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Columnistas  |  05 junio de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Francisco Cifuentes

Historia, filosofia y ciencia en Andrea wulf (2)

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Francisco Cifuentes

Por Francisco Cifuentes

La obra “La Invención de la Naturaleza El Nuevo Mundo de Alexander Von Humboldt” (Taurus. 2016), fue presentada en Colombia por la misma autora en el “Hay Festival” de la época en Cartagena de Indias, e incluso el entonces presidente Juan Manuel Santos la alabó profundamente. Siguiendo con su posible influencia dentro de la intelectualidad colombiana, es preciso decir que el último libro del novelista, poeta y ensayista William Ospina, está dentro de este panorama. Su texto titulado “Pondré mi Oído en la Piedra Hasta que Hable” (Random House. Bogotá. 2023), es propiamente una novela biográfica, con Humboldt como personaje central y apoyada en una amplia investigación, que le coloca más el acento al discurrir del alemán por las tierras sudamericanas y particularmente en Colombia. Tiene la maestría de su prosa, recrea la época y el paisaje y, engrandece al genio prusiano y muestra su legado ya mítico. Que sepamos, en ninguna de las entrevistas el autor tolimense afirma que está influenciado por el trabajo de Andrea Wulf; pues dice que hacía veinte años quería hacer este trabajo y ya rondaba por su cabeza. No se puede decir con precisión y, menos en términos peyorativos y secundarios, que sea una copia, una repetición simple del tema y del personaje. Pero los dos textos son contemporáneos y afines. El de Andrea combina la investigación científica, histórica y personal; pero de ninguna manera es una novela; aunque contine unas descripciones hermosas y detalladas, es más historia de la ciencia y ensayo, con bella y encantadora prosa; que la emparenta a la novela, pero es diferente.

En aras de la justicia literaria e histórica, es preciso reivindicar al poeta, novelista y ensayista quindiano Samuel Jaramillo, con su novela histórica titulada “Diario de la luz y las tinieblas Francisco Joseph de Caldas” (Uniandes, Bogotá. 2011); precisamente ahora que nos ocupamos de Humboldt, ya que ambos, el alemán y el colombiano, tuvieron mucho que ver en el trabajo científico en la Nueva Granada y Caldas también en la naciente república gran colombiana. La novela de Jaramillo habla de las relaciones personales y científicas de los dos sabios y penetra en la vida, la obra y la época del Sabio Caldas.

En esta línea de reflexión es necesario traer a colación las siguientes obras, que nos deleitaron hasta hace muy poco:  El Bejuco del Alma, acerca del yagé, que está entre la ciencia y la mitología, escrita por Richard Evans Schultes y la investigación botánica y antropológica sobre las plantas alucinógenas en toda América titulada Las Plantas de los Dioses, del botánico norteamericano Richard Evans Schultes y Robert F. Raffaulf. Igualmente, las obras del botánico y antropólogo canadiense Wade Davis, Mi Rio y Magdalena Historias de Colombia; que ya analicé en mi ensayo Wade Davis o un Canto de Amor por Colombia (Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales SUR y Quindiano.com). Diría que estos son los mejores herederos del maestro Humboldt.

El texto sobre Humboldt de Andrea Wulf, es una biografía completa sobre este sabio y su tiempo; pero bastante relacionada con los grandes temas científicos y ambientales de la contemporaneidad.   También se puede leer como un magnífico documento acerca de la historia de la ciencia y particularmente de la botánica; con la historia política como telón de fondo; pues allí están los sucesos de las guerras napoleónicas, con las confrontaciones mundiales de la época y, esa ambivalencia del Sabio Humboldt entre su germanismo y su admiración por la Ilustración Francesa y todo el ambiente científico del Paris que le tocó vivir. Se ve también allí el surgimiento de los Estados Unidos como confederación, el esclavismo contra el que estuvo Humboldt desde muy temprano; los prohombres de Norteamérica; principalmente los de perfil intelectual como Tomás Jefferson (p.129), Benjamín Franklin y James Madison. Y, por supuesto está el fin del Imperio colonialista español y el nacimiento de las repúblicas suramericanas; y concretamente el mayor descubrimiento y conocimiento de nuestras tierras desde el punto de vista natural, geográfico y de costumbres de los nativos. Por esto, el sabio alemán contribuyó demasiado a la construcción de nuestras nacionalidades y de nuestra ciencia.

