Josué Carrillo

Es tan frecuente el uso de las caritas y figuras en la mensajería electrónica que la Real Academia de la Lengua Española, que siempre va a la zaga de la lengua hablada, aceptó desde 2020 incorporar en su diccionario DRAE el término emoji (del japonés e, imagen y moji, carácter) para denotar una pequeña imagen o icono digital que se usa en las comunicaciones electrónicas. Este símbolo, que se convirtió en lenguaje universal y constituye una innovación en las comunicaciones, en especial para los mensajes de texto, es creación del japonés Shigetaka Kurita en 1998, quien ideó, por encargo del operador de telefonía celular NTT DoCoMo, 176 dibujos en cuadrículas de 12 x 12 pixeles. Unos pocos años más tarde su evolución había sido tal que fue posible incluir emojis en todas las plataformas digitales, y hoy Apple y Android tienen un teclado especial para estos símbolos cuyas características y medidas se han estandarizado cada vez más.   

La historia de estas figuritas empieza con los mensajes de texto y tiene como precursor los llamados emoticones, que son esas imágenes formadas con signos de puntuación para representar una expresión facial y se usan en los mensajes electrónicos para indicar el estado de ánimo del remitente o el tono del mensaje. Aunque los emojis y emoticones suelen considerarse como sinónimos, en realidad no lo son.

Los mensajes de texto a su vez son una modalidad reciente de comunicación electrónica y celebran en este año el trigésimo aniversario de su estreno. El primer mensaje de texto se le debe al inglés Neil Papworth, quien el 3 de diciembre de 1992 le escribió a un amigo suyo “feliz navidad”. En sus comienzos, los mensajes de texto eran de una extensión muy limitada, pues solo se permitían máximo 160 caracteres, pero hoy el avance es sorprendente porque un mensaje puede incluir no solo texto, sino también emojis, fotos y videos, y ya son un medio de comunicación de uso tan frecuente, que se han vuelto casi indispensables para todas las instituciones en todos los gobiernos y entidades particulares. El vertiginoso desarrollo de este nuevo tipo de correo (cada día se envían casi 20.000 millones de mensajes) se debe a los avances tecnológicos y al formidable impulso que le han dado los jóvenes. Hoy existen más de 3.000 emojis para elegir y no hay mensaje corto (SMS) que no incluya siquiera una de tales figuritas.

Hoy por hoy, los SMS son la función más empleada por los teléfonos inteligentes, su uso ha desplazado casi toda otra forma de interrelación escrita, especialmente entre los jóvenes, y ahora también se usan para enviar mensajes no solamente de carácter social sino también información de otro género como primicias, alertas, recordatorios, etcétera. Dado que en ellos se suele emplear un lenguaje informal, muchos académicos del idioma ven con preocupación cómo los SMS y, en general, todos los mensajes de texto pueden desfigurar la forma de expresión y, por los pocos miramientos en la gramática que en ellos se tiene, lleguen a ser una amenaza para el bien hablar.

Las profesoras Antonella Strambi y Olga Sánchez Castro de la Universidad de Flinders, Australia (1) abordan el tema de cómo afecta la tecnología el uso del lenguaje y consideran el papel que han desempeñado los jóvenes con su manera sencilla y poco ceremoniosa de comunicarse, rica en nuevas expresiones y modismos, y la enorme eficiencia que ellos le han dado a la comunicación escrita. Ellas sostienen que "a pesar de las preocupaciones expresadas a menudo por los puristas del lenguaje, casi tres décadas de comunicación electrónica han demostrado que los hablantes aprenden a cambiar con confianza y precisión entre el lenguaje formal y el informal. Incluso se ha sugerido que los mensajes de texto pueden, de hecho, enriquecer la alfabetización, en lugar de obstaculizarla". En efecto, debido a la influencia de la tecnología, los mensajes de texto han hecho que el lenguaje se haya vuelto más informal y eficiente, lo cual, más que una pérdida, es una ganancia.

En esa dinámica que los jóvenes le imprimen al lenguaje es curiosa la forma cómo ellos están en constante creación de modismos y les dan nuevos usos y significados a las palabras; también lo es esa manera de adoptar nuevas expresiones cuando las que ellos crean se vuelven de uso normal y corriente. Este fenómeno es observable en las expresiones populares, nacidas entre los jóvenes, que rápidamente dejan de usarse y vienen otras y otras, lo cual hace que las generaciones más viejas entiendan poco la terminología de las generaciones más jóvenes. En ese sentido afirma la Dra. Strambi que la única constante del lenguaje es su renovación. Y hasta en la forma de escribir ha habido un cambio extremo, pues los jóvenes les dijeron adiós a los teclados y escriben en teléfonos inteligentes solo con los dos pulgares a la velocidad de la más experimentada mecanógrafa.

Referencias

(1) Strambi, A. and Sánchez Castro O.: How does technology affect language use? En Exploring Language in Global Contexts, edited by Jeffrey Gil, Sky Marsen. 2022  

Wikipedia