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Cultura  |  20 marzo de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Las poéticas de la imagen

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Un texto de Juan Felipe Montealegre. Filósofo – Sociólogo. Universidad Nacional de Colombia

Entre la nostalgia del recuerdo y las bondades del olvido

Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fijé mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo.

Marcel Proust, En busca del tiempo perdido (1913).

Era el año 2017 cuando tuve la iniciativa de desempolvar los álbumes fotográficos que mi abuela Victoria atesoraba en el mueble de su habitación, para que a la sazón de un tinto con galletas nos dedicáramos a observar detenidamente las páginas que luego nos llevarían hacia un placentero viaje por la historia familiar. Debo confesar que este ejercicio se encontraba inicialmente atravesado por un interés académico, más que por una motivación sentimental acerca de los personajes y las escenas de la familia.

Pero, distinto a la fría objetividad y el mecánico rigor de la investigación formal, un sentimiento particular acabó penetrando el curso posterior de mi indagación. Este sentimiento era la nostalgia.

En el desarrollo del ejercicio con mi abuela me dediqué a emplear una técnica de investigación cualitativa llamada fotoelicitación: un concepto formado por dos palabras que unidas significan: provocar con fotografías. Se trata de una estrategia que sirve para motivar una conversación sobre cierto tema, sin necesidad de acudir a la lógica entrevistador-entrevistado, pregunta-respuesta, sino más bien creando una situación de diálogo a partir de imágenes, que desplieguen su capacidad para interpelar a los participantes.

Una de las conclusiones de esta actividad fue que, aparentemente mudas, las imágenes nos hablan antes de que nosotros podamos decir algo sobre ellas. Escuchemos a mi abuela:

A mí me gustan las fotografías, tener álbumes para estar recordando y mostrarle a la familia; porque una cosa es contar, otra cosa es verlos, ver las fotos…

Cuando una foto dice cosas antes de que nosotros hablemos sobre lo que nos muestra, es porque detrás de ella hay una historia. Las imágenes sirven para activar las profundidades de la memoria individual, que también es colectiva; incluso cuando uno menos lo espera, al toparse con una fotografía de la infancia, o alusiva a la juventud de madres y abuelas, se nos viene a la mente un sinfín de recuerdos cargados de emociones -positivas o negativas- que al cabo emergieron a la superficie de la conciencia, como si fuera un iceberg. Uno puede recordar, e incluso olvidar algunas cosas de manera voluntaria, pero hay sucesos, personas u objetos -como las fotos- que definitivamente nos sacuden y nos transportan mágicamente a los lugares más remotos de los años vividos. Así hablan las imágenes que reposan en aquellos álbumes familiares. Más aún, nosotros no somos los únicos que colocamos los ojos sobre las fotos para después comentarlas; las imágenes también nos miran, nos hablan en sus propios términos, y es nuestro deber como escritores y lectores llevar a la palabra lo indecible de la imagen.

Resulta, entonces, que de la inmensa cantidad de imágenes que hay en los álbumes de la abuela, se destacó un tipo particular de fotografías a blanco y negro, de pequeñas dimensiones, que retratan a individuos o parejas de cuerpo entero caminando por las principales calles del centro de Bogotá, tomadas hacia la década de los 60’s. Son las fotografías “instantáneas”, logradas por habilidosos y recursivos fotógrafos ambulantes que, tras obturar la cámara, se esmeraban entregando una boleta para reclamar las fotos en el estudio.

Tal vez un par de horas después de tertuliar, nos percatamos con mi abuela de que las “instantáneas” tienen el poder de contar muchas historias sobre aquella ciudad habitada por nuestros antepasados. Una historia de la ciudad vista a partir de la fotografía callejera retratada en las “instantáneas”:

Ese acabó siendo mi proyecto de investigación para acreditarme en la Universidad; y su propósito: rescatar el interés público de un objeto privado (el álbum familiar), constituyó la semilla de un plan todavía más grande y de mayor impacto que en este instante tienen los lectores a su disposición.