La historiadora nos lleva amigable y profundamente por todos los sitios y vericuetos por los que atravesó HUMBOLDT: Jena, Berlín, Norte América, Sur América, Rusia y Mongolia y en los parajes más desconocidos para la humanidad de su tiempo y, que aún hoy desearíamos palpar. Nos cuenta las celebraciones que en todo el mundo se realizaron cuando el 14 de septiembre de 1869 se celebraron los cien años del natalicio del científico; incluso en Moscú, donde lo llamaron “el Shakespeare de las ciencias” (p.29). Igualmente nos hace un detallado registro de los sitios urbanos y rurales que llevan su nombre por todo el mundo, como el Cabo Humboldt, el Glaciar Humboldt y la Corriente de Humboldt; así como universidades, calles, plazas y bibliotecas. (p.30-31). Y, sobre su influencia dice:

“El pasado nos determina. Nicolás Copérnico nos mostró nuestro sitio en el universo, Isaac Newton explicó las leyes de la naturaleza, Thomás Jefferson nos dio algunas de nuestras ideas de libertad y democracia, y Charles Darwin demostró que todas las especies descienden de antepasados comunes. Estas ideas definen nuestra relación con el mundo. Humboldt nos brindó nuestra concepción de la naturaleza. Lo irónico es que sus ideas son ya tan obvias que nos hemos olvidado en buena parte del hombre que las forjó” (p.31). Y para este reconocimiento detallado y profundo llega en hora buena la magnífica obra de Andrea Wulf.

Entre otras cosas importantes “Humboldt  a través de sus experimentos, estaba abordando una de las ideas más debatidas en el mundo científico  de finales del siglo XVIII: el concepto de “materia” orgánica e inorgánica y si alguna de las dos contenía algún tipo de “fuerza” o “principio activo” (p.46); cuando incluso Newton se lo atribuía a Dio. Es decir, era todo un revolucionario en ciencia y en filosofía y, sus enseñanzas ya son normales en el pensamiento.

Por lo mismo se auto influenciarían el Gran Goethe, el filósofo Schiller y el sabio Humboldt; así como habían recibido la herencia de Kant.  “Las ideas que debatían eran las que tenían cautivados a científicos y pensadores de toda Europa: cómo entender la naturaleza. En términos generales, había dos corrientes de pensamiento que se disputaban la primacía: el racionalismo y el empirismo.” (p.59). Pero el naturalista va más allá y retoma al profesor de Königsberg:

“La posición de Kant estaba entre el racionalismo y el empirismo. Las leyes de la naturaleza, tal como las percibimos - escribió Kant en su famosa Crítica de la Razón Pura -, solo existe porque nuestra mente las interpreta” (p.60). Esto fue definitivo para Humboldt, quién conocía las clases del filósofo sobre geografía dictadas durante cuarenta años en la Universidad de Königsberg. Estas también influenciarían a Goethe, Schiller y todo el Circulo de Jena, descrito y analizado en el otro tomo de Wuf.

Del lado propiamente de la botánica y otros intereses naturalistas fue muy importante la amistad y el trabajo mancomunado de Humboldt y Bonpland en los Andes, durante el ochocientos.  Y con Montufar estuvieron al frente del Chimborazo, apreciándolo e investigándolo para la posteridad, tanto que:

“Al volver del volcán, Humboldt estaba listo para formular su nueva visión de la naturaleza. En las estribaciones de los Andes empezó a esbozar su Naturgemalde, una palabra alemana intraducible que puede significar una “pintura de la naturaleza” pero que al mismo tiempo entraña una sensación de unidad o integridad. Era, según sus explicaciones posteriores, “un microcosmos en una página”. A diferencia de los científicos que habían clasificado el mundo natural en unidades taxonómicas rigurosas con arreglo a una estricta jerarquía, a base de llenar tablas interminables de categorías, Humboldt hizo un dibujo” (p.123). Posteriormente, su heredero, el norteamericano John Muir, la desarrollaría. (p.293). Aquí es preciso decir, que el alemán también incidiría en las ideas de los escritores Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson, ya en materia de literatura y pensamiento en general.

