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Cultura  |  01 octubre de 2017  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Formas de sublimar la vida

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El desbordado entusiasmo, puesto en la recomendación, crea una suma de expectativas que podría echar a perder la lectura del amigo.

Por José Sánchez Carbó

Resulta difícil hablar de la obra de un autor que te ha impresionado. Cuesta transmitir la fascinación y la emoción sentida al leer su obra, compartir la reflexión sobre los aspectos que hacen tan peculiar su literatura, reconocer las formas, el estilo, los temas, el conjunto de ellos y la manera de combinarlos. ¿Cómo ser convincente? Hasta cierto punto resulta ingrata la tarea de sentarse frente un público, atento y conocedor, para presentar ese libro que te ha gustado demasiado, porque es casi seguro que se fracase en el intento de hacerlo y se termine por aceptar que no todo podrá ser explicado, que no podrá ser compartido, con la debida clarividencia, cómo, en dónde y el porqué del gusto por ese libro particular. Se parte de la única convicción de decirle a cada conocido con el que se encuentra uno que es necesario o imprescindible que lean ese libro porque es fascinante. El riesgo es que de repente uno sea confundido con un promotor. El desbordado entusiasmo, puesto en la recomendación, crea una suma de expectativas que podría echar a perder la lectura del amigo o el estudiante que atendió la invitación. Sea conocido o estudiante esa persona podría decir que realmente no era para tanto. Entonces sobreviene la decepción de ambas partes: uno piensa que esa persona no es un buen lector; y el otro que nunca te volverá a hacer caso en todo lo relativo a lecturas. La credibilidad se pierde.

Otra posibilidad es que de verdad se consiga dar perfecta cuenta de las cualidades del libro, pero un público atento y conocedor como los que asisten a las presentaciones, empezará a dudar y a cuestionar cada frase dicha al estar viendo que a un lado del presentador está precisamente el autor del libro. Claro, pensará ese público, no podía ser de otra forma. La presentación de libros son un ritual que en la mayoría de los casos no desprestigia a la obra presentada.

Ahora bien, si se desea evitar convertirse en un ingenuo promotor, se puede optar por elaborar una lectura exhaustiva, estructurar un estudio riguroso, un ejercicio académico que implica dedicarle montón de horas y páginas para decir casi todo lo que se puede decir sobre el autor y su obra. Pero sucederá que no se podrá decir todo lo que se debería decir y que, lo peor, la terrible paradoja, es que uno termine por aborrecer al tan admirado autor y su obra como les ha pasado a muchos.

De David Betancourt leí primero Yo no maté al perrito y otros cuentos de enemigos (2013/2014), y me atrapó; luego seguí con Una codorniz para la quinceañera y otros absurdos (2014) y mi gusto por sus cuentos se reafirmó. Seguí con La vida me vive amargando la vida (2017), y me pareció un libro de cuentos tremendo, excelente. Así, es como David se ha convertido en uno de mis cuentistas preferidos. David nació en Medellín, Colombia, hace unos años. Otros títulos que ha publicado son:Buenos muchachos (2011), Bebestiario (2017) y Ataques de Risa (2015). Además, ha ganado varios premios de literatura en Colombia y Venezuela.

La vida me vive amargando la vida es una colección de relatos integrados esencialmente por la presencia del mismo protagonista, llamado Chiquito, en todos los cuentos. Chiquito es un joven de cuarenta años que vive en la casa con sus papás, es egresado de la licenciatura en filología, le gusta escribir cuentos, pero no los escribe, sólo plantea las situaciones en su cabeza, es un lector obsesivo del gran Felisberto Hernández y le pasan cosas que se convierten en extraordinarias. Los miembros de su familia, papá, mamá, el abuelo, la tía Yiyi y Chigüira, son personajes secundarios y, en ciertos momentos, incidentales.

David Betancourt es un fabulador incomparable con una singular capacidad para encadenar sucesos disparatados. No sólo plantea tramas descabelladas y absurdas en cada cuento, sino que cada cuento está poblado de infinidad de ellas. Cada paso que da Chiquito, en esa Medellín esperpéntica y caótica habitada por singulares personas, es capaz de aplastar las convenciones de la lógica y el lugar común.

