencia, no como algo personal, tal vez la confusión que puede abrirse paso en las almas a medida que avanza la existencia y sus expectativas no se consideran resueltas, generalmente así es; puede resultar abrumador. Todo ser humano tiene fragilidad tendiendo a exponerse a la ilusión de encontrar las respuestas, que ha buscado durante su vida, espiritual, en algo que le aporte absolutos aparentemente indefinibles, como: por fin hallar la verdad, el secreto de la paz y la evolución y la capacidad de topar en su interior con alguna forma de conocimiento a través de una irradiación superior que despeje los nubarrones, que nunca faltaran, en el viaje de todos los mortales. Así se inicia un periplo a través del cual el discurso aparece como una propuesta humilde, con toques de amor, ternura y compasión que por momentos parecen una preocupación sincera por quienes quedaran a la zaga, pero con los tentáculos de un efecto de supremacía que va alejando, la comunicación corriente, de cualquier posibilidad de argumentación porque simplemente los que van quedando atrás, al menos eso es lo que se juzga, se pueden valorar como buenos seres humanos, han elegido objetar la posibilidad de una elevación espiritual que los pueda rescatar de la manipulación del intrincado mundo “de los poderosos movidos por el egoísmo y la intención de someter a la humanidad conduciéndola a un apocalipsis irremediable”: se pierde la sintonía pues los intereses cambian, la energía se distrae hacia otra dimensión y la lejanía se instala peligrosamente en nuevos rumbos simplemente compartidos por quienes marchen de igual forma: un conjunto así se retroalimenta y defiende a sí mismo, frente a lo que sea, e intenta afianzarse sutilmente pero escalando cada vez más condiciones que someten y crean un peligroso espíritu de cuerpo. Eso está inventado. Las personas cercanas que no intervengan o contradigan o cuestionen están, al menos exentas de ser alejadas, además porque hay vínculos amorosos naturales que cuesta arrancar, afortunadamente, amén de no significar mayor problema en la cotidianidad: esas personas deben mantener una posición de prudencia y “aceptación” que proteja la cercanía, pero generalmente no mantienen una convivencia estrecha, más allá del rol amoroso pero autónomo, que es su mejor garantía. Canalizar energías en un universo que ofrece la posibilidad de un futuro interior en “nirvana” lleva a distraer la cotidianidad y sus retos valiosos hasta someterlos al riesgo del abandono porque dejan de ser importantes y mas bien se desplazan al nicho considerado generador de inquietud y confrontación asunto que en esa “nueva” manera de sentir, debe ser abandonado. Ya el brío cambia de escenario. Y sin embargo, la procesión sigue por dentro, la búsqueda no termina, el auténtico “nirvana” no llega y la posibilidad de soltar esas amarras no deja de ser un esperanzador momento que además puede dejar un aprendizaje importante que dé luz a la oportunidad de caminar con mas madurez, mejorando la comunicación y fortaleciendo tantas cosas buenas que están ahí quizás esperando como una madre espera a su hijo inquieto y buscador de verdades e ilusiones por las cuales en algún momento pensó que lo mejor estaba en otras partes. Arriesgar es un derecho, así como lo es cuestionarse libremente, sin manipulación. Trate de perdonar, aunque no entienda de donde viene el dolor, se puede trabajar en eso. Suponga la buena fe de las personas queridas y no intente llenarse de motivos para enturbiar lo que en conjunto ha sido un buen camino. Nada “absoluto” es confiable.

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