En el lago Valencia fue donde elaboró su teoría temprana y novedosa acerca del “cambio climático provocado por el ser humano” (p.86), la que posteriormente iría comprobando en sus distintas correrías y cotejos. Pues “Todo es una reacción ecológica en cadena. “Todo - diría más tarde – es interacción y reciprocidad” (p.88).

En sus investigaciones y correrías también tuvieron mucho que ver el famoso botánico español José Celestino Mutis (p.109), ya radicado en la Nueva Granada y el Sabio Francisco José de Caldas (p.116). Y, por supuesto todo lo relacionado con la Expedición Botánica. Con Simón Bolívar tuvo una relación temprana en Europa y ambos se admirarían. Incluso ambos estuvieron en la coronación de Napoleón en París. (p.157). En todo esto la historiadora es exhaustiva. (p.189 a 208).  Referente a Thomás Jefferson, hubo mutua admiración, lo que Wulf documenta bastante bien. (p.129-146).   

“Ambos (Bolívar y Humboldt) tenían un profundo deseo que España se fuera de Sur América. A Humboldt le habían causado gran impresión los ideales de las revoluciones estadounidense y francesa, y era partidario de la emancipación latinoamericana. El concepto de colonia decía, era inmoral, y un Gobierno colonial era “un Gobierno de desconfianza” (P. 157).

El sabio alemán escribió treinta y cuatro volúmenes titulados Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente o Ensayo Sobre la Geografía de las Plantas. Allí combinó el conocimiento científico con la economía y la política, y en esta articulación fue pionero, pues:

“Durante miles de años, los cultivos, cereales, hortalizas y frutas habían seguido los pasos de la humanidad. Cuando los seres humanos cruzaban continentes y océanos, llevaban plantas consigo y así había cambiado la faz de la tierra. La agricultura vinculaba las plantas a la política y la economía. Se habían emprendido guerras por plantas, y muchos imperios dependían del té, el azúcar y el tabaco” (p. 169). No estamos lejos de estas vinculaciones, pues así lo atestiguan las guerras de la marihuana, la coca y la amapola, y ahora el problema de los granos en medio de la guerra entre Rusia y Ucrania.  Y acerca de la economía y las plantas, bástenos citar el caso del desarrollo colombiano a partir de la economía cafetera y el papel de la quina en otros tiempos, descrito por Caldas y Mutis.

Referente al estilo literario del naturalista alemán es preciso registrar la combinación de un informe científico, buena prosa, lirismo y descripción de una aventura personal y grupal; todo esto muy cerca a lo que hoy conocemos como ensayo.  Al respecto nos dice Andrea Wulf:

“Con Cuadernos de la Naturaleza, Humboldt creó un género totalmente nuevo, un libro que combinaba una prosa llena de vida y ricas descripciones de paisajes con observaciones científicas, y estableció un modelo para los escritores actuales sobre naturaleza... era un libro científico que no se avergonzaba del lirismo” (p.175). Esto es lo que ahora se conoce como NATURLITERATURA y que tiene muchos adeptos en este siglo XXI.  Incluso Julio Verne utilizó sus descripciones sobre Sudamérica para redactar sus famosos textos Viajes Extraordinarios y Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino (p. 176).

La relación con Napoleón no fue la mejor, aunque el francés había apoyado las ciencias en sus viajes de conquista, como lo demuestra en su texto Descripción de Egipto; pero con el cual habría una competencia, referente al Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, escrito por el sabio alemán. 

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