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Cultura  |  31 octubre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Entre la realidad, ficción y escritura

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Texto de Juan Felipe Montealegre y David Santiago Ariza R. Hace parte del libro Literatura Herramienta de la Historia.

Las formas literarias de la historias y la historicidad de la experiencia de lo que nosotros los posmodernos estamos en contra es de una historiografía académica, al servicio de los aparatos estatales que se han vuelto en contra de sus propios ciudadanos, con sus nociones de objetividad epistemológicamente demacradas, ideológicamente estériles y obsoletas —una historiografía que,al aislarse a sí misma de los recursos de la poiesis (invención) y la escritura artística, también cercenó sus lazos con lo que era más creativo en las ciencias reales que buscaba a medias emular—.

Hayden White, Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica (2010).

En una conversación casual con un vecino del barrio Santa Isabel, en Bogotá, surgió de manera espontánea el tema acerca de lo que significa “hacer historia”. La ligereza con que nos desplazábamos de una referencia a otra —desde acciones individuales que trascendieron el pensamiento y la sensibilidad humanas, hasta aquellos acontecimientos que pudieron haber trastornado y que, de hecho, transformaron el modo de vida de los pueblos— llevó a un cambio en la acepción de la palabra “historia”. De repente, identifiqué que mi interlocutor había dejado de usar la palabra en el sentido de la Historia como esa gran “línea de tiempo” en la que se archivan los acontecimientos, a usarla en el sentido de la historia que se hace contando lo que se vive; con cierta precipitación, interrumpí su relato para indicar que se había producido este traspaso semántico, a lo que me respondió que, a pesar de las diferencias de escala, tanto la Historia Universal como las historias particulares deben su existencia y adquieren sentido, relevancia y eficacia por el hecho de ser contadas, llegando a ser incluso tanto o más importante que el hecho de ser ciertas en sentido estricto.

¿Qué sería de la Historia sin la tradición oral, sin las formas textuales de la narrativa, sin mitos, sin fábulas, sin fantasías? Decía Gabriel García Márquez: “vivir para contarla”, ¿y acaso se puede contar la historia sin haber estado en ella, sin ser uno mismo un ser histórico, temporal? ¿Cómo podría contarse algo que no se vivió en carne y hueso? ¿Como lo hacen los “historiadores”, esos especialistas de la Academia que hacen las veces de guardianes del conocimiento histórico y reconstruyen objetivamente la sucesión de hechos del pasado? Si ambas “historias” —la Historia como ciencia y la historia como vivencia— deben su existencia a la posibilidad de ser narradas, ¿qué diferencia el discurso de una con respecto a la narrativa de la otra?

A diferencia de la Historia como disciplina académica, la historia construida a partir de pequeños relatos sobre experiencias individuales y colectivas integra los elementos de la afectividad y la emotividad, y la trae a un plano mucho más cercano a la vida cotidiana del común. No es simple casualidad que las corrientes históricas contemporáneas surgidas desde la academia se estén replanteando los métodos de “hacer Historia” y estén reconociendo nuevas fuentes de conocimiento. La Historia que evoca experiencias compartidas del pasado toca inevitablemente las fibras sensibles del recuerdo y hacen brotar las lágrimas de la nostalgia, ese sentimiento que transporta dolorosamente a un pasado feliz. Incluso la Historia, de pretensiones científicas, no puede prescindir del punto de vista de quien investiga, descubre y redacta los hallazgos de su trabajo. La historia viva posee un carácter poético, construye su propia narrativa, que más que simplemente describir lo que sucede, elabora una imagen de lo que fue experimentado como un acontecimiento. Es decir, que tanto el historiador como el poeta seleccionan los aspectos, fragmentos y recortes de los hechos en bruto y los transforman tanto en relatos científicos, coherentes y argumentativos, como en obras literarias que retratan, con admirable detalle cinestésico, los escenarios en los que la condición humana se ha destacado por sus acciones concretas en los campos psicológico, espiritual y social.

Pues bien, el espacio que aquí nos convoca, donde lectores y escritores se dan cita en la apertura de este libro, es la evidencia de que las narrativas que lo componen pueden llegar a construir una visión de conjunto de la “Historia de la Humanidad” —por supuesto, limitada e incompleta, pero, desde luego, modesta y abierta—, a partir del entretejimiento de microhistorias y de experiencias personales alrededor de temas y acontecimientos que han dejado huella en la memoria de aquellos que los vivieron; esta memoria se nutre a su vez de las historias contadas por padres, abuelos y ancestros para interpretar el sentido del paso del “hombre” sobre la Tierra. Aquí, biografía e Historia salen a su encuentro a través de la memoria personal sobre acontecimientos trascendentales.