Más allá de la enorme calidad estructural del libro, así como de cada uno de los cuentos, del peculiar estilo, del ritmo de sus frases y la precisión narrativa, David Betancourt nos muestra un mundo propio, un atributo fundamental que distingue a los escritores de los Grandes Escritores, a los cuentistas de los Grandes Cuentistas. Si uno rememora nombres consagrados de la literatura, llegarán a la mente las historias, las formas de contarlas, algún relato en particular, pero junto al nombre y las obras viene una propuesta de visión, una cosmovisión, que los hacen sobresalir de entre los autores que publican libros anualmente en la mayoría de los países. Sin ocupar mucho tiempo pensemos en otro escritor colombiano y cuando digo colombiano un nombre emerge sin mucho esfuerzo.

Gabriel García Márquez ha definido un mundo que se refleja en sus obras, sean cuentos, novelas, crónicas, memorias o guiones cinematográficos, y ese mundo no sólo incluye o no sólo se restringe al mentado realismo mágico. Ese mundo es más que un concepto estético porque es claro que no todas sus obras gravitan en torno a esta órbita que ha cautivado a tantos lectores hispanoamericanos y de otras lenguas. Este mundo, esta idea de mundo, es una forma de tratar a la lengua, al español, de enunciar, porque cada frase condensa una partícula de ese mundo incomparable.  

En este sentido, el mundo de David Betancourt es incomparable. Una de sus características, sólo una de ellas, es el uso recurrente de la prosopopeya y la sublimación, según la entiende otro grande, Oliverio Girondo. Para ser precisos la figura retórica te lleva a la sublimación; vienen juntas y no se debe pensar una sin la otra.  Chiquito es un narrador experto en la prosopopeya, en atribuirle características racionales y emocionales a seres animados o inanimados. Chiquito no sólo sublima todo, sino que se sublima él mismo, cada una de las partes de su cuerpo y sus sentimientos, también sublima sus estados de ánimo y sus pensamientos, a los que lo quieren y a los que lo roban.

Veamos sólo al azar unas perlas del arte de sublimar de Chiquito:

Ustedes no se imaginan lo que se siente encontrarse a uno mismo mientras camina desprevenido por la calle en un momento de la vida en que uno no está buscándose ni por dentro ni por fuera. No se imaginan lo emocionante y conmovedor que es verse en otro que no es uno, precisamente, pero que es uno (La vida me vive amargando la vida: 59).

 En septiembre al sol se le dio por molestar a la gente. Se metía en las casas y en las oficinas y dentro de la ropa y los cuerpos de todo el mundo y se aparecía en los colegios y en las guarderías y en las universidades a interrumpir a las personitas aplicadas e incendiaba bosques que no se metían con nadie y se encaramaba en la capota de los buses como si se estuviera bronciando en la terraza de su casa y ahí montado andaba por toda la ciudad sin pagar pasaje (99).

 La casa me miraba por las ventanas y arrugaba la fachada. Esas afugias de ella hicieron que me dieran ganas de abrazarla, pero como no me alcanzaban los brazos para abarcarla toda con la sombra la abracé con el pensamiento (149).

 Cuando caí en la cuenta de que mi comentario me hacía indigno se me alborotaron la desconfianza que me tengo y el susto que me vive persiguiendo para molestarme y hacerme cometer errores. Las manos se me salieron del libreto improvisando un temblor que me impedía agarrar bien la hoja y el micrófono, y que los pie y la mandíbula imitaron para no quedarse atrás (24).

 La carrera de escritor es de largo aliento y son pocos los que captan la atención siendo aún jóvenes. El impacto extensivo de ese mundo en más lectores llega con el tiempo y también, cabe considerarlo, por una serie de variables y azares que están fuera del alcance del autor. En poco tiempo David Betancourt ocupará un lugar destacado en el sistema literario del mundo de habla hispana como cuentista. También estoy seguro de que, como sucedió con el exótico realismo mágico, su mundo empezará a ser imitado por otros.

 

*Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Ha publicado los libros de cuentos El maldito amor de mi abuelita (2000 y 2003), En realidad no es una historia de amor (2005), La reunión de los patéticos (2010) y Con las costillas intactas (2012); así como el libro La unidad y la diversidad. Teoría e historia de las colecciones de relatos integrados (2012) y Narrativa vitral contemporánea (en prensa). Ha sido colaborador en diversas revistas y suplementos literarios; y publicado en varias antologías de cuento y crítica literaria. Ha sido becario del FONCA-Secretaría de Cultura de Puebla (2002) y del CONACYT para estudios de doctorado en el extranjero (2004-2008). Es Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Actualmente coordina la licenciatura en Literatura y Filosofía y la maestría en Letras Iberoamericanas en la Universidad Iberoamericana Puebla. Líneas de investigación: Narrativa hispanoamericana contemporánea, cuento y colecciones de relatos integrados, música y literatura, la literatura y los discursos del poder y resistencia.

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