Al año siguiente, en 2018, recibí la visita de Don Miguel A. Rivera L. y Doña Gloria I. Suárez N. Conocí la importante labor cultural que esta pareja desarrolla en todo el territorio del Quindío, lo que me llevó a compartir los resultados del ejercicio de fotoelicitación que hice con mi abuela. La sorpresa fue mayor cuando me propusieron utilizar el concepto y la metodología de este experimento para proyectarlo en el marco de actividades de la tertulia “café&letras renata”. Así fue como el programa Nostalgia a partir de imágenes nació: de una amena y dulce conversación entre nieto y abuela en una casa del barrio Santa Isabel en Bogotá.

Recibí más tarde la invitación de Don Miguel y Doña Gloria para llevar a cabo una conferencia sobre mi tesis de grado en Sociología, en el contexto de una de las tertulias literarias de “café&letras renata”, realizadas en la Biblioteca Municipal de Armenia. Allí, no sólo tuve la oportunidad de compartir mi experiencia académica en torno a los vínculos trabajados entre Ciudad, Imagen y Memoria, sino que pude conocer a los miembros de esta noble comunidad, entre los que destaco, por su sencillez y riqueza humana, a Don Enrique Álvaro González y Don Álvaro Salcedo, este último me obsequió su libro de crónicas sobre la historia de Ibagué, titulado El niño, la negra y el General, en el cual aparece la fotografía sobre la que el autor escribe en las siguientes páginas. Gracias a este espacio, en el que no podía faltar el delicioso café preparado por Doña Gloria, logré entender un poco más qué es la nostalgia.

Etimológicamente, “nostalgia” significa el retorno a un pasado feliz que duele porque ya no está. Es un sentimiento de felicidad mezclado con tristeza que se produce cuando algo, en este caso una foto, nos punza el corazón y nos sitúa “en busca del tiempo perdido”. Una cosa es mirar las fotografías con la intención de reconocer la fecha, los personajes, los lugares y las circunstancias en que fue tomada, y otra muy distinta es que la foto nos llegue al alma y nos emocione. Porque la imagen es magia y movimiento: nos con-mueven y nos con-mocionan. La imagen no es copia de la realidad, sino presente inmortalizado.

¿Qué son los recuerdos si no imágenes grabadas en la memoria de las personas y de los pueblos? ¿Y qué sería de las imágenes sin el tiempo, sin la duración, sin la experiencia de vida que les permite contar una historia? Las imágenes nos provocan y nos interpelan; evocan situaciones del pasado y nos interrogan sobre su sentido. Imagen y Memoria: una relación de complicidad entre dos fuerzas vitales con las que el ser humano busca trascender las barreras del tiempo y el espacio finitos, en aras de una inmortalidad poética: la poética de la imagen.

A veces no imaginamos el poder que las fotografías tienen para revivir momentos cruciales de nuestras vidas; no nos damos cuenta de que, incluso a diferencia de las imágenes digitales, las fotografías tangibles constituyen la huella, el documento que cada uno de nosotros deja en el paso por este mundo. Pero esto solamente es posible gracias al olvido, pues la memoria no es lo mismo que el recuerdo. El olvido es muestra de humanidad. Sin olvido, seríamos máquinas que todo lo registran, como los computadores, que están totalmente privados de la posibilidad de sentir nostalgia. Para eso están las imágenes, para que a través de este sentimiento nos reconciliemos con el pasado en provecho del futuro.

El libro que el lector tiene ahora en sus manos representa años de trabajo dedicados a explorar los confines de la memoria familiar, a partir de las fotografías que cada uno de los miembros de la tertulia atesora en su baúl de los recuerdos. La presente compilación de textos recoge los relatos y testimonios de vida de los contertulios, como resultado del acercamiento con aquella imagen que los atrapó y envolvió en un manto de afectos condensados en el sentimiento de nostalgia. He aquí una clara muestra de cómo este sentimiento es capaz de estimular los dotes poéticos y literarios de hombres y mujeres que, como podrá evidenciarse, han disfrutado de este viaje a través del tiempo.

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