El conjunto de experiencias a las que tienen acceso los y las lectoras en este libro no hubiese sido posible sin el contacto y el acercamiento consciente a los libros de Historia y a los libros que cuentan historias. El objeto libro es la condición material fundamental para la transmisión y pervivencia de la Historia por medio de las historias. Ejemplo de hecho lo demuestran los relatos de los contertulios acerca de sus aventuras literarias de la infancia, en las que los libros, revistas y caricaturas eran los principales portales del tiempo a través de los cuales se descubre el pasado y se imagina el futuro. Más importante aún, es reconocer cómo de este tipo de experiencias brota un juicio valorativo de las mismas, como fruto de la reflexión de lo acontecido entonces, ahora desde el punto de vista del presente. De ahí que emerjan interesantes títulos como “Las bondades de buenas lecturas” o “Mis relaciones con la lectura. Verdades y mentiras”, pues en ambas narraciones hay un pensamiento que le otorga un valor agregado a la descripción de los hechos y las acciones, al sentar una posición sobre una experiencia de la infancia susceptible de convertirse en una enseñanza. Así, la historia llega a la vida de las personas por medio de los libros, siendo este encuentro una experiencia que se convierte a su vez en una historia digna de contar.

Por otra parte, el dominio de la lengua resulta indispensable para la comprensión, interpretación y análisis del mensaje contenido en los libros. Las cuestiones y curiosidades frente al idioma, los debates en torno al uso correcto de las palabras y las modificaciones de significado que acarrea el lenguaje hablado, son algunos de los tópicos abordados en las reflexiones de los contertulios. La preocupación frente al deterioro del idioma demuestra un noble interés por salvaguardar la riqueza cualitativa de las palabras cotidianas. La emergencia de nuevos lenguajes distintos a la expresión escrita y oral, como la audiovisual y digital, genera abandono en la práctica lingüística del mismo modo que cuando un parque es abandonado su aspecto y características se ven seriamente afectadas. Decía el filósofo alemán Martin Heidegger: “el lenguaje es la casa del ser”. Por medio del lenguaje es que habitamos este mundo y depende del valor que cada uno cultive respecto al lenguaje el que nuestra casa luzca amable, acogedora, pulcra y apta para cualquier visita (diálogo).

En todo caso, el contacto con el libro —teniendo en cuenta los objetos que antecedieron al libro tal como lo conocemos actualmente— y el cuidado del lenguaje, representan dos experiencias que se necesitan mutuamente y que inciden en los y las amantes de las letras de tal manera que los empuja a hacer Historia escribiendo historias, y que mejor manera si el arte y literatura están transversal a ese proceso.

La invención, inicios del libro

Resulta interesante la manera en la cual, como sociedad hemos dispuesto en algún momento de la historia, el conocimiento en sus diferentes manifestaciones, desde momentos antiguos en que éste se compiló y transmitió mayoritariamente por tradición oral, para darle paso a arquetipos y antecedentes al actual libro que conocemos; esos primero papiros o escrituras hechas a mano sobre temas que abarcaban divinidades, medicina, acontecimientos históricos, entre otros.

Ilustración 1. Recreación libros antiguos

La escritura y legado que representa un conocimiento plasmado de manera escrita contempla un punto de inflexión en el ser humano, llevando no solo a diversificar de cierta manera los receptores de información hasta ese momento muy reservada o localizada, sino también a centralizar lo que se piensa, ayudar en la formalización de distintas disciplinas e ir de la mano con la invención científica. En cierto modo, es un quiebre en el trasegar humano, comparable a invenciones como la rueda o la agricultura, dinamizan acciones y generan perspectivas/cosmogonías,

Con la invención de un medio físico para darle continuidad a ideas y pensamientos, el hombre y la mujer tuvieron la oportunidad de pensarse, de reflexionar e interpelar con otras personas y corrientes del conocimiento por medio de una página o un papiro, y además de dejar su contribución en esa historia, que es cíclica, pero parece lineal algunas veces. Ese momento dio pie al arte, especialmente la literatura donde sería herramienta crucial para lo histórico, para establecer en un punto determinado del espacio tiempo lo que se creía y sentía como colectivo de personas y sociedades, de mamíferos en constante interacción que con el escribir configuraron las bases de lo constituido actualmente.

