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Columnistas  |  30 junio de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

Que no nos coja la muerte, separados

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Aldemar Giraldo

Aldemar Giraldo Hoyos

La  comisión de la verdad,  encargada de descubrir y revelar las malas acciones del pasado por parte de un gobierno (o, dependiendo de las circunstancias, también de actores no estatales), con la esperanza de resolver los conflictos que quedaron en el pasado, entregó sus hallazgos y recomendaciones el pasado 28 de junio de este año; como cosa rara, no asistió el presidente Duque, pues tenía viaje a Portugal; me imagino que poco le interesa el informe a una persona que no se ha comprometido con la implementación de los Acuerdos de la Habana y que ha puesto en la palestra pública a la Jurisdicción Especial para la paz; menos mal, en el auditorio se encontraba el presidente electo, quien se comprometió a leerlo y a poner en práctica las recomendaciones hechas por la Comisión.

Las palabras de Francisco de Roux, al entregar el Informe Final, constituyen una bitácora de vuelo para Colombia, la cual debe ser observada si queremos vivir en paz en el futuro, si queremos parar la barbarie que nos ha acompañado durante décadas;” si no queremos postergar el día en el que la paz sea un deber y un derecho". El documento es un mensaje de esperanza y futuro para nuestra nación vulnerada y rota con verdades incómodas que desafía nuestra dignidad, un mensaje para todos como seres humanos, más allá de las opciones políticas, de las culturas y creencias religiosas, de las etnias y los géneros; una convocatoria al respeto a los Derechos Humanos; un llamado al reconocimiento de responsabilidades éticas y políticas, por parte de esa sociedad injusta y excluyente, durante la guerra que se ha entronizado en Colombia.

Según Roux, “hay un futuro prometedor para construir entre todos”, sin la exclusión y el antagonismo; indispensable que haya una sola Colombia luchando por un mismo ideal para que no nos coja el viaje sin retorno, separados o escindidos.

El Informe Final ofrece propuestas para cambiar la cultura de guerra del país por una que promueva la paz; sugiere, entonces, modificar la política de seguridad y entablar un diálogo que lleve a un acuerdo de paz con el ELN. Además, buscar un verdadero Pacto Nacional por la Convivencia; una reforma al sistema político y electoral que permita mejor representación de las regiones del país; rechazar la violencia como medio para la solución de conflictos y fortalecer lo antes posible el sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo, las capacidades de la Unidad de Protección, y las de la Unidad de Investigación de la Fiscalía; hay otras insinuaciones, las cuales omito debido a la limitación de espacio.

Me quedaron dando vueltas en la cabeza algunos interrogantes que formuló la Comisión: mientras se presentaba la barbarie que eclipsó a Colombia, ¿dónde estaban los presidentes?, ¿dónde, los ministros?, ¿dónde, los jueces y magistrados?, ¿dónde, el Congreso?, ¿dónde, las fuerzas militares y policiales?, ¿dónde, las iglesias y pastores?, ¿dónde, los políticos?, ¿dónde, los maestros?, ¿dónde, los industriales?, ¿dónde estábamos nosotros? Da la impresión de que nos insensibilizamos y vimos todo muy natural; todos tenemos alguna responsabilidad, por acción u omisión y todos tenemos que poner nuestro grano de arena para refundar la patria; algo más grave, ¿dónde estamos todos que permitimos que esta masacre se dé hoy, también? Como decía mi abuela: “El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla”.

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