 

Ilustración 2. Papiro con jeroglíficos egipcios, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Este ejercicio de observar y sentir mediante la retrospectiva de la humanidad resulta por lo menos relevante en el pensarse el presente y lo futuro, los lineamientos o directrices que la sociedad acogerá y que siempre serán analizados por las ciencias sociales en aras de comprender el significado de las acciones y en ese sentido, evidenciar lo que se tiene por mejorar y lo que debe re-pensarse.

La ciencia como mito y certeza

Lo científico y la ciencia misma han sido fenómenos que han estado entrecruzados en sus inicios por la ficción y lo místico, tal es el hecho de tener como antecedentes a la astronomía, química y medicina, lo que se conoce como astrología, alquimia y textos antiguos de herbolaria respectivamente, dando así forma a las disciplinas actuales, cruzando desde las orillas del escepticismo y lo ‘mágico’, hasta lo ‘objetivo’ y que tendría autoridad concerniente a una incipiente academia.

Ilustración 3. Bibliotheca chemica curiosa, una de las colecciones más completas de textos alquímicos publicados por primera vez en latín, en Ginebra, en el año 1702 por Chouet.

Con el conocimiento y la ciencia también vendría un revolcón de modelos milenarios, porque se empezaría a debatir lo que por generaciones había sido verdad irrefutable, mediante argumentos basados en la observación, en el comprender la nebulosa que define entender el mundo que habitamos; sin embargo, eso también conllevaría a mover instituciones y estructuras que veían como amenaza nuevos postulados que dieran hegemonía a la ciencia. Son muchos los casos de valientes personajes en la historia que aún, teniendo a la Iglesia o monarquía con ojos instigadores detrás, pudieron de alguna manera ser la contracorriente del pensamiento, de la filosofía y construir teorías y métodos fundacionales.

Ilustración 4. Johannes Kepler, retrato desconocido 1610.

De la mano con el escribir y lo fantástico, esto no solo se remitió a los antecedentes de la ciencia, sino que ya en una era más moderna se estableció como todo un género de lo literario, tal es así que la ciencia ficción se popularizó dentro de la esfera social, siendo un motor de imaginar y de soñar con lo poco probable o irrealizable y a la vez, insumo en muchos casos de grandes adelantos de la humanidad, inventos, creaciones y sucesos han pasado antes de lo concreto, por la tinta con encanto por la ficción

Es en ese contexto que lo artístico se teje con lo científico, dando paso a entrever la relación que tienen en el cómo nos identificamos y describimos nuestra realidad, del sentido de la historia y el sinsentido de lo sucedido también; para dimensionar, quizá en una pequeña escala, el universo que trae consigo la cognición y el escribir, lo escrito y lo mentado, lo mágico y lo real que en últimas comprende la totalidad del conocer.

La escritura de la revolución

Ilustración 5. Fragmento manuscrito de la Carta de Jamaica.


En pocos momentos de la historia se ha evidenciado un deslumbre o ápice de conocimiento como en esa época de transición llamada Ilustración, en la cual convergieron maneras de pensar partiendo un poco más desde el ser humano e intensificando valores ligados a lo científico, pasando por lo político y en últimas, regenerando imaginarios y filosofías; tal es el caso de las revoluciones en las Américas, consecuencia de una corriente de pensamiento y momento específico de la historia y cambios, que llevaron a configurar las actuales Estado/naciones que habitamos.

¿Cómo un texto puede causar tanta conmoción? Quizá no es solo el medio físico por si mismo, sino lo que se ve representado ahí, más en un contexto que puede atentar contra el orden establecido. Tal es el caso de la Carta de Jamaica, por ejemplo, la cual según autores puede ser considerado un texto literario por ‘derecho propio’; a manera de carta, se exponen allí los motivos de un cambio en la antigua Nueva Granada, de la represión y falta de garantías que fueron diagnosticadas por Simón Bolívar y un pensar criollo que, con los albores consecuentes de la revolución francesa, veían en la emancipación como colonias, una oportunidad de libertad.

Ilustración 6. Batalla de Boyacá, Independencia de Colombia.

El tema de la independencia y lo literario, con lo escrito en general, tendría que revisarse hasta los antecedentes de la expedición botánica y diferentes incursiones que desde lo científico dieron un impulso a la revolución, y es claro puesto que entre más se conoció el verdadero valor de lo territorial e identitario hubo algo por lo cual luchar, algo más concreto y que creó un discurso que recogiera esa cuestión de clase y raza, del mestizo, indígena, negro y español habitando colectivamente la misma área, creando cultura y reconociéndose de a poco en el otro.

Violencia, legítimamente ilegítima

“Entonces, si aconsejándonos mejor deseáremos la seguridad de la perpetua paz, vendrá aquella y nuestros votos colmará generosamente, puesto que muertas una y otra bestia, como puerca herida, santificará entre la carne y el espíritu un inviolable pacto de santísima paz”

Fragmento Oración acerca de la dignidad del hombre, Giovanni Pico Della Mirandolla.

La confrontación, la exteriorización de un hecho concreto derivado en violento, ha hecho parte de las culturas humanas desde tiempo remotos, aun cuando se decidió por establecerse en marcos de una arcaica civilidad y se fundamentó más adelante la idea de derogar en el Estado los derechos y elección de la fuerza, su monopolio y acciones. Surge así el cuestionamiento de su uso, del por qué somos violentos y de la necesidad por perpetuar un modelo de organización que recurre varias veces al terror para instigar un status quo.

Ilustración 7. “Nelson Mandela-Luchador por la Libertad en Sudáfrica”, así se lee en lengua rusa en esta estampilla conmemorativa de la Unión Soviética de 1988.

Si bien, la violencia ha sido herramienta para instaurar miedo, esto no deslegitima del todo un accionar cuando se trata de resistir o de combatir desde varios ‘frentes’; tal es el caso de discursos que especialmente en el siglo XX se encargaron de nutrir el debate con el repensar las acciones para combatir lo violento, en el marco de un racismo estructural, de lo derivado de una colonización tardía en territorios vulnerables y un mundo inmiscuido en una “guerra fría”. Mandela, Gandhi, Luther King y personajes desde la esfera cultural y por ende política del mundo, han logrado representar el sentir de sociedad, darle voz a los que se han visto quebrantados en el camino y lograr plasmar cambios, desde la experiencia y la resistencia, centrando la búsqueda de la dignidad del ser humano e igualdad de condiciones.

Ilustración 8. Retrato de Mahatma Gandhi.

Todos discursos, en tanto acciones sociales permiten identificar pasajes de la historia que responden a siglos de avances y retrocesos, permiten encontrar en la literatura también un medio para conocerse y reconocerse, para especular el devenir de toda una especie y ver sus contradicciones, lo sagrado y profano que comprende de manera conjunta tantas experiencias y lo que encarna ser mujeres y hombres ¿Qué es lo violento? ¿Cómo legitimarlo? ¿Es necesaria la violencia en el ‘desarrollo’ humano?

Apreciaciones finales

El ejercicio desarrollado a lo largo de este proyecto cultural atraviesa múltiples aristas que, desde el sentir, el pensar y el reconstituir la historia, logran tejer comunidad y compartir pensamientos, teniendo como bisagra la literatura siendo el eje fundamental que logra conllevar de generación en generación relatos, discursos e imaginarios que exaltan lo más sublime o profundo, viéndonos representados y permitiéndonos representar también mediante el arte, lo que somos y aspiramos quizás a ser ¿Es el pensamiento lo que nos define como seres humanos? ¿Cómo sería el mundo si la escritura no hubiera surgido? El escribir es causa y consecuencia, de la necesidad de dejar para la posteridad una narración, y la repercusión que han traído obras que revolucionan el modo de asumir lo ‘real’ y del deseo por cambiar lo establecido, creando comunidad con las letras y asumiendo posiciones con valores en función de materialidades.

‘LITERATURA HERRAMIENTA DE LA HISTORIA’ ha logrado abarcar de manera conceptual y dinámica, variadas temáticas que escudriñan lo pasado y la mente, aterrizando de manera amena grandes concepciones de la humanidad en tertulias que evocan el conocer, aprender y la formación de comunidad alrededor de altos valores culturales, derrotando brechas referentes a la edad mediante el diálogo, buscando así no solo repetir lo que se asume como verdad, sino dando pie al debate y síntesis de ideas. El proyecto logró incentivar, además, un deseo por la escritura no solo por comentarla sino por realizarla; esto tiene un valor agregado, teniendo en cuenta que en el grupo mayoritario que integran las sesiones no pertenecen personas con el oficio de escribir como base, sino que han fortalecido competencias y deseos por empezar a realizar fragmentos, historias y poemas que le dan grandeza a lo realizado en esta oportunidad, y dotan de una valía simbólica profunda, que sin duda contribuye a la formación de país.

Sociólogos Universidad Nacional - Colombia.

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